Votar sí, lección uno

"¿Vale la pena votar? Sí. Siempre valdrá la pena, y me atrevo incluso a recalcarlo aun cuando en la papeleta todo nos suene a lo mismo. Parece absurdo, pero así se va perfeccionando nuestro sistema"

Votar sí, lección uno

Por todos lados hemos visto y escuchado la publicidad de los partidos políticos y sus insignes candidatos. Los hay quienes se postulan como diputados locales, federales, presidentes municipales, amigos personales o mesías infalibles.

Y el ciudadano, hombre o mujer de a pie que ha contribuido con su dinero para pagar toda esa vorágine publicitaria, se queda en muchas casos con las preguntas que tenía antes de las campañas y queda pasmado a unos días de la jornada electoral. Enumero las cuatro dudas más recurrentes que yo he escuchado:

  1. ¿De qué es capaz un diputado local (además de sonreír)? Es decir, ¿tiene algún sentido solicitarle servicios una vez que esté ejerciendo el puesto? ¿Pesa la opinión de un diputado local al momento de resolver problemas inmediatos del distrito?
  2. ¿Cuáles son las facultades de un diputado federal, siendo que vivirá muy lejos de nosotros, en cuerpo y alma? ¿Allá en San Lázaro le pagan por apoyar las causas federales de su partido o tiene alguna autonomía para atender las de mi distrito?                                                                                    
  3. ¿Vale la pena votar aunque nadie me convenza?
  4. ¿A qué partido beneficio si decido no votar o acudir a la urna y anular mi voto?

Todas y cada una de estas preguntas son válidas. De hecho, hay quienes llevamos muchas elecciones en nuestro haber y no acabamos de contestarlas todas con éxito. Sin embargo, las más urgentes de resolver a una semana de la jornada electoral, son las dos últimas.

¿Vale la pena votar? Sí. Siempre valdrá la pena, y me atrevo incluso a recalcarlo aun cuando en la papeleta todo nos suene a lo mismo. Parece absurdo, pero así se va perfeccionando nuestro sistema. Hagamos una comparación simple. Imagine usted que es un profesor de sexto de primaria. Los niños se han inscrito a su clase e inicia el curso. Al entrar al salón y hacer el primer ejercicio, se percata de que los chicos no saben leer. Es evidente que no puede, ni suspender la clase, ni pedir al director del colegio que le cambie de alumnos. Mucho menos puede renunciar a su trabajo y decidir que, como los alumnos no están a la altura de las circunstancias, el martes no habrá clases. Lo que sucederá es que pondrán a otro profesor en su sitio.

Un maestro responsable perfeccionaría el sistema, dentro de lo que cabe y contando con lo que cuenta. México ha avanzado en su sistema democrática de una forma desigual. En algunos aspectos, tenemos logros significativos (la alternancia, por ejemplo); en muchos otros, tenemos retrocesos preocupantes (la inversión multimillonaria que se hace para financiar a cientos de inútiles que dicen representar a la ciudadanía).

No podemos desistir aunque no haya calidad en los representantes. Como lo haría el maestro de primaria, debemos seguir trabajando en lo que nos toca. Salirse del salón a llorar bajo el árbol sólo permitirá que allá adentro gobierne el más abusivo.

¿A qué partido beneficio si decido no votar? Definitivamente a todos. Los partidos grandes incrementarán sus números, y los pequeños accederán a beneficios que creías que no merecían. La abstenciones o la anulación simplemente no cuentan en la sumatoria. Nadie se dará cuenta del berrinche que crees estar haciendo, y mucho menos se percatarán de que lo hiciste tú. Tu voto nulo o ausente se perderá en el mar de la nada. En cambio, los votos de los que sí acudieron, acabarán valiendo más que antes.

Regresemos al salón de clase de sexto de primaria para ilustrar lo dicho: el grupo hará una visita al museo. Las posibilidades se reducen a los únicos  tres sitios del pueblo, por demás conocidos. Como el grupo no se decide, el profesor organiza una votación. Ante el desencanto, el único en votar es el hijo del taquero que tiene su puesto junto al más aburrido de los museos. El profesor no suspenderá la visita; lo que sucederá es que ese único voto valió mucho más que antes y decidió por todos ¿Gracias a qué? Al silencio y la omisión.

Sí, ya sé que hay desencanto, desconfianza y despapaye. Ya sé que hay temor, rencor y hasta mal humor. Pero también hay un salón de clases que se llama México y que con tumbos y jalones, tiene qué aprender a leer su nombre, a escribir su futuro y a cantar victoria en medio del desierto. Vaya usted a votar. Luego, regresando a casa, escuche los resultados, mire fijamente al candidato triunfante y no le pierda de vista, cácelo como a una presa y exprímale lo que deba dar. De lo contrario, deje usted el puesto de profesor y ciudadano y pase a sentarse y guarde silencio en lo que resta de la sesión. Vaya pues a votar, es la primera de las lecciones, la básica, la obligatoria por voluntad propia.