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Jaime Panqueva
14:12
04/11/16

Madama Butterfly

"Le tomó poco más de tres años, durante los cuales el músico toscano estudió instrumentos orientales, habló con la esposa del embajador de Japón, la escuchó cantar canciones típicas, y bueno, pasó algo que no debía pasar."

Madama Butterfly

Siempre me ha parecido curioso cómo un inglés le aconsejó a un italiano, que no hablaba una palabra del idioma de Shakespeare, que asistiera al teatro londinense con el fin de disipar su tedio. Más curioso aún que este hombre le hiciera caso y fuera esa noche de verano al foro del Duque de York para ver una obra escrita por un judío norteamericano que impresionaba al auditorio con sus efectos especiales sobre el escenario: Madame Butterfly.

El italiano, llamado Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Maria Puccini, se encontraba en Inglaterra supervisando la producción de su éxito más reciente: Tosca, que había estrenado fulgurantemente en su país en enero; y quedó tan prendado del drama japonés que al terminar buscó a su autor y director, David Belasco, y conmovido hasta el tuétano lo sacudió de las solapas rogándole que le vendiera los derechos para convertirla en el tema de su nuevo trabajo. Belasco escribiría en una carta “¿Cómo negociar con un impulsivo italiano deshecho en llanto que en ese preciso momento tenía mi cuello entre sus poderosas zarpas?”.

A partir de entonces, inicia la carrera por construir una ópera a partir de una pieza compuesta casi como un entremés, con 14 minutos sin diálogos, cubiertos con ingeniosos juegos de luz y sonidos “ambientales”, la famosa vigilia de Cio Cio San a la espera de Pinkerton que Puccini recrearía luego con música sinfónica y coros. Lo de esa noche fue amor a primera vista: “Entre más pienso en Butterfly más irresistiblemente atraído me siento”, le escribiría a su editor, Giulio Ricordi, en noviembre de ese mismo 1900, urgiéndolo a cerrar el trato para comprar los derechos; y eso era bueno, pues había comenzado a trabajar con el pacientísimo Luigi Illica al menos en cuatro títulos diferentes: Tartarín de Tarascón, de la novela de Alphonse Daudet; Daphnis, de Charles Paul de Kock; Adolphe, de la novela de Benjamin Constant; y una adaptación de la vida de María Antonieta, de las cuales no terminaría ninguna.

Le tomó poco más de tres años, durante los cuales el músico toscano estudió instrumentos orientales, habló con la esposa del embajador de Japón, la escuchó cantar canciones típicas, y bueno, pasó algo que no debía pasar. Escribe Puccini a Ricordi por ahí por mediados de 1902, “la señora Oyama está en Viareggio, a donde debo verla y tomar nota de lo que cante para mí. Es muy inteligente y, aunque plana, es atractiva.” La vida sentimental de Puccini, que ya para entonces era bastante tensa, se complica más con esta relación y un accidente automovilístico que además de casi costarle la vida, termina con un diagnóstico de diabetes. Al sumar los elementos de la génesis de Madama Butterfly pienso que sería un excelente tema para una película, porque aún hay más: a finales de 1903 tras pelearse agria y definitivamente con sus libretistas Illica y Giacosa, artífices también de sus éxitos anteriores, la ópera está terminada. Con bombos y platillos se prepara un elenco estelar para estrenarla en la catedral de la ópera, La Scala de Milán, el 17 de febrero de 1904. Todo estaba dado para un gran triunfo, sin embargo, la noche inaugural fue en palabras de Puccini: “un linchamiento público de proporciones dantescas”. El desastre sobrevino al conjugarse diferentes factores; rivalidades con otros compositores y editores, extensión desmesurada del segundo acto, a pesar de que Puccini deseaba que toda la ópera se desarrollara en uno solo. A esto algunos le suman el exotismo de la música, pero ya sabemos que cuando las cosas fallan, los diagnósticos sobran.

Puccini, vapuleado por la reacción del auditorio, recibe unas palabras de consuelo de su amigo y competidor Pietro Mascagni, quien también había estrenado años antes una ópera sobre un tema japonés, Iris: “Esta noche tu ópera ha caído, pero volverá a levantarse”.

Tres meses y medio después, el 28 de mayo, tras realizar ajustes en algunos pasajes, añadir el aria Addio fiorito asil, y dividir el libreto en tres actos, Madama Butterfly conoce el éxito absoluto: el telón debió levantarse 32 veces para que saludaran elenco y autor y se hicieron siete bises. A partir de ahí se convertiría en una de sus creaciones más amadas por el público.

La partitura final es el resultado de una quinta revisión, tras haber hecho ajustes para el Met de Nueva York y la Ópera de Paris. Data del año 1907, y con seguridad será la que se represente este domingo en el Teatro del Bicentenario de León bajo la batuta de Federico Santi, con la reposición de la producción escénica de Juliana Faesler. Reaparecerá la soprano Violeta Dávalos, quien estrenó esta puesta hace tres años, como Cio-Cio San. Pinkerton será interpretado también por un conocido del público leonés, el tenor méxico-americano Ernesto Ramírez, quien estrenó la producción de La Cenicienta en 2013. Con ellos alternarán, Rosa Muñoz, como Suzuki, y Jesús Suaste, como Sharpless. No está de más reseñar que la respuesta del público ha sido abrumadora: las sesiones del domingo, 6 a las 18:00hrs., y la del sábado, 12 a las 19:00hrs., están casi totalmente agotadas. Si desea asistir le recomiendo que lo haga el miércoles, 9 de noviembre a las 20:00hrs, donde todavía quedan pocas localidades. Nos vemos en el Teatro del Bicentenario.

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