miércoles. 17.04.2024
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Apostillas para el Teatro del Bicentenario

"Lo cierto es que todos los conceptos de la vida cotidiana financiados con recursos públicos deben ser sometidos a un análisis costo-beneficio, y auditados en su funcionamiento, sean de índole cultural o de cualquier tipo."

Apostillas para el Teatro del Bicentenario

En el artículo El teatro del bicentenario y el apartheid cultural de León, publicado en este mismo espacio, analicé la tendencia del Gobierno del Estado de Guanajuato a beneficiar a la elite económica, subsidiando los eventos que se presentan en el mencionado recinto cultural y excluyendo a artistas, grupos culturales y eventos leoneses en lo particular y guanajuatenses en lo general.

En comentarios al referido artículo, algunos lectores argumentan que un recinto cultural no debe ser evaluado con la técnica del costo-beneficio, y que ninguno de ese tipo tiene la obligación de promover los talentos culturales regionales.

Ambos comentarios responden a intereses ya tocados en ese texto. Lo cierto es que todos los conceptos de la vida cotidiana financiados con recursos públicos deben ser sometidos a un análisis costo-beneficio, y auditados en su funcionamiento, sean de índole cultural o de cualquier tipo. Si sus gestores o administradores no quieren ser supervisados por autoridades públicas, siempre cuentan con la opción de construir su teatro y financiarlo con fondos particulares.

¿Subsidio o inversión social?

En todas las sociedades existen ganadores y perdedores, como consecuencia del proceso económico denominado Libre Mercado.

El Gasto Público es un instrumento de gobierno, que se destina para disminuir los efectos nocivos del mercado sobre las personas que no tienen recursos.

En el caso del presupuesto a la cultura, existen partidas presupuestales destinadas a generar eventos culturales, y su naturaleza consiste en beneficiar a la población, buscando un equilibrio entre su costo y la cantidad de beneficiarios a quienes llega.

Por ejemplo, el Palacio de Bellas Artes produce eventos de diversa índole, incluyendo la ópera, espectáculo muy costoso, a los que lo mismo asisten personas de las colonias Polanco, del Valle, del cerro de La Estrella o de Ciudad Nezahualcóyotl, porque los precios son accesibles.

Este ejemplo rompe el tabú de que sólo los adinerados pueden asistir a espectáculos de la denominada alta cultura, con lo que la educación y la cultura terminan siendo apropiadas por una amplia gama de clases sociales.

En León también la educación y la cultura han sido una conquista, tanto de habitantes que viven en el Campestre como de quienes habitan en el Coecillo, en San Miguel, incluso en colonias menos afortunadas, como la 10 de mayo.

En comentarios al artículo publicado, un político con gusto por la alta cultura (recuerdo al señor Amador Rodríguez en una polémica contienda electoral con el Dr. Manuel López Sanabria –qepd-, entendida históricamente como un gran fraude[1]) me dice que soy provinciano porque no acepto la cultura externa y me guío por una todología cultural, en los términos siguientes:

“Admirable el provincianismo del autor, aunado a su todología cultural. De los que crean que los recintos culturales deben tener la obligación de presentar artistas lugareños solo por el supuesto derecho que te da una ubicación geográfica -irrelevante para el arte universal- sin importar la calidad......líbranos señor.”

El señor Amador Rodríguez confunde el tema: el artículo critica que el presupuesto de este recinto sea destinado sólo a financiar los eventos reservados a la elite.

Respecto a mi supuesta todología cultural: la operación del presupuesto público (el Teatro del Bicentenario vive principalmente de éste, debido a que cuenta con un subsidio anual del Gobierno del Estado de Guanajuato) siempre es determinada por una política económica, que incluso rige el actuar cultural.

En el caso del estado de Guanajuato, los últimos siete gobernadores han seguido la política pública denominada Economía de oferta, particularmente en lo que corresponde a la Teoría de la economía de la filtración descendente (algunos periodistas lo llaman neoliberalismo).

Esta escuela dice que hay que beneficiar a los ricos de una sociedad para que sus beneficios acumulados se filtren a los demás miembros de ésta, por medio de la generación de empresas y empleos.

El caso más extremo en México fue la venta de Telmex, con valor de 8.5 mil millones de dólares en el momento de su venta. Cuando el gobierno de Carlos Salinas la transfirió al grupo CARSO de Carlos Slim, France Telecom y Southwestern Bell, quienes pagaron 1,700 millones de dólares en diciembre de 1990 para adquirir una participación de control del 20.4% de la empresa, que incluía el 51% de los votos en ella.[2]

Como se puede observar, la empresa se vendió en una pequeña parte de su valor en el mercado de valores, porque el gobierno estaba decidido a respaldar su conversión en una multinacional privada, protegiendo incluso su condición de monopolio telefónico a lo largo de 10 años. Esto es una muestra flagrante de apoyo a los más ricos, cueste lo que cueste.

Esperamos que el señor Amador Rodríguez demuestre que no es un provinciano, y pueda leer y comprender lo que se dice en los mencionados textos.

En el caso del Teatro del Bicentenario, el gobierno invierte en su construcción y operación, buscando que la elite pueda mejorar su cultura, para que en sus decisiones logre una capilaridad hacia abajo.

Esta teoría está completamente desacreditada en la realidad, y sobre todo demostró ser un gran fracaso en la Gran Recesión del 2008.

En Guanajuato las autoridades no aprenden de las lecciones, pero en el futuro se demostrará que es un fracaso, incluso la aplicación del presupuesto público en la cultura, pues lo destinan a un club cerrado, que no produce una cultura de calidad propia, está destinada al olvido.

La alta cultura y los lugareños

El señor Amador Rodríguez afirma que los eventos culturales deben tener calidad, y no tienen por qué promover a artistas lugareños.

En realidad el TB se ha convertido en un club de elite, donde la apariencia de cultura es lo principal.

Lo esperable sería que el recinto cuente con un criterio de selección donde se acepten los productos culturales que envía el centro cultural de México, pero también promueva los eventos producidos en la región.

En mi artículo mencioné como ejemplo comparativo el modelo de difusión cultural aplicado a través de los años por la Universidad de Guanajuato, desde cuya iniciativa surgió y se desarrolló el Festival Internacional Cervantino, además de que bajo su cobijo han nacido orquestas de cámara, una sinfónica y gran cantidad de grupos teatrales.

Por si al Teatro Bicentenario le faltaran ideas sobre utilidad social de la cultura

Para incrementar su utilidad social, el Teatro Bicentenario cuenta con la opción de incorporar a los artistas de la región, entre quienes no sería justo discriminar a quienes no se mueven al servicio de la “alta cultura”.

En forma paralela, desarrollar con esos espectáculos giras en diversos escenarios del país, para que el dinero que subsidia al recinto, también sirva para exponer la calidad cultural regional.

Existen más de 50 universidades en León; muchas tienen los más diversos grupos teatrales y musicales, como orquestas de cámara, que gustosas los aportarían para beneficio mutuo el resultado de sus esfuerzos.

También se podría organizar festivales de artes escénicas con los grupos locales, lo que además de propiciarles una difusión decente, permitiría identificar lo mejor de la creación leonesa.

Por otra parte, el vestíbulo podría alojar muestras pictóricas, escultóricas,  conferencias magisteriales o presentaciones literarias.

Respecto a eventos provenientes de fuera de León, denominados de alta cultura por los directivos del teatro, podrían compartirlos con un público más amplio, instalando sillas y una o varias pantallas en los espacios abiertos y gratuitos del Conjunto Forum Cultural, para que los aprecien quienes deseen asistir a una de estas representaciones pero no tengan dinero.

De esta forma se comparte cada uno de los eventos, y el subsidio que el gobierno da a este teatro beneficiaría a un mayor número de personas.

Por otra parte, también los habitantes de colonias populares (polígonos de pobreza, ahora rebautizados “de desarrollo”) tienen derecho a esa "alta cultura". Ofrecerles funciones no comerciales, o con precios rigurosamente subsidiados, en horarios distintos (matutinos, por ejemplo), darían otro sentido social a las actividades del recinto.

En otro artículo describiré como la política fiscal puede beneficiar también a la mayor parte de la población, pero este artículo se desviaría de su objetivo principal si profundizo en ese punto.

Finalmente el subsidio está dentro de la política fiscal, y ésta tiene como una de sus funciones reducir los desequilibrios en la distribución del ingreso.

Addeudum

En El teatro del bicentenario y el apartheid cultural de León mencioné por error que la sala principal del TB tiene 500 lugares, cuando lo correcto son 1,500.

Aplicada esta corrección, se puede decir que el subsidio para cada espectador por función es de $721.70 pesos.

Si el espectador paga por su función, en este sentido el subsidio es menor.

Este subsidio es por infraestructura; en el cálculo no se aplica el subsidio del gasto mensual o anual.

La forma en que se calculó este subsidio es la siguiente:

Si el TB costo en su inauguración 560.8 millones de pesos.

Al pasar los años han pasado 5 años y 10 meses.

Aplicando la tasa de interés compuesta, el valor es de $709, 864,268.50

A partir de este dato se tiene el valor actual del TB.

El desgaste del TB es el que se da por razones de uso y se calcula con una tasa, la cual es el interés que daría el monto invertido si se hubiera destinado a otros fines.

Se aplica la tasa interbancaria más pequeña, que está en 4.27%

Nos da que cada año se desgasta el TB la cantidad de $30, 311,204.27

Como en los últimos años se han realizado en promedio 28 eventos por año, cada evento tiene un valor de desgaste de $1, 082,543 pesos.

Como el TB tiene 1,500 asientos, y suponiendo que todos son ocupados en cada función, el subsidio para cada espectador es de $721.70

Sería conveniente saber el presupuesto anual del TB para obtener el subsidio real, que es mayor.

 

[1] http://www.proceso.com.mx/2690/en-leon-candidato-priista-y-parroquial

[2] Vease Keith Bradser: Regulatory Pitfall in Telmex Sale, en New York Times del 7 de diciembre de 1990, disponible también en el libro The price of inequality de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de economía 2001.