miércoles. 24.04.2024
El Tiempo
Jaime Panqueva
04:57
04/08/18

El verdadero cambio

"Tras el primero de julio se pregonan aires de cambio, sin embargo la mentalidad sigue atada al siglo pasado siguiendo la senda de los combustibles fósiles..."

El verdadero cambio

Cuando se viaja en coche hay paradas tan ineluctables como las caídas de un viacrucis. Mencionaré, por ejemplo, aquella para vaciar la vejiga y la de llenar el tanque de combustible. La primera puede llevarse a cabo de forma gratuita y discreta, según el ingenio del viajero. La segunda, mucho más penosa para el bolsillo, por lo general me obliga a cuestionamientos comunes a todos los conductores de este planeta: ¿Cuánto me va a costar la gasolina? Y, si se viaja al extranjero, ¿es más costosa aquí o en mi país de residencia?

Cuando viajo, mi manía comparadora me hace siempre a cotejar los precios y debo confesar que en las últimas salidas del país, México ha llevado por lo general las de perder. Y eso que desde la implantación de la Reforma Energética se nos dijo que los precios bajarían si el petróleo así lo hacía. Hasta la fecha sólo hemos visto aumentos que no reflejan el movimiento de la cotización internacional del crudo.

Al comparar los precios en días pasados en Colombia, descubrí que en Guanajuato, pagamos entre el 15 y 25% más por la gasolina regular y el diesel, respectivamente. Y esto cuando en México producimos el doble de petróleo que Colombia. Al volver a mis datos de países como Estados Unidos, también productor, y Guatemala, importador nato, las diferencias se mantienen con márgenes muy altos.

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Buena parte de esta diferencia la componen los impuestos. En los Estados Unidos cada estado fija un porcentaje de impuesto por galón y a su vez existe una tasa federal fija que juntos en promedio equivalen a un 17 a 23% del precio. Colombia cobra entre un 5 y un 8%. La tasa impositiva mexicana se encuentra cerca del 30%, es decir, producimos pero la ventaja que podríamos recibir por hacerlo se pierde por un efecto impositivo.

Las diferencias en el caso del diesel, un combustible que por sus características físicas y uso en el transporte de carga debería ser más barato, no posee una explicación más allá de ser una fuente de ingresos extraordinaria tanto para Pemex, que no cesa de dar resultados financieros negativos, como para el fisco Mexicano, que debe cubrir los huecos financieros de las empresas productoras de energía del estado. Con estos niveles de precios es también muy entendible por qué robar combustible a Pemex es tan rentable.

A simple vista podríamos decir sería mejor negocio no producir petróleo e importar sus derivados, como lo hace Guatemala, que ser uno de los mayores productores mundiales. ¿Qué se está haciendo con los gigantescos recursos fiscales provenientes de los impuestos a los hidrocarburos? Y puede seguirse preguntando, si hasta el momento no hemos visto ninguna mejora en el bolsillo del consumidor final ¿Vale la pena invertir aumentar la capacidad de refinación o apostar por otros tipos de extracción como el fracking?

Sobre este último método y en la medida que los precios del petróleo se han recuperado hasta cerca de los 70 dólares por barril, ha vuelto el lobby a favor de esta riesgosa técnica de extracción hasta por parte de periodistas como Sergio Sarmiento, quienes la ven como la gran apuesta para el futuro haciendo a un lado sus gravísimas consecuencias ambientales. Varios estados de los Estados Unidos, como Nueva York, la han prohibido. Colombia, justo por estas fechas está discutiendo un proyecto de ley para vedar su uso. Si algo podemos temer en México es el ínfimo interés de empresas productoras del estado, como Pemex, por el medio ambiente y su cuidado.

Tras el primero de julio se pregonan aires de cambio, sin embargo la mentalidad sigue atada al siglo pasado siguiendo la senda de los combustibles fósiles, anclada en la explotación de recursos no renovables en nombre del mercado internacional y sus intereses, en mantener un modelo exportador cuyo bono si ha aportado prosperidad, también se ha dilapidado desde hace décadas. Requerimos impulsar un cambio verdadero y más decisivo hacia energías limpias y renovables. Hacia la conservación de los recursos acuíferos que ya dan muestras de agotamiento. Hacia el uso, por ejemplo, de la energía eléctrica de forma masiva en el parque automotor, donde hay un campo gigantesco de oportunidades. La inversión en este campo podría crear nuevas industrias y empleos de calidad, creo que allí estaría el verdadero cambio.

 

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