Jaime Panqueva
02:21
25/02/17

Las antípodas de Trump

"Mientras el joven funcionario hace gala de una retórica envidiable, me pregunto cómo es posible asistir a un encuentro de tan extraordinario nivel, en inglés, en una ciudad de provincia mexicana. Y también, por qué despierta tan poco interés en los mexicanos..."

Las antípodas de Trump

La gente termina por sentarse en los últimos asientos disponibles de la sala que se encuentra al límite de su capacidad. Es la última gran conferencia del 12 Festival de Escritores de San Miguel de Allende. Susan Page, directora del festival y escritora con más de un millón de copias vendidas, sube al podio desde donde el año anterior Joyce Carol Oates, candidata al Nobel, impartió la conferencia de clausura. Se habla exclusivamente en inglés porque el auditorio está compuesto en su mayoría por cientos de estadounidenses y canadienses que han viajado desde sus países para asistir al evento de cuatro días y medio. Una buena parte de los presentes ha invertido entre 600 y 800 dólares en sólo la inscripción al evento, sin considerar el transporte y alojamiento.

La oferta de contenidos es tan amplia como específica, incluye 84 opciones de talleres, sesiones con agentes literarios, lecturas de obra, presentaciones de libros, y ponentes como Billy Collins, uno de los poetas más populares de los Estados Unidos en este siglo; David Ebershoff, autor de La chica danesa; o Pedro Ángel Palou, escritor poblano que se dirigió unos días antes a su público en el mismo inglés que emplea para dar sus clases en una universidad de Massachusetts.

Susan Page agradece a los asistentes y presenta con gran entusiasmo al grupo de voluntarios que acciona la precisa maquinaria del evento. Luego, introduce al representante de la delegación diplomática canadiense que ha facilitado la presencia de la conferencista de esta noche, Naomi Klein. Mientras el joven funcionario hace gala de una retórica envidiable, me pregunto cómo es posible asistir a un encuentro de tan extraordinario nivel, en inglés, en una ciudad de provincia mexicana. Y también, por qué despierta tan poco interés en los mexicanos. Lo visito desde hace tres años y muy poca difusión he podido leer en medios nacionales. El primer año que habité en Irapuato me lo perdí porque no obtuve información a tiempo. Por fortuna, los medios locales tienen un cubrimiento muy destacable. ¿Es el idioma? Varios colegas traen adosada a su oreja el aparatito de traducción simultánea y se han lanzado a hacer entrevistas en inglés. Hay también una sección en español que ha ido despuntando en los últimos años, y que permite el acceso a las conferencias. ¿Es el costo? Es bastante menor, aunque quizás comparable a la entrada a un concierto en un palenque de feria, o a una botella de licor en un bar respetable. ¿Es la mentalidad? Corre quizás en mi mente la idea de muchos colegas que afirman que la literatura emana exclusivamente de dos lugares: la Academia o la Cantina. Y parafraseando a Boogie, el aceitoso: si la Cantina está en la Academia (o cerca), mejor.

El diplomático da paso a una mujer, cuyo nombre no recuerdo, que de forma muy exaltada hace la presentación de Klein sublimando en ella a Amelia Earhart, Juan de Arco y varias “prohombres” más (no encuentro el término en femenino, deberíamos inventar uno mejor). All in one woman, remata.

Pero no es sólo el festival, antes de dar inicio a la plática, un caballero con un garrafón de plástico y un bloque de piedra adosado en su interior, habló sobre los niveles de patógenos y sustancias tóxicas (flúor y arsénico, entre ellas) que contiene el agua en las comunidades rurales que circundan San Miguel, y cómo a través de su ONG, Caminos de agua, distribuían filtros gratuitos para mejorar las condiciones de salud de los campesinos más humildes. Pidió una contribución en efectivo a los asistentes para fabricar más y mejores filtros.

El Festival de Escritores me ubica en las antípodas del discurso pregonado por Trump y sus secuaces en las últimas semanas. Y todavía no empieza la conferencia. ¿Es posible que estos extranjeros se preocupen más por México que nuestros gobernantes o que nosotros mismos? Y para entonces, mi presidente municipal, Ricardo Ortiz, no amenazaba con demandar civil y penalmente a activistas por detener obra pública mal planeada y ejecutada sin estudios ambientales... Pero mejor prosigo.

Klein se adueña del podio e inicia su exposición sobre la velocidad de los cambios que vivimos, emplea conceptos delineados en su libro La doctrina del Shock (2007), sobre la desorientación de las masas y el bombardeo de información que potencia el discurso del nobody cares. Sobre la brecha que se ha creado entre los acontecimientos y la narrativa que podemos construir sobre ellos. Pero la urgencia de actuar contra la principal amenaza de nuestra civilización nos exige pasar de las actitudes defensivas y de resistencia a formas más ofensivas, de lo contrario el cambio climático hará irreconocible el mundo como lo conocemos.

Trump, aquí lo pongo literal, es el fin de juego. Quizás su manejo de imagen, que obedece a las reglas del branding, lo hacen inmune a las reglas de la política, sin embargo puede ser tan volátil como una marca comercial. Pero, dice Klein, lo peor es que actuamos como si no hubiera existido nadie como él antes. Trump y Pence son expertos en emplear la doctrina del shock en su favor; menciona los negocios que favorecieron al actual vicepresidente durante la destrucción de Nueva Orleans por el Katrina, o el espectacular enriquecimiento de Trump con la crisis hipotecaria del 2008.

Klein, a través de su discurso, toca un punto muy sensible en el auditorio, compuesto por una buena parte de Baby Boomers: el sistema económico. Los retos del cambio climático no serán posibles de enfrentar desde un estado privatizado y débil, ni desde la perspectiva neoliberal que condena las acciones colectivas y la restricción de libertades individuales en pos del despilfarro y el consumo irracional. Tampoco bajo la tormenta de teorías negacionistas encabezadas ahora por @POTUS. En este punto, observo que muchas de las cabezas que antes asentían se han quedado inmóviles, y recuerdo el taller que tomé unos días atrás con el escritor David Corbett, “el temperamento norteamericano oscila siempre entre la justicia y la fuerza”.  

Al finalizar, Klein recibe un atronador aplauso de pie. No obstante, una porción del auditorio abandona la sala con rapidez, no creo que sea por culpa del estacionamiento.

Términos como el Leap Manifesto, Energy justice y Caring economy todavía retumban en mi cabeza, me despido de los amigos; Rolando Fuentes Beráin parte a formarse para firmar su ejemplar de Esto lo cambia todo, el libro más reciente de Klein. Y Arnoldo Cuéllar, a quien observábamos con admiración cuando Klein resaltaba la importancia de la prensa libre para acotar los abusos del poder. “Son ahora más necesarios que nunca”, enfatizó.

Antes de salir, compruebo que los botellones de Caminos de Agua se han llenado de billetes, dólares y pesos. Es domingo en la noche, y aunque la charla fue un llamado al arrojo y al optimismo (“Hay que dejar el pesimismo para tiempos mejores”), me marcho apesadumbrado porque sé que durante el camino a casa tendré que pasar junto al basurero de Comonfort que arde sin control desde el viernes. Ni siquiera pienso que al día siguiente se suspenderán clases en la zona por culpa de la contaminación.

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