martes. 23.04.2024
El Tiempo

Mamá – maestra – constructora

"Quizás por eso se festejen mamás y maestros en el mismo mes, cuando por cierto, también se festeja el día de la Santa Cruz,  fiesta especial para los trabajadores de la construcción. Porque finalmente padres y maestros son constructores a su vez, pero en su caso, constructores del pensamiento y la esencia humana."

Mamá – maestra – constructora

Me encuentro en la sala de espera del hospital, contando los minutos mientras nos avisan que todo ha salido bien y que podemos asomarnos a los cuneros para ver a los hijos de una muy querida amiga, quien se internó hace unas horas para dar a luz a sus gemelos. Finalmente, el mensaje llega y vamos junto con abuelos y familiares para ver cómo recorren el telón y dan paso a una obra de arte, un milagro de fe y esperanza, tras diez años de ansiada espera. Los pequeños están ahí: niño y niña que comienzan hoy su aventura por la vida. Y mientras sus ojitos se entreabren adormilados y confundidos, las miradas de todos los asistentes a esta maravilla se llenan de lágrimas de felicidad. Tan esperados, tan deseados, tan amados… su madre los llevó en la mente y el corazón quizás toda su vida, y más cuando al encontrar a su compañero de vida, los materializó con los rasgos de él y ella.

Esta es una historia más de tantas del milagro de la vida, pero en este mes en especial, en que se conjugan los festejos a la mujer que optó por la maternidad y el de las personas que dedicaron su vida a formar a los nuevos seres humanos a través del conocimiento y el desarrollo de sus valores y habilidades, me hizo reflexionar sobre esta y otras mujeres, quienes precisamente conjugan ambas vocaciones con todo su ser. En lo personal, puedo sentirme feliz y orgullosa de contar con muchos de estos ejemplos en mi propia familia y vida.

Pero aún sin esta conjugación profesional, podemos darnos cuenta con sólo mirar a nuestro alrededor, que en cada mamá existe una maestra de tiempo completo, que enseña y aprende de sus hijos cada día desde que nacen hasta el resto de sus días. Con sus padres, el niño aprende a valorarse, a ser feliz, a descubrir la vida, a respetar y respetarse, a jugar y reír pero también a expresar sus emociones y llorar si es necesario, le enseña a pedir ayuda sin avergonzarse por ello y un día lo enseña a volar por sí mismo. Los niños ven en sus padres un modelo a seguir y perfilan en ellos su primer amor. Los padres proyectan en sus hijos sus sueños y la oportunidad de mejorar como seres humanos.

Y resulta que llega el día en que los hijos van a la escuela. A partir de ese momento, pasarán muchas horas lejos del hogar, atendiendo sus necesidades físicas y emocionales con personas que no son de su familia, rodeados de otros tantos niños que al igual que ellos pasarán una gran parte de sus vidas en estos centros educativos, forjando sus mentes y habilidades a través de la formación académica. Y en ese nuevo mundo encontrará a una madre diferente, una que compartirá con todo su grupo, y que será la encargada de abrir las puertas del conocimiento. Será esa nueva mamá (o papá, ya que también encontrará figuras masculinas en su vida escolar) quien determine su pasión o repulsión por la ciencia, el arte, el deporte y otras actividades que estén incluidas en su horario escolar. Esta maestra dará sus clases divertidas o aburridas y se actualizará en las nuevas tecnologías para ir al paso de sus alumnos. Pero también compartirá la carga familiar al inculcar valores como la disciplina, la tolerancia, la paciencia, la sana competencia, el respeto y la dedicación. En muchas ocasiones curará también, como una madre, rodillas raspadas, corazones rotos, enjugará lágrimas de tristeza y alegría, será consejera y guía.

Quizás por eso se festejen mamás y maestros en el mismo mes, cuando por cierto, también se festeja el día de la Santa Cruz,  fiesta especial para los trabajadores de la construcción. Porque finalmente padres y maestros son constructores a su vez, pero en su caso, constructores del pensamiento y la esencia humana. Cuando entré a la licenciatura, elegí el camino de mi padre, un apasionado del arte y la construcción: estudié arquitectura y me desempeñé en ella con gran entusiasmo, contemplando el desarrollo de obras monumentales desde un espacio vacío hasta alcanzar las alturas. Aprendí de la importancia de los cimientos y los materiales para construir, del diseño y la relación de cada elemento para el éxito de una obra y de la importancia de preparar para fortalecer al mismo tiempo que dar flexibilidad a la estructura, para que pueda resistir tiempos difíciles, climas adversos e incluso sismos que amenacen con tirarla abajo. Cuando comencé el magisterio, la similitud con mi carrera se hizo más que evidente: me encontraba construyendo los cimientos de una vida, eligiendo los mejores materiales y preparándola para enfrentar los momentos difíciles con fortaleza e integridad. Y al llegar a la maternidad me hice responsable no sólo de una parte sino de todo el proceso que convierta a mi pequeña en una mujer fuerte, autosuficiente, emprendedora, buena y feliz.

Mamás, maestras… constructoras. Es una gran responsabilidad, que requiere de compromiso y vocación, pero que rinde frutos tan importantes como los hombres y mujeres que forjarán el futuro de nuestra sociedad y tal vez, hasta de la raza humana. Gracias a todas.