Jaime Panqueva
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21/08/21

Prometheus encadenado • Jaime Panqueva

“La ausencia de apoyos a este tipo de proyectos revela la desconfianza que aún tenemos en nuestras capacidades y nuestra gente…”
Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
Prometheus encadenado • Jaime Panqueva

Hace unos meses, me sorprendieron avisos espectaculares en la autopista que va de Irapuato a León, que nos bautizan como el Valle de la Mentefactura. En su diseño, dos jóvenes apuntan con su pulgar hacia la cabeza de donde, se supone, emergen las ideas que pueden transformar para bien nuestro entorno. Desde hace unos años, gracias a un programa cultural de radio por internet, he podido conocer iniciativas que parecen brotar de la ciencia ficción pero ya son realidades en nuestro estado: crear sucedáneos de la madera o los polímeros artificiales a través del cultivo de hongos microscópicos a escala industrial; generación de pruebas específicas para detección temprana de cáncer y otras enfermedades, por medio del genoma de los pacientes; o fabricación de combustibles que reemplazarían al petróleo vía cultivo de bacterias, por mencionar algunos de los más espectaculares.

Pero no sólo en el campo de las ciencias de la vida se está generando conocimiento que podría catapultar científica y económicamente a Guanajuato. También en la robótica existe un proyecto con un enorme potencial, que requiere recursos de manera urgente. Hablo del proyecto Prometheus de Inbiodroid, una empresa que reunió a mentes brillantes como la del Dr. Ismael Sánchez Osorio o el inventor Alejandro Ramos de la Peña, para fabricar un robot que se encuentra en semifinales del concurso mundial ANA Avatar XPrize.

El equipo, integrado también por egresados y estudiantes del Tec de Monterrey y otras instituciones educativas, superó en la primera fase a más de 150 participantes, entre ellos algunos provenientes del prestigioso MIT y la universidad de Stanford. Y es, junto con otro equipo colombiano, el único representante de América Latina en la competencia. A pesar del tamaño del reto, diseñar y construir “un robot avatar que pueda transportar la presencia humana a un lugar remoto en tiempo real”, el equipo de Inbiodroid se encuentra en semifinales y deberá superar el próximo mes una prueba de fuego para acceder a la etapa final, y con ello a una importante bolsa de recursos.

La historia suena muy bien, de no ser porque han carecido por completo del apoyo de los famosos tres órdenes de gobierno. Entidades municipales y estatales de este valle mentefacturero parecen no apreciar el gran potencial de sembrar una semilla en este campo de acción. Se invierten miles de millones en drones y tecnología de seguridad poco eficaz, pero se escatima cada peso que va a la generación de conocimiento, a proyectos que además servirían de inspiración a generaciones de jóvenes, cuyo empuje realmente podría conducirnos hacia ese anhelado valle incrustado en la retórica oficial.

Hasta la fecha, la inversión en equipo y tiempo ha surgido exclusivamente de la iniciativa privada, que ha incurrido en deudas para poder mantenerse en la carrera. Inbiodroid, además, ha buscado financiación a través del micromecenazgo o crowdfunding a través de ¡Vamos Prometheus!, donde cualquier persona interesada puede brindarles apoyo económico.

El titán Prometeo, en la obra atribuida a Esquilo, fue encadenado por Zeus, no tanto por haber entregado el fuego y otros secretos a los mortales, como la escritura, los números o el uso de los minerales. El padre de los dioses conocía y temía el don de la profecía de Prometeo, y por ello le exigía revelar su futuro a cambio de su libertad. El titán se negó y fue sometido a tormento, encadenado a una montaña del Cáucaso, hasta ser liberado por Heracles, hijo del mismo Zeus.

Nunca el futuro de la humanidad, y en particular de este valle, ha dependido tanto del conocimiento, de la capacidad que tengamos para generarlo y, a través de él, solucionar nuestros problemas sin recurrir a soluciones fabricadas en otros lados a precios exorbitantes.

La ausencia de apoyos a este tipo de proyectos revela la desconfianza que aún tenemos en nuestras capacidades y nuestra gente; es la cadena que nos mantiene presos a la roca. Ojalá estas líneas sirvan para reflexionar y muevan a la acción a los responsables. El futuro del valle se construye con las decisiones del presente.

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