miércoles. 24.04.2024
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Más allá de la voluntad

Más allá de la voluntad

Con más frecuencia de la que quisiéramos, en cada una de nuestras relaciones suele haber motivos que están más allá de nuestra voluntad o de nuestro alcance para la realización. En un trabajo hay quienes permanecen, no movidos ya por el entusiasmo de su quehacer, sino por razones que tienen que ver con la manutención, la atención de una enfermedad o la posibilidad de conseguir una cierta estabilidad. En una relación amorosa, pasa también a veces que las personas no agitan las aguas porque vivir en el desamor o la ausencia de alegría es algo que tiene que experimentarse como inherente a lo conyugal, por la fuerza de algunas ideas marcadas a fuego en las personas, como aquella de que vayan como vayan las cosas el matrimonio es para toda la vida, o la certidumbre de que a uno nadie más, aparte de la persona con quien convive, podrá apreciarlo o quererlo. Hay niños que se quedan en escuelas inaguantables, solo por el hecho de que están cerca de la casa, porque ya empezó allí el ciclo escolar, porque hemos escuchado decir que la institución es confiable.

Con ejemplos como esos, la lista puede prolongarse, en cuyo caso estaría dejándonos a la vista una situación que requiere por demás atención: ¿cuánto de lo que hago me proporciona una satisfacción verdadera, de ojos abiertos, en la que pongo en juego lo mejor de mí? ¿En cuántas ocasiones, sea cual sea el hecho vivido, se paladea la sensación de estar en el mejor lugar para uno? Como decía, con más frecuencia de lo que quisiéramos emprendemos y realizamos acciones, muchas de las veces durante largos lapsos,  que tienen poco que ver con uno, con la voluntad de uno.

Lo interesante radica en darse cuenta de ello. ¿Cómo? No es fácil dar pie con bola, pero los indicios tal vez nos muestren por dónde enfilar los pasos. Una revisión serena de lo que se hace en el contexto de la red familiar bien puede ofrecer evidencias, guiados por preguntas como la siguiente: ¿así como yo estoy viviendo con mi pareja, quien antes de mí, entre mis ancestros, lo vivió? ¿Una condición así de adversa, en lo laboral, por sacar a relucir un botón de muestra, quién la padeció entre mis parientes mayores antes que yo? Esto que realizo, ¿cumple mis expectativas realmente o sirve para proveer algún tipo de seguridad o confianza a alguien entre los míos? ¿Mi manera de concebir el éxito se parece a la de alguien de mi familia, quién habrá llegado lo más alto? ¿Me siento en plenitud y realizado con esto que hago, o más bien me esfuerzo en no fallar en ser un buen esposo o un trabajador no problemático o un amigo solidario?

Interrogantes de esa índole lo que hacen es llamar nuestra atención sobre las motivaciones de nuestros actos, de tal suerte que nos ayudan a percibir si estamos repitiendo un patrón familiar, si estamos intentando ayudar a alguien en específico de nuestros consanguíneos, si nos adherimos con solidaridad a la forma de vivir de otro familiar. En este sentido, una mujer se casó con un estudiante de medicina, los dos muy jovencitos, porque había experimentado la pérdida de miembros de su familia debido a la falta de atención médica a la mano y confiable. Un hombre, trabajador y con talento, no podía tomar un puesto de mayor jerarquía porque no quería sobrepasar el nivel de logros de su padre. Un estudiante se resistía a pasar sus materias porque intentaba asemejarse a un abuelo que, sin estudios, pudo ser exitoso. Y así la lista de ejemplos puede continuar.

Lo interesante radica en darse cuenta de ello. ¿Cómo? No es fácil dar pie con bola, pero ayuda mucho poner la atención, con la mayor serenidad posible, en las facultades y talentos propios, en mirar cómo se han ido desplegando, cuáles senderos han seguido, qué resultados han producido. Y claro, añadirle un ingrediente indispensable: ¿Cómo me siento con lo realizado? De estas respuestas, obviamente, emergerá una imagen, una sensación, una certidumbre, de que estamos obrando por nuestra propia vida o bien de que tal vez estamos cumpliendo las expectativas de otro o de otros.

Cualquiera que sea el caso, será la oportunidad de marcar el comienzo de una nueva etapa, en la que afirmaremos nuestras posibilidades, buscaremos acercarnos a la plenitud con base en la experiencia adquirida, o dejaremos de ir por derroteros que no nos corresponden. Aquí lo interesante pierde su valor, para ceder la preeminencia a la voluntad, al espíritu de riesgo, al esfuerzo concentrado, como soportes de un actuar que quiere no más de lo mismo, que se empeña en producir solo plenitudes, solo caminos con destinos promisorios y con promesas cumplidas.

La tarea no es fácil, como bien dice el dicho. Si lo que buscas es seguridad, la playa es buena; pero si lo que quieres son perlas, ésas están en el fondo del mar, y hace falta atreverse.