lunes. 15.04.2024
El Tiempo
Jaime Panqueva
13:33
23/05/16

Pirandello y las hipotecas inversas

"... deberían pensar en instrumentos más imaginativos y menos pervertibles para proteger a sus mayores."

Pirandello y las hipotecas inversas

Luigi Pirandello es conocido principalmente por su obra teatral o quizá por su novela El difunto Matías Pascual, sin embargo fue un cuentista excepcional, tanto que la muerte interrumpe un ambicioso proyecto que trabajó a lo largo de su vida y que llamó Cuentos para un año, ya que su meta consistía en 365 historias, una para cada día. Logró completar la nada despreciable suma de 241.

La semana pasada, al leer las noticias del estado, recordé uno de estos relatos, titulado Il vitalizio o La renta vitalicia. Trata de Maràbito, un sencillo campesino sin familia, a quien la vejez le impide seguir trabajando sus tierras. Dueño de una extraordinaria granja, recibe la oferta de Scinè, un usurero que promete pagarle 2 liras diarias. Mientras tanto, el pagador puede usufructuar la propiedad y quedarse con ella al fallecer el viejo. Anteriormente, uno de sus vecinos había hecho un trato similar, por menos dinero, pues sus tierras no estaban en tan buen estado, y había muerto en seis meses, lo cual resultó un excelente negocio para Scinè. Pirandello dota de una gran dignidad y áureo corazón al viejo que firma el contrato cuando tiene 75 años. La historia, que no tiene desperdicio, termina cuando Maràbito ha cumplido 105 años y ha enterrado a Scinè y a su reemplazo, el notario Zàgara. Con ello no sólo cobra su pensión durante treinta años, sino que mantiene la propiedad de su granja y aprovecha algunas mejoras que habían hecho en ella los difuntos usufructuarios.

Me refiero a esta historia porque desde hace unas semanas se viene comentando la implementación de las hipotecas inversas, invertidas o pensionarias en Guanajuato, con el fin de mejorar la manutención de los adultos mayores. Mediante este sistema, quienes se acojan a ella recibirán un crédito que se desembolsa mensualmente y está garantizado por su inmueble, que pueden seguir habitando hasta que se desembolse todo el crédito, lo cubran o fallezcan. En este último caso, los herederos deben decidir si reembolsan lo cobrado por el difunto para recuperar la propiedad o reciben lo que quede tras liquidar inmueble y préstamo.

Pirandello escribió Il vitalizio cuando en México la esperanza de vida era de 24.2 años; llegar a más de 100 años era casi realismo mágico. La iniciativa avalada en Guanajuato está prevista para mayores de 60 años; si consideramos que la expectativa actual casi le pega a los 78 años, los créditos pueden agotarse rápidamente y los beneficiarios, en caso de no tener posibilidad de cubrirlos, se verían en una tragedia harto diferente a la del viejo Maràbito: se quedarían sin dinero y sin vivienda. Sinceramente, no veo a los banqueros mexicanos conversando con su cliente moroso y anciano en los términos del notario Zàgara, que le espeta de forma socarrona a Maràbito: “Usted vive demasiado, querido mío ¡Mal vicio! Y tendría que quitárselo”. Con seguridad la banca, antes que el vicio, preferiría quitar el inmueble en garantía para cobrarse, pues es indispensable hacer dinero rápido sin importar a costa de quién.

Aunque, y esto debe decirse con franqueza, la idea de la hipoteca inversa no responde por completo al afán de lucro de los bancos, sino a una realidad aún más compleja: estamos abandonando a nuestros ancianos en una época en que cada vez se vive más años, y hasta vislumbramos la posibilidad científica de la amortalidad (como lo comenté en un artículo de hace algunos meses).

¿Estarán nuestros políticos dentro de poco, como lo hizo Taro Aso, el ministro de finanzas de Japón hace unos años, pidiendo a los pensionados que cumplan con el deber patriótico de morir?

Y eso que en Asia, gracias a sus doctrinas religiosas y morales, el cuidado de los mayores es sagrado. Para Confucio, la piedad filial, es decir el cuidado y la veneración de los padres y mayores, era la raíz de la Vía del Cielo. “El cumplimiento de los deberes para con los padres y hermanos mayores es la raíz de la humanidad”, dice al inicio de sus Analectas.

La cuna de Occidente, Grecia, acuñó el término gerocomia, o cuidado de los viejos, amparado directamente por su legislación. Una ley atribuida a Solón y vigente durante siglos, hasta el advenimiento del mundo latino, “obligaba a los hijos, y eventualmente a los nietos, a asegurar a sus padres la manutención y sepultura. Solamente en dos casos el hijo podía ser dispensado de cuidar a su padre (aunque no del entierro): si éste lo había entregado a la prostitución, o si no le había enseñado un oficio. El incumplimiento de estos deberes era castigado en Atenas con la privación parcial de los derechos civiles.”

Creo que más que hipotecas inversas, un estado y un país que dilapidan su bono demográfico, deberían pensar en instrumentos más imaginativos y menos pervertibles para proteger a sus mayores.

Cierro con una frase de Maràbito cuando apenas iba por los 85 añitos: “—¿La vida, excelencia?... Parece larga, pero pasa. A mí se me ha pasado como si estuviera asomado a una ventana.”

Comentarios a mi correo electrónico: [email protected]