Jaime Panqueva
04:13
24/03/18

AMLO Zen

“…una jauría, liderada por Carlos Marín, que intentaba despedazar al oso que no dejaba de sonreír. Un ejercicio vergonzoso que no honra en absoluto al gremio periodístico…”


Durante varios siglos era moda popular en Inglaterra y en otros países europeos asistir al Bear-baiting u hostigamiento de osos. Un entretenimiento que consistía por lo general en mantener amarrado al úrsido en un foso mientras era atacado a tarascadas por una jauría entrenada. La sangre manaba a raudales y con regularidad había que retirar los cuerpos despedazados de los perros para reemplazarlos por nuevos ejemplares. Cuentan que Enrique VIII era fanático de estas luchas, y la prístina reina Isabel I asistía con el mismo agrado al despedazamiento del plantígrado, que a las representaciones de Shakespeare. Los puritanos ingleses se mostraban adversos a este tipo de espectáculos, no tanto por la crueldad sino porque distraían a la grey de sus obligaciones religiosas los días domingos. Ya entrado el siglo XIX fueron prohibidos en todo el Imperio, aunque ya la práctica se había extendido a todo el globo con diferentes variantes. Se narra por ejemplo de una mítica pelea en el puerto de Veracruz  en 1870 entre un gigantesco grizzly llamado Sansón, y un toro de lidia.

Por fortuna hemos sabido reemplazar este tipo de espectáculos por otros más civilizados, y para quienes duden de ello, espero hayan podido ver por televisión el jueves pasado el hostigamiento, me parece imposible llamarlo debate, de AMLO en la cadena de noticias Milenio.

Tuve la oportunidad de ver la última media hora del debate (el resto tuve que verlo en línea con posterioridad) y cuando encendí el televisor me sentí transportado a la Inglaterra isabelina.

No sé quién habrá propuesto o diseñado el formato, pero lo que había comenzado como una charla amable entre periodistas, escritores y el candidato, semejaba en el último tercio a una jauría, liderada por Carlos Marín, que intentaba despedazar al oso que no dejaba de sonreír. Un ejercicio vergonzoso que no honra en absoluto al gremio periodístico. A pesar de que un reloj en segundo plano indicaba tiempos de respuesta o pregunta, sobre el final del “debate” era un mero objeto decorativo.

Durante el último tercio, AMLO se vio poco preparado, o quizás ya cansado, de esquivar la andanada; estuvo tardo en algunas respuestas y asumió asuntos en primera persona que sencillamente no estaban relacionados con la investidura que pretende, como el derecho al aborto o los matrimonios homosexuales. Y sin embargo, nunca perdió los estribos frente a los ojos inyectados, los colmillos y ladridos que le interrumpían cada respuesta. AMLO tocó temas esenciales sobre lo que que debe debatirse, reformas estructurales, corrupción y seguridad. Es muy curioso que en el resumen preparado por la cadena, que puede consultarse en línea, las principales frases del candidato a ese respecto no aparecen...

El tiempo promedio del bearbaiting inglés era de una hora, durante la cual el oso era despedazado o dejaba la arena cubierta de cadáveres. El debate duró hora y media, y al final me quedé con la impresión de que el oso zen demostró que no está para perder la paciencia en su tercer intento por sentarse en la silla del águila. Queda en manos de la jauría afinar el método para que los espectadores podamos ver un debate más edificante. De no medir a los otros candidatos con la misma vara, o por lo menos con un encono similar, demostrarán que la cancha no sólo no está pareja, sino de qué lado están los grandes medios de comunicación en México.

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