Codicia

"El economista Lesther Thurow afirmo que el valor fundamental del capitalismo es la codicia"

El economista Lesther Thurow afirmo que el valor fundamental del capitalismo es la codicia.

Es el cemento que une las piezas de la estructura del capital y hace que funcione.

Es el combustible que mueve los sentimientos del ser humano para atesorar productos, capitales.

En fin, es toda una gama de valores derivados de la posesión de los recursos materiales, humanos y financieros a disposición.

Según Thurow, la codicia ha permitido al ser humano lanzarse a buscar tener más dinero, productos, objetos.

Esta posesión le permite al ser humano codicioso mostrar y presumir la posesión de objetos materiales y, sobre todo, sentir superioridad ante quienes no tengan la codicia como un valor esencial.

Simplemente basta ver la ostentación de riqueza en las clases medias y las adineradas, como para observar que los valores trascendentes sólo se dejan para los domingos y días de guardar.

También la acumulación de capital en unas cuantas personas ha sido enaltecido en los medios gubernamentales, por los periodistas que en realidad son publicistas de los dueños del capital.

En fin, la codicia constituye una forma de vida que ha desplazado los valores tradicionales de bondad y bienestar para las mayorías.

John Maynard Keynes decía que tendremos aún 100 años de economía sucia, y cuando hayamos asimilado la cultura de la economía armónica, entonces el ser humano volverá a sus valores iniciales, utilizando a la economía como un medio, en lugar que un fin, como es en la actualidad.

La codicia en México

El Senado de la Republica, la Presidencia de Peña Nieto, el PRI, el PAN y el Verde (votando por un amante de la tauromaquia y contaminador con desechos mineros), han enaltecido a la codicia.

Votaron por Alberto Bailleres, que aunque emprende muchos negocios, su principal fuente de dinero fue la herencia de la fortuna iniciada por Raúl Bailleres en Silao, más que el emprendimiento.

Sin la modificación de la política financiera de los bancos y –en general- del torpe sistema financiero mexicano, otorgar la medalla a cualquier concentrador de riqueza es una broma de mal gusto.

Sin la modificación radical de la política de ciencia y tecnología, que permita a México entrar en la era de idea factura en lugar de manufactura, es como que las autoridades ya se acostumbraron a que juguemos siempre en tercera división de la economía mundial, esperando que los inversionistas extranjeros solucionen nuestros problemas.

Es como dar el premio de atletismo a un futbolista.

Habiendo miles de premios a los empresarios, tuvo que ser la Belisario Domínguez, presea que se coloca como cuando fue otorgada a Fidel Velázquez.

Bailleres no es un emprendedor en sentido estricto, tal como lo observamos con emprendedores revolucionarios al estilo Billy Gates, Zuckerberg y otros parecidos.

En realidad el premio se le dio porque es el dueño del ITAM, institución que tiene como aprendizaje la economía emanada de la Escuela de Chicago, y que porta el estandarte de los Neoliberales.

Esta ideología la ha aplicado el gobierno desde 1983 y el mensaje es: “háganle como quieran: la política económica, el modelo de desarrollo practicado en los últimos 35 años seguirá, les guste o no les guste”.

Y así no quieren que ganen los populistas en 2018.