martes. 23.04.2024
El Tiempo
Jaime Panqueva
07:11
21/01/17

La legión de Holk

“Lo acaecido alrededor del caso Monterrey es monstruoso, pero lo que está pasando en la manera en que compartimos y analizamos la información lo es todavía más, porque en vez de crear ciudadanos informados, libres y participativos, se refuerzan prejuicios y se potencia el miedo colectivo…”

La legión de Holk

Tras regresar de un par de semanas de vacaciones, leí la reciente columna de Moisés Naim en el diario El País, De regreso, donde afirma que uno de los graves problemas de nuestro tiempo consiste en que cada vez es mayor la frecuencia con la que acontecimientos inéditos y situaciones excepcionales se vuelven comunes. Dentro de esta dinámica, menciona la banalización de las noticias, es decir, la forma en que las noticias triviales transmitidas por los medios de comunicación eclipsan a las verdaderamente importantes, además de la proliferación de las “noticias falsas”.

Naim menciona, como ejemplo, que la entrevista entre Donald Trump y un rapero obtuvo mayor difusión que el relevo del Secretario General de la ONU. Éste es un efecto bastante común para nosotros en México, pero para adaptarlo a nuestro ámbito nacional podría evocar, a pesar de la tradicional amnesia de comienzos de año, los quince de Rubí; una fiesta de rancho que supo trascender las fronteras, pues hasta fui preguntado fuera del país si había asistido. Gracias a muchos ociosos y a las redes sociales, el revuelo supo eclipsar la inminencia del gasolinazo, que sólo tuvo reacción a posteriori.

A muchos no nos sorprenden las cortinas de humo o la proliferación de spots disfrazados de noticias, llevamos sexenios de costumbre, aunque es imposible negar que la tendencia se ha exacerbado en este último con un gobierno experto en maquillar y desviar la atención de los hechos más reales e importantes. Esto, sin negar la complicidad que recibe de muchos ciudadanos de a pie.

La fuerte competencia a esta maquinaria desinformadora pulula de forma impune en las redes sociales. Las noticias falsas son el pan de cada día y saben adherirse tan bien a las noticias reales, que a veces cuesta trabajo distinguirlas. Y lo peor, el desprestigio de los canales oficiales de comunicación dificulta aún más diferenciar lo veraz de lo falso.

Un ejemplo aterrador lo vivimos esta semana con el tiroteo en una secundaria de Monterrey. Debido al caso, totalmente excepcional, en una escuela privada, se ha reabierto la discusión de instaurar operaciones mochila en las escuelas públicas del país, algo quizá necesario, pero muy discutible en la forma en que desee implementarse [normalizar lo excepcional]. Mientras que se habla poco de programas mucho más necesarios en la prevención de suicidios y depresión juveniles, o de mejorar la calidad y cobertura de las actividades extraescolares, o alternativas culturales fuera del tiempo escolar o en combinación con éste. Asuntos más importantes y casi imposibles de tratar, gracias a los sindicatos que amordazan nuestro sistema educativo.   

Además del repugnante video de la agresión, viralizado por cibernautas igual de repugnantes, las noticias falsas sobre las causas de la masacre se difundieron como la pólvora. Ya no sólo son el Facebook o el Twitter: nuestras amistades se dan el lujo de desinformarnos o sembrar el terror a través del Whatsapp, dando por sentado que las charlas en un grupo de Facebook llamado la “Legión de Holk” convierten a los jóvenes en desalmados asesinos seriales. Desmentida por las autoridades, la noticia falsa opaca la irresponsabilidad de los padres en el cuidado del agresor y la eventual indolencia o descuido de sus profesores y compañeros. Aventar el agua sucia a las redes como ente perverso y anónimo, le quita el rostro humano a sus usuarios, como si no existieran o estuvieran desprovistos de toda responsabilidad.

Lo acaecido alrededor del caso Monterrey es monstruoso, pero lo que está pasando en la manera en que compartimos y analizamos la información lo es todavía más, porque en vez de crear ciudadanos informados, libres y participativos, se refuerzan prejuicios y se potencia el miedo colectivo. Esto es mucho más preocupante a la luz de este dato: más de la tercera parte de los cibernautas en México está por debajo de los 17 años.

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