Cuando los números de la pandemia llegaban a sus primeros picos, conocí al maestro Salvador Plata. Gracias a una recomendación de Coco Arredondo, visité su taller ubicado en el centro cultural Casa Vieja de Salamanca. Algunas nociones tenían sobre la tradición salmantina en ceriescultura; sin embargo, al entrar en su estudio me sorprendió una figura humana tallada en madera y cera cruda. Tanto, que le tomé varias fotografías para el número 14 de la revista Argonauta, que preparábamos por entonces. La visita tomó un par de horas durante las cuales platicamos sobre su trabajo e iniciación en este arte, además de su labor de enseñanza a quienes deseen extender la tradición. Plata está convencido de la versatilidad de esta técnica: las posibilidades de escenificación son ilimitadas. Es lo que enseño en mi taller, comentó por entonces. Recuerdo haber fotografiado algunas piezas primorosamente ejecutadas para nacimientos, arcángeles feroces en lucha contra el mal, el tradicional Santa Claus, o viejito pascuero, como lo llaman en Chile. Cada una de ellas recibe una expresión facial e indumentaria a la medida de su carácter. Pero la figura acostada sobre la mesa se hallaba aún desnuda, a la espera del trabajo del artesano; su tamaño rebasaba por mucho el de las demás figuras. A mi pregunta sobre qué personaje se escenificaría, el maestro Plata sólo comentó que se trataba de una pieza especial que preparaba para un concurso. 

Ese número en particular de la revista tuvo una dificultad especial, la elección de la portada. Por lo  general, en todos los ejemplares anteriores el consejo editorial debe escoger entre dos o tres propuestas que no exigen mucha discusión. Pero esta vez tuvimos más de quince posibles portadas que, gracias a la colaboración del colectivo fotográfico Tlahuistli, incluían diversas expresiones de artes populares. No lográbamos ponernos de acuerdo hasta que propusimos un acercamiento a la figura del taller de Salvador Plata, pues no correspondía a una obra terminada, sino a la potencia del arte en proceso, a sus posibilidades; presentábamos una pieza que aún no era, pero cuya culminación otorgaba sentido al oficio del artesano. En ese número publicamos el reportaje, con imágenes de su taller y piezas que abarcan motivos religiosos y profanos un tanto inesperados, como esculturas de chefs japoneses que visitaron Salamanca, y una reproducción del emperador Palpatine.

Hace unas semanas, el maestro Plata me escribió para comentarme que la pieza, cuyo nombre final fue La faena, fue reconocida con el segundo lugar nacional de la 45 edición del Gran Premio Nacional de Arte Popular organizado por FONART. La difusión de los resultados es un tanto críptica, pues en el cartel realizado por la institución no aparecen los nombres de los participantes ganadores, ni el título de la obra; sólo sus códigos de registro y el estado al que pertenecen. Esto añade una dificultad absurda para que los medios puedan darle una cobertura adecuada. Además, por motivo de la pandemia, no está claro cómo o cuándo se realizará la premiación oficial. Aún no comprendo por qué los organizadores de una convocatoria pública tan importante no desean promover a los ganadores, y por ello decidí escribir algunas líneas para hablar sobre el trabajo de este joven maestro, mostrar esta pieza, e invitar a quienes deseen visitar su taller para aprender sus técnicas. Lo pueden encontrar también a través de Facebook: Salvador Plata, o comunicarse con su taller de ceriescultura: 464 126 62 59.

Para cerrar, comento también que uno de sus nacimientos participa en el concurso de Nacimientos Artesanales Mexicanos, organizado por el Congreso del Estado de Guanajuato, y cuyo resultado debe publicarse por estos días.

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