Jaime Panqueva
02:03
17/12/16

Cobardías

"La violencia del ataque a Ana Guevara, cobarde, ruin, pone de relieve el país en que nos estamos convirtiendo, o quizás aquel del que todavía no salimos"

¿Qué calificativo podemos emplear para un hombre que abusando de su fuerza física golpea a una mujer? ¿Cuál podría servir para cuatro que se turnan para patear a una en el piso? Esta es una de las semanas donde el lenguaje se queda corto. La violencia del ataque a Ana Guevara, cobarde, ruin, pone de relieve el país en que nos estamos convirtiendo, o quizás aquel del que todavía no salimos. No es sólo un incidente en carretera que se detona por la pésima educación vial que padecemos a diario; tampoco una muestra más del país donde lores y ladies envalentonados se sienten con la impune capacidad de partirle la madre o comprar a cualquiera. Hablamos de la pérdida del mínimo respeto hacia los demás, ya sea hombre, mujer, animal o marciano. Según el relato de la senadora, no mediaron las palabras, sólo golpes de cuatro agresores contra alguien que no tuvo oportunidad de defenderse. Nadie más, entre los conductores que hubo como testigos, intervino.

La ex-atleta, plata olímpica en Atenas 2004, tuvo el coraje de mostrar en un recinto tan emblemático como el Senado de la República su otrora rostro victorioso, hinchado y amoratado. Se le vio rodeada de colegas incómodos, acostumbrados a recitar huecamente frases famosas como: “se realizará una investigación exhaustiva”, o “hallaremos a los responsables”, o “redoblaremos esfuerzos”. En la rueda de prensa, se exigió la actuación de las autoridades estatales de una demarcación que lidera las estadísticas nacionales en feminicidios, y cuyas víctimas sólo reciben a cambio, desde hace años, frases huecas y famosas. Guevara demanda algo que hace mucho nos cansamos de pedir: reflexionar sobre la violencia que no cesa. Y todavía me sorprende cómo la noticia se sigue difundiendo en muchos de los diarios en la sección de deportes, como si fuera un evento más.

Tras la exigencia y las vestiduras rasgadas, contrario a lo que se esperaba, se han oído pocos pronunciamientos de solidaridad y han abundado las críticas en las redes y comentarios denigrantes también por parte, no es para sorprenderse, de mujeres.

Pero Ana Guevara no es la única que los ha recibido en esta semana. La poeta María Rivera recibió también cobardes amenazas por sus críticas a la gestión cultural del recién finado Rafael Tovar y de Teresa. De la manera más cobarde, a través de fotos colgadas en las redes sociales. Son noticias que no aparecen en los diarios, muchos pudimos enterarnos gracias a algunos pocos escritores valientes, quizás al resto se les secó la pluma con la muerte del Gran Funcionario.

Pero ese tipo de amenazas contra la libertad de expresión son el pan diario de voces críticas como Denisse Dresser, quien por motivo de un valiente artículo donde critica la iniciativa de ley para la seguridad interior, recibe agresiones a granel en su cuenta de Twitter. Me vienen a la mente Andrea Noel, Carmen Aristegui y muchas más mujeres con coraje, porque el sistema parece estar diseñado para silenciar con mayor perversidad al sexo femenino que demuestra tener más pantalones que los hombres que lo controlan.

Me brotan más preguntas, ¿Dónde estaba en esos momentos la mujer que desea ser la presidente de México en el 2018? ¿No debería enarbolar, por lo menos por solidaridad con su género, también esta bandera contra la violencia? Pero sé que muy poco podemos esperar de nuestra nobleza política. Mucho más espero de los millones de mexicanas que no tienen miedo de alzar la voz, que se la juegan a diario para denunciar los abusos y la corrupción.

¿Qué calificativo podríamos utilizar para bautizar este hartazgo social? ¿Cómo llamar a este vergonzoso silencio de quienes miran hacia otro lado?

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