viernes. 19.04.2024
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Su Majestad Bárbara I

Su Majestad Bárbara I

Se ha decidido abolir la monarquía en León. Ya no habrá, por lo menos en esta administración, más reinas de la ciudad. La orden ha sido dada por el DIF municipal y su pseudo presidente de Consejo, Tomás Botello. Todos sabemos, sin embargo, que la decisión está tomada por la presidenta municipal: Bárbara Botello I.

No es la primera vez que una monarquía es destituida por modelos políticos más actualizados, sean republicanos o no. Todos conocemos el sonado caso de María Antonieta de Austria, consorte de Luis XVI. A ambos les cortaron la cabeza, o lo poco que quedaba de ella. La guillotina dio paso a la nueva era. Antes, como ahora, la ejecución no fue el más efectivo método para que se alcanzara la democracia. La Francia de entonces tuvo que esperar todavía muchos años y hasta el ridículo de ver a Napoleón coronarse a sí mismo en 1804, antes de ver una república como Dios manda. Las imposiciones y los despotismos son eso, sea por parte de un monarca, o por un grupo de maleantes venidos a demócratas. Guardadas las proporciones, ahora estamos hablando de una monarquía de la aristocracia leonesa de pacotilla, que es destituida por la guillotina de una administración municipal de plástico.

La abolición de la monarquía leonesa no inició con la disposición de sustituir las funciones de la Reina de León. Sucedió antes, cuando Bárbara I decidió imponer a su propio hermano como Presidente del Consejo del DIF municipal. Desde ese momento nació mi sospecha de que esta designación estratégica no sería la única sorpresa que nos tendría deparada esta paramunicipal. No alcanzo a ver, sin embargo, cuál es la utilidad política de la anulación de esta cursi tradición, pero podría dar mi reino y todas las joyas de mi corona por asegurar que hay alguna.

Lo patético del caso es que la figura que se ha creado para sustituir a la Reina de la ciudad, acabará siendo una triste nobleza que acompañe a la verdadera emperatriz. Estos diez chicos y chicas que con toda buena voluntad se han prestado para formar el Consejo de Participación Juvenil (se acordará usted de mí cuando los vea acompañando a Barbra I en sus eventos altruistas), han caído en la trampa de la demagogia. En resumen, todo está mal en este proyecto: el intento por abolir la monarquía de la aristocracia está auspiciado por una presidenta con ínfulas de dictador; la ciudad se quedó sin fiesta de coronación que, por cursi que fuera, era fiesta al fin. Y lo peor, es que la genuina participación ciudadana de los jóvenes, sigue sin ser verdaderamente atendida por el gobierno municipal.

Reacciones del imperio

Tras la eventual abolición de la monarquía leonesa, algunas reacciones del royalismo más conservador se han deja sentir. Un colega y amigo me acercó el artículo que doña Lourdes Casares de Félix, marquesa del Código Naranja y Primera Comandante del Batallón quemalibros de Biología, escribió hace días al respecto. En el texto, doña Lourdes amargaba con pena, criticando sobre la catastrófica decisión de abolir la figura de la Reina de León.

Para esta duquesa de la Vela Perpetua, La reina es la chica del momento, con su corona, sonrisa y encanto despliega una especie de magia a donde va. La gente quiere verla con su gala y su corona. Es un ejemplo para muchas chicas que se emocionan cuando la ven. Podemos deducir entonces, que desde la visión de esta funcionaria, encargada por cierto de intervenir contra la violencia hacia las mujeres en Guanajuato, la figura aspiracional de las chicas debe ser la de alguien rodeada de galas, coronas y las ostentaciones propias de una figura dulcemente despótica. Nadie le ha acercado a esta emisaria de Maximiliano un calendario actualizado. Nos urge fortalecer imágenes de mujeres dignas, no por su realeza, sino por su realidad; y esta mujer sigue pensando en que lo más importante de las mujeres es la magia, las coronas, la elite y la mano emperifollada que se acerca a dar limosnas.

Según la visión de Casares, la Reina de la Ciudad tenía altísimas responsabilidades. Dice: El trabajo de una reina de la ciudad mueve corazones, provoca sonrisas, transmite emociones, reparte besos y abrazos y hace sentir especial a aquellos que reciben su atención. En resumen, nada más alejado a los valores de solidaridad verdadera, de organización comunitaria, de fraternidad en el trabajo y el acompañamiento. Casares quiere una hada madrina auspiciada por el municipio y las clases privilegiadas; le suena ralo y raro que un Comité de Jóvenes puedan hacer lo propio.

Al final del día, temo creerlo, se ha decretado prescindir de una tradición asistencialista y decadente como la Reina de la Ciudad, y se ha creado una pseudo nobleza venida a Comité Juvenil, comparsas de la nueva dictadora. La reina ha muerto, viva la señora presidenta.

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