viernes. 19.04.2024
El Tiempo
Jaime Panqueva
07:24
24/06/17

El hermano chiquito

"No me acostumbro a pensar en el gobierno mexicano como en el Gran Hermano (Big Brother) orwelliano. Es difícil, aunque desde hace años sabemos que nos espían de las maneras más ramplonas."

El hermano chiquito

No me acostumbro a pensar en el gobierno mexicano como en el Gran Hermano (Big Brother) orwelliano. Es difícil, aunque desde hace años sabemos que nos espían de las maneras más ramplonas. Conversando una vez con el periodista Francisco Cruz, comentaba que para amedrentarlo le intervenían el teléfono; cuando quería llamar, levantaba el auricular y descubría que había ya una conversación en curso en la línea con personajes cuyas voces desconocía. A veces, mientras hablaba con alguna persona interrumpían con risas la llamada telefónica. Alguna vez al levantar la bocina para hablar y descubrir que no había línea, se dirigió directamente a quien creía que estaba a cargo de la escucha, y le pidió que por lo menos le dejara hacer una llamada. Al poco rato, el aparato volvió a funcionar. Esto en lo relacionado con el espionaje telefónico, porque este comunicador podría llenar un catálogo con las formas de amedrentar o intentar comprar a un periodista. No obstante, a Cruz ningún organismo internacional le ha brindado protección, ni ha redactado algún informe al respecto. Por fortuna, ha recibido el apoyo de otros periodistas valientes, como Carmen Aristegui, y continúa trabajando para que podamos enterarnos de lo que muchos en el gobierno de su terruño, el Estado de México, no quieren que se sepa. Valga esta introducción para recomendar su más reciente libro, La guerra que nos ocultan, sobre el caso Ayotzinapa.

Esta semana, nos enteramos que el espionaje ha subido a otro nivel y entrado a ese santuario personal que muchos consideran una extensión más de su cuerpo, como los anteojos o los piercings: el teléfono celular. Ese aparatito que muchos acarician con más frecuencia y ardor que a su pareja, que se convierte en el fetiche de forros plásticos, casi almohada por las noches y despertador en las alboradas. Sí, ahora ese sancto sanctorum, desde el cual nos espiaban Apple o Google en exclusiva, hace parte de la red de escuchas del gobierno mexicano.

El estudio no pudo ser más completo, ni estar mejor apoyado: Citizen Lab de la Universidad de Toronto, New York Times, R3D, Social Tic y Artículo 19. Si no los ha leído, acá le dejo los links:

https://citizenlab.org/2017/06/reckless-exploit-mexico-nso/    https://r3d.mx/gobiernoespia/

Con peras y manzanas explican cómo Pegasus de NSO puede hacer que su teléfono funcione como un equipo de espionaje. Bueno, muchos vieron algo parecido en una de las películas de Rápido y Furioso, así que no vale la pena explicarlo aquí.

Alto, pero el gobierno ejerce el monopolio de la fuerza y la defensa de los intereses nacionales. ¿O ¿no? Con órdenes judiciales y enfocadas a los personajes adecuados, las escuchas pueden tirar abajo una organización criminal y asestar golpes devastadores a bandas delictivas. ¿Acaso nadie vio esa extraordinaria serie norteamericana The Wire? Bueno, eso funciona cuando el poder no está en contubernio con los criminales. Creo que no es el caso. Imagino que Luis Estrada tiene suficiente material para una versión azteca de esa gran película que fue La vida de los otros.

Pero el espionaje no se realiza contra delincuentes sino contra quienes nos cuentan lo que el gobierno no quiere que nos cuenten... sobre Casas Blancas, construcciones en Malinalco, trenes chinos, dinero público en paraísos fiscales, y un largo etcétera. Y también sobre aquellos que piden rendición de cuentas y lucha contra la corrupción. Incluso contra un hombre de ciencia, el Dr. Simón Barquera, que además de impulsar la 3de3, fue decisivo en la ley de impuestos en contra de las bebidas azucaradas. A esto podemos sumar una vileza mayor: espiar el celular de un adolescente. El aparato de Emilio Aristegui recibió 40 intentos de intrusión, casi todos entre marzo y agosto de 2016. ¿Qué valiosísima información esperaban obtener de él, si cada infección exitosa cuesta unos 77.000 dólares?

Al parecer, se usa tanto y tan descontroladamente este software invasivo, que casi la mitad de la infraestructura de Pegasus está ubicada en México. El resto de países que lo usan en mucha menor medida, a diferencia del nuestro (guiño irónico), son democracias con graves dificultades (Kenya, Uzbekistán, Mozambique o Turquía, por ejemplo) o monarquías absolutas como (Emiratos Árabes, Qatar o Yemen). La investigación también revela los números telefónicos desde donde fueron enviados los mensajes con los señuelos infecciosos, que podrían ser rastreados en segundos, si se hiciera una investigación seria e independiente. Pero no, aunque Santo Tomás afirma con las pruebas en la mano, el burro niega.

Imposible no compartir la indignación cuando el gobierno tarda tanto en responder y lo hace de una manera tan torpe. No sólo no aplaudimos. Creo que cada vez más mexicanos dudaríamos muy poco en rechiflar en un acto protocolario a un presidente que no da la cara, y cuando lo hace revira con amenazas de investigaciones de a de veras en contra de los difamadores. Me convenzo cada vez más de que estamos ante un Hermano Chiquito, no sólo en estatura física, sino en la ética. Me preocupa, tras lo visto en las elecciones del Estado de México y Coahuila, qué más van a intentar para retener el poder, a un año de las presidenciales.

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