jueves. 25.04.2024
El Tiempo
Jaime Panqueva
05:15
21/03/20

¿Cuánto durará el miedo?

“ Por fortuna, el miedo no dura para siempre. De no ser así, el ser humano aún viviría en las copas de los árboles y jamás habría dominado el fuego.”
¿Cuánto durará el miedo?


Un país con 120 millones de habitantes, poco más de doscientos casos activos y dos víctimas mortales por el coronavirus, quiere bajar la cortina o desenchufarse durante un mes para evitar la dispersión de la enfermedad. Digan lo que digan, no suena lógico. Sin embargo, se esgrime como una alternativa única e inevitable. Quien muestre dudas o solicite medidas más razonables, de acuerdo a nuestra condición geográfica, social y biológica, es sencillamente tratado como un orate. La masa tiene miedo y este ha sido provocado por el relato machacón y desmedido de medios y autoridades. Estas últimas, no sólo en México, ceden a la voz de miedo y, a través de medidas tan draconianas como improvisadas, buscan recomponer su gobierno o hacerse merecedores de mantenerlo. ¿Dónde está la información sobre las personas sobrevivientes de la enfermedad que se cuentan por decenas de miles? ¿Dónde el seguimiento al trabajo científico para obtener medicamentos o vacunas? ¿Por qué no se reportan las acciones concretas para preparar adecuadamente la red hospitalaria y de sanidad?

En lugar de tranquilizar a la población y tratarla como agentes responsables del cuidado de unos y otros, se insiste en las tasas de letalidad y en las medidas extremas que han adoptado los países más afectados. Se cancelan eventos y actividades declaradas por no sé quién como “no indispensables”. 

Esta semana pulularon los cierres de frontera, toques de queda y encierros de personas sanas. También las compras de pánico en lugares donde ni siquiera se han registrado casos de la enfermedad. Las emociones ante un enemigo invisible llevan a declaraciones de guerra contra los virus y deseo de matar algo que, en estricto sentido, ni siquiera está vivo. Por supuesto, algunos sacan ventaja de todo esto:quienes saben pescar en el río revuelto. 

Más que preocuparnos por el contagio, me preocuparía por qué comerá la gente que vive al día durante la cuarentena, ¿su malestar no los hará más propensos a posteriores contagios? Muchos, dominados por sus emociones, piensan que un país se puede cerrar por un mes sin haber consecuencias. Como si todo pudiera entrar en animación suspendida y regresar tras ese tiempo a la completa normalidad con el chasquido del guantelete del infinito. Como si no tuviéramos que vivir de ahora en adelante con el virus y cuidarnos de forma responsable, con solidaridad y sin pánico.

En poco tiempo, los efectos sociales y económicos de esta desmesura saltarán a la vista, porque a la tormenta viral se han sumado otras de índole geopolítico que amenazan no sólo las libertades individuales, sino también atizan el odio entre países y razas. He ahí al peor virus de todos. 

Por fortuna, el miedo no dura para siempre. De no ser así, el ser humano aún viviría en las copas de los árboles y jamás habría dominado el fuego. Parecemos negar el largo recorrido que nos ha traído a este momento, cuando nuestro miedo niega que sabemos qué es un virus, que ya pudimos escudriñar hasta el último rincón de su genoma, que tenemos la capacidad para recabar y analizar minuto a minuto las estadísticas mundiales de contagio, y que será sólo cuestión de tiempo para que nuestros conocimientos médicos puedan neutralizarlo. 

Si se abusa de la capacidad de la gente para reaccionar ante las emergencias, ¿qué haremos cuándo llegue en realidad una nueva y más poderosa?

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