viernes. 19.04.2024
El Tiempo

A vueltas sobre el mismo tema

A vueltas sobre el mismo tema

¿Qué  sucede cuando una persona vuelve y vuelve sobre un mismo tema de consulta en consulta? Uno suele consultar a alguien porque busca una solución, una posibilidad para atajar lo adverso, en cuyo caso puede sonar algo extraño escuchar que alguien vuelve y vuelve sobre el mismo asunto. Pero ocurre, y tal vez no haya nada de extraño en esa reiteración.

Los enfoques pueden ser varios: por una parte, a lo mejor hace falta ampliar la mirada en sentido horizontal y cubrir varias otras cuestiones aparte de la que nos hizo movernos de nuestro sitio de confort. O bien quizá se trate de una profundización, de un ir más a fondo en un asunto. De cualquier modo, sucede más o menos lo mismo: aparte de lo prioritario que nos llevó a la consulta, hay otras cuestiones agazapadas en las capas de nuestro recuerdo, en las entretelas de nuestra emoción y sentimiento, en el trasfondo de nuestras palabras.

Sucede que en ocasiones la exploración requerida es ocupa más espacio, ocupa más  tiempo, requiere atención especial o detenida. ¿Qué tal la relación de un hijo con su padre? A primera vista, cabe suponer que si uno reconoce la cuestión crucial no resuelta con papá, basta con una sola constelación. Ese es un principio. Sin embargo, las relaciones con los padres son por demás sencillas, y se reducen a amarlos como son, a reconocer que han dado la vida a su hijo, y que éste se ocupará por sus propios medios de seguir su destino.

¿Suena a bastante sencillo? Pues llega a ocurrir que hay hijos que no consiguen amar a su padre como él es, a tal grado que llegan a repelar de la vida otorgada y a negarle el mérito mayor.  Por lo tanto, su vida carece de fuerza, de amor, de paz. Lo interesante es llegar a saber por qué no lo puede amar tal como es. ¿Considera que lo trató injustamente? ¿Se siente agraviado por lo que alguna vez le fue dicho, o por la manera en que le fue expresado? ¿Hay acaso un límite impuesto por el padre que se ha vuelto infranqueable? ¿Secretamente, existe el deseo de ser igual que el padre, y como no se da el ancho, emerge el enojo, el distanciamiento, el callado reclamo al padre? ¿Se sigue mirando un hecho inenarrable, ocurrido años, muchos años atrás, sin poderlo perder de vista? ¿Se añora posiblemente y en silencio la caricia que  nunca llegó del padre, ese abrazo que se esperaba reconfortante y protector? ¿Está puesta la mirada en los castigos del padre y no en el nutrimento que brindó? Incluso puede haber hechos, frases, asuntos, que no se recuerdan pero cuya influencia es todavía aguda, y permanecen en la sombra del recuerdo.

No se trata aquí de mirar algún asunto consultable, sino de asentir a la posibilidad de que todos esos asuntos estén empujando en un mismo instante, y en consecuencia estén haciendo muy difícil de llevar la vida. Por ende, como si se tratase de una cebolla, la persona ha de ir quitando los fardos de su existencia, capa a capa, y por los más diversos medios, ya que no todo se reacomoda con el mismo instrumento.

En ocasiones hace falta una consulta formal, otros asuntos requieren trabajo manual o despliegue físico, unos más ocupan hechos de vida, alguna osadía o un valiente atrevimiento. A veces viene bien acercarse a lo que menos se desea, con otras herramientas puede promoverse un sano distanciamiento, una diferenciación provechosa. Y es que esta ruta lo que hace es volvernos a mostrar cómo funciona la vida, cómo en su desenvolvimiento caben todas las opciones: la de los ojos cerrados, la de los ojos abiertos, la de la imposición, la de la persuasión, la de la asunción de algo sin que nadie me lo pida, la del aprendizaje a vuelapluma, de lo significativo mediante un oir al paso, y una gama infinita más.

De modo un tanto semejante, con la conciencia propositiva de acomodar lo desordenado, es posible valerse de cualquier experiencia para mejorar lo que se lleva de vida: cosas que hago como mi padre, situaciones en las que voy más allá de lo que mi padre alcanzó, diálogos con especialistas que me conducen a la comprensión, hechos con los que me hago igual a mi padre (por ejemplo procrear un hijo). Todo junto ha de rendir una posibilidad también.

Así como el caos se apelotona en la puerta de nuestro amor, así las opciones liberadoras llegan, ofrecen sus buenos oficios, dejan algo valioso en nuestras manos y se llevan también algo. Entonces, estar a vuelta y vuelta sobre un mismo asunto no quiere sino decir, quizá, que un trabajo arduo está por  llegar a nuestra vida, una operación mayor, que va a exigir pero también a dar mucho de sí. Sin cerrar la puerta, asentimos, y nos ponemos en la disponibilidad de trabajar, en disposición de hacer plata con la tierra.