miércoles. 24.04.2024
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Una infantil mirada retrospectiva a la FeNaL

Una infantil mirada retrospectiva a la FeNaL

“Mamá, ya quiero que comience… ¿cuándo me vas a conseguir el programa? Quiero invitar a mi amiga Ana para entrar juntas a los talleres”. Así comenzó la aventura anual de la Feria Nacional del Libro 2014. Cada año mi pequeña hace planes para una de las semanas más esperadas, juntando sus ahorros para las novedades literarias que se atravesarán en su camino y quizá algún juego de reto mental que son una verdadera tentación para ella. Pero lo más importante, las sorpresas que este año le esperarían en los talleres infantiles y juveniles.

Comenzando por el programa, no había tal. Posteriormente supe que habían tenido algunos retrasos por el resto de preparativos para un evento tan relevante; no cualquier día se cumplen veinticinco años de esta Feria. Muy bien, problema superado: el día de la inauguración los conseguimos e iniciamos los planes.

No hay como iniciar justo en día feriado, digo, habría que tomar medidas para el tumulto de gente, pero podíamos con todo, ya que teníamos experiencia en ello. Primera parada: la sala de lectura de Conaculta, un espacio maravilloso con un gran movimiento de  padres e hijos, niños tirados en colchonetas y acomodados en las cabinas leyendo o escuchando las historias, otros más tecnológicos en las pequeñas tabletas moviendo sus deditos con destreza natural. Un diez por su nueva ubicación, cerca de la entrada y a la vista de todas las familias que iban llegando.

Después de una o dos historias, continuamos nuestro camino para dar una mirada general y hacer nuestras elecciones. Llegamos a los muros interactivos de FeNaL Chav@s. ¡Otro diez! Sentadas cómodamente en sillones para la ocasión, un jovencito simpático nos ofreció una explicación de cómo funcionaba la aplicación en la Tableta Electrónica y, como es lógico, la hija rebasó a la madre en el dominio de la misma. No sólo la utilizamos en los muros de la Feria, sino que al llegar mi esposo tuvo una sesión demostrativa con los folletos que traían las mismas imágenes y fue realmente una experiencia nueva y divertida (Más tarde haríamos la prueba correspondiente en los muros de FeNaL Niñ@s).

Ya entusiasmadas, corrimos a preguntar por los talleres juveniles. Después de los muros, teníamos grandes expectativas… pero no había alguno disponible en ese momento, y mientras leíamos la oferta, disminuía la emoción. O los temas eran para adultos, o eran sólo un día y hora específicos, en fin, no nos quedó claro y emprendimos nuestro camino a los talleres infantiles. Después de todo, ellos han sido nuestro principal imán y alegría durante estos años, por ellos mi pequeña descubrió nuevas formas de ver la literatura, de manera lúdica, mientras como madre me representaban tiempo para dedicarme a mis propios talleres y actividades, como recorrer los pasillos en busca de mis propios libros o asistir a determinada conferencia, e incluso han sido momentos de compartir, madre e hija, experiencias de aprendizaje y juego.

Mamá, ¿Cuál crees que sea la decoración de Gelos este año?, ya quiero ver su taller y también entrar al Señor del Barro ¿Qué historias nos contará ahora?”. La temática en esta ocasión fue Cri Cri, el grillito cantor y sus bellas historias. La decoración de los muros externos se veía muy alegre y nos invitaba a entrar. Efectivamente, cada año esperábamos ver qué novedad en decoración y actividad traía Artexcuincle, que pudiera competir con las presentadas anteriormente: el dragón y sus caballeros, las marionetas del Principito, las máscaras y otras maravillas. Y ¡Oh, sorpresa! No había Artexcuicle este año, por lo menos no en los talleres infantiles. Una vez recuperadas, nos enfilamos al taller del Museo de la Ciudad, para sentirnos nuevamente como en casa.

Muy bien, segunda visita. Continuamos con los talleres infantiles, para llevarnos una grata experiencia con el CIO y Explora, si bien fue algo triste continuar viendo poca gente a pesar de ser fin de semana con “puente”. Y si a eso le agregamos que los mismos chicos de taquilla, en lugar de recomendar los talleres los calificaban de aburridos, no es de extrañar que en algunos casos el área de taller respectiva estuviera absolutamente vacía. Ahora que, habiendo participado activamente en diversos talleres culturales, mi hija es una defensora absoluta de ellos y no da su opinión hasta haber probado la actividad por completo, mostrando claramente su indignación ante la falta de “publicidad” de los mismos e incluso siendo promotora voluntaria ante cuanta madre con hijos ve a su paso. Una observación llega a través de su vocecita infantil… Si el tema de este año fue Cri Cri, ¿Por qué no había, de manera permanente, música de fondo en los talleres y espectáculos alusivos en el Patio de los Cuentos? Así que terminamos la experiencia tallerística al cabo de algunas visitas breves más con un ligero sabor agridulce, el cual matamos a base de churros, banderillas y palomitas en nuestros momentos de descanso.

Y hablando de descanso ¡Gracias por las sillas en pasillos! Es un alivio como mamá tener estos pequeños oasis, sobre todo aquellas que cargamos con el muñeco preferido, el suéter, las bolsas con libros “para papá y mamá” y las de libros “divertidos” es decir, para los hijos y uno que otro juguete didáctico que se incluyó en la lista de básicos para niños.

Tercera visita y subsecuentes: Esta vez la primera parada fue directamente a los juegos mentales, y tras una larga negociación entre un ajedrez, un souvenir de Harry Potter y los rompecabezas, tomamos un pequeño refrigerio a falta del autobús de Biblioteca Digital (tengo mala puntería, o de plano ¿qué pasó?, porque nunca coincidimos como para ver el autobús abierto y disponible). Los espectáculos de payasos, títeres, cuentacuentos siempre son –en definitiva– un momento de descanso y aprendizaje, y además este año mi hija descubrió a los poemas vía susurro. Me encantó su cara al final y bueno, la semillita poética fue sembrada. Y en cuanto a los paseos entre pasillos, me faltaron editoriales –como los libros de BookSmart para reforzar de manera divertida el idioma inglés en mi hija– y saboreé algunas novedades. Esta vez no coincidimos con autores como en otras ocasiones, pues para mi hija el pedir que le firmen un libro es como pedir un autógrafo en la alfombra roja (No olvido la cara de timidez y éxtasis cuando Catón la abrazó para una foto y el orgullo de que Guadalupe Loaeza le dijera que tenía “mirada inteligente”) pero no perdemos la esperanza para la próxima.

En fin, un año más de Feria Nacional del Libro, una aventura más con mi hija. Ya veremos qué nos depara el 2015 y por lo pronto, continuaremos fomentando su amor por el refugio de la lectura en este mundo tecnológico y acelerado.