viernes. 19.04.2024
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Soñar está prohibido

Soñar está prohibido

Cuando una niña nace en una zona rural en México como en la que yo nací, automáticamente se le despoja del derecho a soñar. Una niña que sueña está echada a perder. Porque en Santa Clara las mujeres nacemos para servir  y tener hijos, y si no los tienes, no sirves.

¿Soñar? Eso es cosa de hombres; de ellos que pueden salir y conocer el mundo. Nosotras no necesitamos conocer nada más allá de las casas que habitamos; por lo menos, eso fue lo que me enseñaron.

Que las mujeres que no están con un hombre ni siquiera existen; que tu valor es proporcional al número de hijos varones que le des al amo que tendrás por esposo.

Tu realización personal radica en lo buena esposa y madre que seas. Que seas sumisa y obediente, que soportes los malos tratos sin importar cuáles sean. Eso es lo que te hace una gran mujer, y las mujeres que no están con un hombre, sencillamente pasan a ser  propiedad pública.

Quiero decir: para mí, hacer algo diferente a casarme o tener hijos solía ser un sueño irrealizable, algo que sólo se puede hacer en los juegos imaginarios de la corta infancia, antes de que debas aprender a cocinar o bordar.

Sin embargo, esto no es algo endémico de las zonas rurales o de México. Millones de mujeres alrededor del mundo viven situaciones similares.

Cuando le dije a mi madre  que me iba, y que poco me importaba que en otro lugar me fuese mal, terrible, que fracasara y muriera de hambre o frío, y que me daba igual lo que todos los demás dijeran o que me condenaran al rechazo y desprecio de por vida, porque si me esperaba la muerte o el sufrimiento por lo menos tendría la satisfacción de haberlos elegido, ella me dijo que regresaría embarazada como regresan todas, y que entonces pediría perdón, pero que ya para nada serviría.

Pero yo necesitaba el reconocimiento de los demás. Que alguien confiara en mis capacidades, en las cosas que podía lograr; que nadie volviera a decirme: Una de vieja no sirve para nada.

¡Jamás comprendí cómo las mujeres que yo conocía estaban tan dispuestas a sufrir sin quejarse jamás! Cómo podían hacer sentir a sus hijas como una carga, una molestia o simple basura. Y no porque no las amasen, sino porque era lo mejor que podían hacer por ellas, desde su perspectiva limitada por los roles y valores culturales.

No sé cómo demonios pude creerme eso alguna vez. Tal vez porque las mujeres siempre tenemos la culpa de todo, porque debemos estar en casa y no andar en fiestas ni escuelas ni nada. En casa, donde alguien puede cuidarnos. ¡Por supuesto!

Perp no recuerdo a nadie cuidándome cuando era niña; cuidándome de no despreciarme, de no sentirme tan pisoteada y sin valor, cuando tuve que aprender que las mujeres nacemos para ser miserables de por vida, cuando me demostraron que nadie nunca iba a creer en mí.

Odié ser mujer cada vez que alguien daba por hecho que era estúpida sólo porque era mujer, cada vez que un tipo se sentía con el derecho de tocar mi cuerpo como si le perteneciera, cada vez que alguien me vio con desprecio, cada vez que alguien me subestimó, cada vez que alguien se sintió superior a mí sólo porque tenían un trozo de carne colgando entre las piernas.

Deseé muchas veces ser hombre, porque me parecía que la vida de un hombre era extremadamente más sencilla que la de una mujer. Pensé que un hombre podía alcanzar sus sueños. Que nadie les escribía la vida que tenían que llevar. Que cuando nacían nadie decía pobrecito; fue niño, con expresiones tristes en lugar de felicidad.

Durante mucho tiempo repartí culpas en muchas personas por las causas que atormentaban mi existencia, pero no tardé en darme cuenta de que el machismo ha sido un producto histórico, cultural, social y político.

Y que las mujeres que me educaron tan sólo han sido tan víctimas como yo, de una estructura social que no les permite siquiera soñar.

Cuando las circunstancias de la vida me llevaron lejos del lugar donde nací, pensé que debía demostrar a todos los detractores de mis sueños, que sin importar que nadie confiara en mí, podía lograr lo que me propusiera.

Así es como llegué aquí y estoy a punto de convertirme en la primera mujer de mi comunidad en ir a la universidad y terminar una carrera.

Siempre me siento en medio de una contradicción. Por un lado, la presión de todas las expectativas que los demás tienen sobre mí. Muchas veces esa presión es aplastante. A veces me pregunto si realmente podré lograrlo. Por otro, sé que en alguna proporción  esperan con morbo verme fracasar, para decirme ¿Lo ves? No pudiste. Era imposible para ti, porque eres mujer.

Mi caso no es excepcional; simplemente es el de todas las mujeres que excedemos el rango de aceptabilidad en una sociedad machista y patriarcal.

Cada vez que veo a una mujer diciendo que no puede hacer algo, que prefiere que otros lo hagan por ella, me pregunto si sabe que contribuye a que las mujeres parezcamos inútiles, incapaces de sobrevivir por nuestra cuenta.

¿Que cómo me imagino la equidad de género en un futuro?

No creo que haya un camino lineal que garantice la equidad de género. El machismo debe atacarse desde todas sus aristas; en la educación de los niños, la interiorización de valores y esquemas sociales. Modificando los valores que los medios transmiten y legítiman, guiando a la sociedad en la comprensión de los derechos humanos, en la sensibilización sobre temas en discriminación de género.

Siempre me ha parecido que el principal enemigo estaba escondido dentro de mí. Pienso firmemente que nuestros demonios nos vuelven vulnerables; que cuando finalmente te enfrentas a ellos, puedes ver de frente al mundo, y el mundo todo entero y con todo su peso, ya no puede dañarte, cuando tienes confianza en ti y el suficiente valor para dejar de sentirte inferior.

En la medida en la que una mujer  exige sus derechos cambia su percepción de sí misma y, por ende, cambia la manera en la que las personas de su entorno la miran. Esa mujer se convierte entonces en agente transformador y genera cambios en la conducta de los hombres que la rodean.

No obstante, no es fácil lograr el empoderamiento del que tanto se habla en los debates sobre género. Es necesario que las mujeres pasemos por todo un proceso de reconocimiento de nosotras mismas, y posteriormente seamos personas con participación activa  en la sociedad.

Los contextos culturales son fundamentales en este proceso; necesitamos Deconstruir la feminidad, hacer una reconfiguración de nuestro sistema de valores como cultura y sociedad.

El mayor triunfo del machismo es convencernos de que somos inferiores, y el que nosotras lo creamos tan firmemente como para continuar reproduciendo la misma cultura en nuestra vida y entorno.

Los pequeños logros que cada una de nosotras logra en sí misma, y luego contagia a quienes la rodean, esas cosas aparentemente sencillas, van creando poco a poco seres humanos diferentes.

¡Deja de ser lo que no quieras!

Imagino la equidad de género como un mundo donde una mujer puede desarrollar sus capacidades, cualesquiera que sean. En el que pueda realizarse como bailarina, empresaria, madre, modelo, ingeniera, esposa, gestora o cualquier cosa que quiera.

Quiero volver con las mujeres de mi infancia. Quiero que sepan que pueden hacer lo que ellas quieran. Quiero trabajar y hacer un mejor lugar para todas y todos.

Imagino la equidad de género como una sociedad donde una mujer nunca llegue a odiar la condición de su sexo; que la ausencia de un pene no la haga llorar ni sentirse menos que un hombre.

Un mundo donde mis hijas se sientan orgullosas de ser mujeres.