viernes. 19.04.2024
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Jaime Panqueva
07:47
29/12/18

No olvido el Año Viejo

"...prefiero hablar de la belleza, sabiduría y buena compañía de los libros"

No olvido el Año Viejo

Hace unas semanas, tras casi siete años de llenar de chécheres y libros mi domicilio, me cambié de casa. La mudanza ha sido muy afortunada a pesar del polvo, el peso de los objetos a transportar, las cajas que no cesan primero de llenarse y luego de vaciarse, y las prisas porque todo esté a punto. El trance me ha permitido revisar y reordenar los libros cuyas lecturas, como comentaba el año pasado por estas fechas, son algunas de las mejores cosas para recordar. Antes que quejarme por los vacíos de la cuarta transformación, el saqueo de quienes llegaron robando y ni una engrapadora dejaron en Los Pinos, o los desatinos infames del fascismo mexicano tras el accidente de Moreno Valle, prefiero hablar de la belleza, sabiduría y buena compañía de los libros. Así, que acá van algunos de los que cayeron en mis manos sin importar si fueron novedades editoriales, prestados, robados o comprados en buena lid. (Por cierto, durante la mudanza hice un apartado de libros que he me han prestado y debo devolver el próximo año, algo así como la lista de buenos deseos para el 2019. ;)

Entre los más interesantes para comprender este mundo y lo que nos viene encima, hablaría de Yuval Harari y sus Veintiún lecciones para el siglo XXI, en particular sus memorables capítulos sobre la religión y el laicismo. También a Rob Riemen, Para combatir esta era; En el enjambre, La sociedad del cansancio y La sociedad de la transparencia del coreano Byung Chul Han; El poder de la decencia de Sergio Fajardo; Cultura de Paz, palabra y memoria del Fondo de Cultura Económica; El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty; y Mujeres y poder de Mary Beard. En particular, para todos aquellos que estamos convencidos de que la solución está en la cultura y la educación, puedo recomendarles un refuerzo vitamínico de la pluma de Pablo Boullosa, en El corazón es un resorte.

Celebro también a los amigos que estrenaron sus libros y algunos los trajeron a Irapuato y su Feria del Libro, o los presentaron en los espacios acostumbrados de la región, libros que vale la pena recordar como Tlaquetzalli de Enrique Soriano Valencia, Marca de agua de Martha Favila, El vuelo de la rosa de Miguel Maldonado, Las esquinas del mundo de Macaria España, Nunca más su nombre de Joel Flores, Un reflejo en la penumbra de Fernando Sánchez Clelo, Bien bajado ese balón de Juan Pablo Torres, y Puerta cerrada de Daniel Centeno. 

También las antologías de relatos como Círculos de Agua, de jóvenes poetas del estado de Guanajuato; El tótem de la rana, muestra de microficción de estado editada por la BUAP; Lletraferits, un ejemplar experimento para juntar voces latinoamericanas de paso por Barcelona, compilado sin pretensiones por Bernardo Govea y Gabriel Martínez Bucio, así como el recopilatorio de ejercicios de escritura creativa reunidos por Julia Cuéllar y Mauricio Miranda en Crear en apuros, editado este último por la Ibero de León.

Obviaré los libros clásicos que cayeron por mis manos, por razones de espacio, pues al leer aquellos que deben leerse más de una vez en la vida, surgen comentarios que darían para escribir más libros. Termino aquí con el fin de agradecer a los lectores sus comentarios (en particular cuando los encuentro en la calle o en algún lugar de la ciudad) y les deseo lo mejor para el próximo 2019 que, entre tanto encono y aspaviento, se antoja muy movido. Espero que para bien.

 

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