martes. 23.04.2024
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¿Cuánto vale la alegría Navideña?

¿Cuánto vale la alegría Navideña?

Era una vez una época en la que los niños soñaban con las fiestas decembrinas porque verían a los primos y tíos que vivían lejos, por las historias que contarían los abuelos, por las velas y los dulces al pedir posada y los gritos de alegría al romper la piñata. Usualmente las familias cooperaban con los guisos y gastos, los hijos mayores ayudaban poniendo o recogiendo la mesa y entre varias voluntarias se lavaban los trastes mientras se degustaban los restos de aquella espléndida comida y se ponían al tanto de las novedades de los hijos, los primos y recordando anécdotas familiares.

Los niños se esforzaban por ser buenos y obedientes mientras más se acercaba la  gran fecha, para merecer algún regalo del Niño Jesús, Santa Claus o los Reyes Magos. Claro que mientras más méritos se hacían, se podría esperar quizás hasta un regalo adicional. ¡Y ni qué decir de los regalos navideños familiares! Al principio, los abuelos, padres y tíos juntaban pequeños detalles para cada miembro de la familia. En otras ocasiones se rifaban los nombres para el intercambio, y cuando la crisis hacía acto de presencia, se cooperaban para juguetes y dulces sólo para los más pequeños. Pero nunca se alteraba la alegría, el entusiasmo y la ilusión. Cualquiera que fuera el regalo, era bien recibido y aplaudido por todos.

Los cambios sociales y tecnológicos han dado giros radicales a las expectativas de esta época invernal. La mercadotecnia y los medios de comunicación bombardean con tiempo de sobra la “necesidad” de obtener artículos de moda, de última generación. Esto, aunado a la nueva dinámica familiar, donde la familia tradicional se complementa con familias monoparentales, parejas dink (Double income, no kids. Doble ingreso, sin hijos.). Las jóvenes parejas, acostumbradas a centralizar sus necesidades requieren ahora establecer el orden de las visitas familiares. Las disputas por custodia y preferencia en conflictos de divorcio generan en muchas ocasiones una competencia de regalos por el título del “mejor padre”. Las comparaciones en diferentes grupos presionan, no sólo a los niños sino a los padres, por mantener una imagen social a través de los regalos recibidos.

Agreguemos la fórmula el Buen Fin, estrategia comercial aplicada recientemente que adelanta el movimiento consumista a través de créditos y promociones tentadoras: el aguinaldo, los ahorros y hasta el dinero que no se tiene aún, se comprometen mucho antes de llegar las fiestas. Así, las deudas se incrementan y la presión aumenta conforme las listas de peticiones de los niños se escriben, se anexan los compromisos con jefes, compañeros o clientes, y la celebración se localiza en restaurantes y bares.

Ahora bien, regresando al festejo familiar de la nueva era. La globalidad ha incluido elementos, personajes y tradiciones que han ido cambiando el significado de estas fechas, la movilidad social incrementa la distancia, y las influencias culturales nos dan una gran diversidad de estilos de festejo. La evolución se da cuando logramos equilibrar los elementos y circunstancias que influyen a nuestro núcleo y entorno. La mezcla de tradición y modernidad en familias cuyos miembros han tomado rumbos distintos al crecer no es precisamente fácil, pero es un valioso legado de amor y tolerancia para nuestras nuevas generaciones.

¿Y qué tal si además de ello, logramos incluir en las actividades valores profundos de entrega, respeto y amor… cosas que van más allá del mercantilismo habitual que mide los sentimientos en relación al dinero invertido?

¿Por qué no enseñar a los pequeños a hacer ellos mismos los regalos, o participar en campañas de ayuda para niños, ancianos, etcétera? Sí, seguramente esperarán regalos, pero si se les hace conciencia de las necesidades ajenas, quizás aprendan a ser más considerados y agradecidos, y a valorar más el significado que la inversión económica. No convirtamos esta temporada en una vorágine consumista que sólo genera estrés e insatisfacción. Volvamos a la esencia de estas fiestas, dentro de nuestras posibilidades y de los valores que queremos vivir en familia y con los amigos. ¡Felices fiestas a todos!