Te necesito

"Eso es lo que ha ocurrido en nuestro mundo. Los deseos queman la consciencia queriendo tener más y más, no importando cuánto explotamos a nuestros trabajadores, cuánto dejamos nuestra vida a un lado al sólo trabajar, cuánto dañamos al planeta contaminándolo..."

Te necesito

Esta semana  me tocó el corazón Hamdi Ulukaya, empresario de origen Kurdo quien regaló a sus empleados el 10% de su compañía cuando ésta se haga pública. Este acto me pareció maravilloso y muy ad hoc a las circunstancias.

Es un golpe con guante blanco a Trump, al ser Ulukaya un inmigrante que hizo su fortuna en los Estados Unidos, mientras aquél quiere pintar a todos como unos abusivos que no tienen lugar en su país.

También creo que es un ejemplo muy necesario para todo el mundo.

Vivimos desgraciadamente en una tiranía económica. Esto quiere decir que el hombre vive para el dinero como fin y no como debe de ser, que el dinero sea un medio para que el hombre viva una vida feliz.

Nos hemos deshumanizado perdiendo de vista el fin de la vida.

El dinero entonces, en vez de hermanarnos, nos separa y nos mete en un estado de conciencia avaro y envidioso.

Pero ¿cómo hacer para que tener dinero nos lleve a un estado de consciencia de abundancia y cooperación?

Debemos entender que en el siglo antepasado la sociedad consumía con base en necesidades: no te comprabas un par de zapatos hasta que el viejo se te terminaba. Era sólo un porcentaje muy reducido de la sociedad el que podía desear algo nuevo antes de que lo viejo se le terminara.

Era un mundo muy diferente; apenas había ocurrido la revolución industrial y se plantaban las semillas de la sociedad de consumo como la conocemos ahora.

Fue entonces cuando algunos idearon cambiar este consumo basado en necesidades, por uno basado en el deseo. De esta manera no habría límite a la cantidad de dinero que podían hacer. El filósofo griego Epicuro decía: Nada es suficiente para el hombre que cree que suficiente es demasiado poco. Las necesidades son finitas, los deseos son infinitos.

Eso es lo que ha ocurrido en nuestro mundo. Los deseos queman la consciencia queriendo tener más y más, no importando cuánto explotamos a nuestros trabajadores, cuánto dejamos nuestra vida a un lado al sólo trabajar, cuánto dañamos al planeta contaminándolo.

Desgraciadamente los que iniciaron esto no tuvieron la visión para predecir las consecuencias económicas, sociales ni ambientales de su decisión.

Hoy en día existe la tecnología para poder mantener a todo el mundo satisfecho, si tan sólo nos enfocamos en necesidades y no en deseos.

Si nos enfocamos en deseos no hay planeta que aguante, ya que nos volvemos depredadores ilimitados de recursos limitados.

Buckminster Fuller dice: Es altamente factible el cuidar de todos en la tierra con un estándar de vida más alto de lo que jamás se haya visto. Ya no tiene que ser tú o yo. El egoísmo es innecesario. La guerra se ha vuelto obsoleta. Es cuestión de cambiar el enfoque y pasar del uso de la tecnología para el armamento al uso de la tecnología para la vida.

No es tú o yo, es tú y yo.

Es la Y en vez de la O.

Esto presupone un cambio de consciencia que emerja un cambio de modelo económico.

Ulukaya es consciente de esto. Él sintió saciedad y dijo es suficiente, y decidió dar a sus empleados parte de lo que es suyo, para que ellos también se sintieran satisfechos. Esto implica la existencia de una conexión emocional entre los seres, por la que el jefe puede ver que sin sus empleados no se podría haber logrado la abundancia de la que él goza.

Los problemas sociales que emergen de la enorme desigualdad entre los que tienen infinitamente más de lo que necesitan y los que no tienen ni para cubrir las más mínimas necesidades, nos está llevando al abismo. Crea problemas sociales así como contaminación del planeta, del aire, agua y alimentos por parte de la industria que, por producir y vender más, envenena lo que nos da vida. Aclaro que no estoy hablando de crear igualdad, sino  de dignidad. Siempre habrá quien quiera tener y trabajar más, y quien quiera tener y trabajar menos, pero no debe haber falta de dignidad.

Con esto no me refiero sólo a la pobreza, sino a los excesos obscenos que también hacen perder la dignidad a los excesivamente ricos. Debe haber un límite abajo y un límite arriba, pero, ¿cómo ponerlo?

La avaricia es lo que se requiere curar. Lo pecaminoso no es tener, sino el exceso cuando hay carencia; es el desenfreno cuando hay recursos limitados; es ganar a costa de otros, ignorar la interdependencia fundamental de todos los seres sensibles, de los cuales los humanos somos parte.

La riqueza se crea como un medio para vivir bien, pero se ha olvidado que es un medio, y se ha convertido en un fin.

En el mundo de hoy, como nos enseñó esta semana Ulukaya, los que tienen sus necesidades satisfechas  tienen la responsabilidad de ayudar a los que no las tienen; a lograr satisfacción.

Es un movimiento de presupone una consciencia amplia y compasiva, donde unos nos podemos poner en los zapatos de los otros y tratarnos con benevolencia.

Es una gran prueba, que creo que los seres humanos del siglo XXI somos capaces de superar.