jueves. 18.04.2024
El Tiempo

Susurremos juntos

"... México aún no ha nacido y necesitamos respirar y empujar en este trabajo de parto. Cada uno va a empujar donde está, desde su pequeño mexiquito personal"

Susurremos juntos

Cuando las aguas están turbulentas se generan grandes olas.

Cuando sucede lo impensable se prende la llama y protestamos, posteamos en medios sociales, nos motivamos para el cambio.

Gasolinazo de Peña, Trump con su muro.

Es bello presenciarlo, pero como llamarada de petate, se prende muy alta pero se extingue demasiado rápido para generar un cambio duradero.

No es el tipo de llama constante y suave que necesitamos para que nuestro México se transforme  irreversiblemente.

No  es necesario un tsunami que se levanta alto y explota una sola vez, sino una corriente subterránea que perdure por años y cambie el paisaje con sus aguas, un río que con su fuerza lenta y constante labre cañones y no conozca barreras.

Dejenme explicarlo de otra manera:

Cuando somos adolescentes y algo nos apasiona, podemos estar 72 horas sin dormir, entregados a lo que nos motiva. Llamarada de petate. Motivación adolescente.

Cuando baja la pasión y entra la rutina, el chamaco desiste en su esfuerzo y busca algo más que lo apasione.

Lo que sostiene el cambio no es la pasión solamente, sino la motivación adulta que trabaja diariamente con el fuego lento y aburrido, el fuego gris, tan diferente de los colores neones de la llamarada de petate.

Este fuego es el fuego del trabajo diario y repetitivo, de la frustración y la derrota que nos hacen resilientes,  de lo necesario para que nuestra nación madure y los cambios  perduren.

Estamos frente a un coloso que no se va a dejar demoler fácilmente, usando el simbolismo del “coloso con pies de barro” mencionado por Platón, Virgilio, Ovidio, la Biblia y Dante Alighieri. Estos antiguos textos son universales, conservan su vigencia y se aplican al sistema político mexicano, corrupto y pútrido.

Es precismante esta corrupción la que constituye los pies de barro y lo que anima a la piedra de nuestro hartazgo y la lanza dirigida a los pies que estallan y lo colapsan.

No caigamos en el error de creer que el colapso lo produce un solo golpe , una llamarada, un tsunami.

En verdad son millones de pequeños golpes que persistentemente rompen el barro y lo hacen desmoronarse.

Es comenzar enferntando sin piedad la corrupción del sistema, hasta que adquiera masa crítica y cambie. Hablarle a nuestro diputado hasta que nos conteste, y no quitar el dedo del renglón hasta que sea nuestro servidor.

Normalmente en México todavía actuamos como adolescentes. Podemos estar motivados a buscar a nuestro diputado pero cuando nos ignora, como naturalmente ocurre, lo dejamos de lado y nos justificamos con que “el sistema no sirve y siempre ha sido así”.

El sistema no sirve y siempre ha sido así porque nosotros no lo hacemos funcionar; no lo obligamos a cambiar.

Para esto es necesario el fuego lento y persistente del mexicano maduro, que no se justifica ni se victimiza sino que lucha. El poeta Rudyard Kipling: “[(si puedes) contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...”] nos invita a la paciencia, a la fe, al trabajo incansable, a salir de la zona de confort, a no dejarnos doblegar por la costumbre.

Nuestro México nos reclama, nos incita a que juntos logremos lo que no se ha logrado, que cambiemos lo incambiable, que creamos lo increíble, porque nosotros lo hacemos creíble, nadie más lo puede hacer.

Ahora bien, no podemos, como dijo Einstein, esperar resultados diferentes si hacemos otra vez lo mismo.

Si  en vez de caer en la depresión, en vez de dejarnos dominar por el miedo de la Plaza de las Tres Culturas nos dejamos ser infectados por su espíritu y esperanza, entonces México tiene a los habitantes que merece.

Si vemos la oscuridad por la que atravesamos, como dijo Valerie Kaur, no como la oscuridad de la tumba, sino como la oscuridad del útero, México aún no ha nacido y necesitamos respirar y empujar en este trabajo de parto. Cada uno va a empujar donde está, desde su pequeño mexiquito personal.

Ayer vinieron a instalar mi lavadora, le ofrecí a los cargadores una limonada y platiqué con ellos y les di una buena propina, me tomé hoy el tiempo de escribir esto, le expliqué a mi hijo qué es lo que está mal en tener los papeles de un coche “chuecos”.

Debemos idear cómo impactar de manera directa e indirecta a nuestro México personal. Empujar, aquí y allá, de manera persistente y constante.

Como dijo Gandhi, “Lo que sea que realices será insignificante, pero es muy importante que lo hagas”.

Cada uno podemos hacer de manera limitada lo que está en nuestras manos y sabemos que falta mucho, pero si todos hacemos nuestra parte, Meshiko nacerá.

Ahora bien, una parte es el empujar y tirar al coloso, y otra muy diferente es lo que se tiene qué construir después. Nace Mexico y hay qué nutrirlo y guiarlo.

En la película “Gladiador “de Ridley Scott hay una escena donde el general Máximus habla con el emperador Marco Aurelio, que estaba a punto de morir, acerca de Roma. El emperador le dice: “Había una vez un sueño que era Roma. Solamente lo podías susurrar. Algo más que un susurro y se desvanecía… era tan frágil. Me temo que no va a sobrevivir el invierno. Máximus, vamos a susurrar ahora, juntos tú y yo”.

El personaje quería que Máximus tomara el poder y regresara a Roma a sus orígenes, a ser una República. Esto era de suma importancia porque su propio hijo y los políticos hambrientos de poder y avaricia la estaban explotando. El emperador, en su sabiduría, quería que Méximus tomara el pode,a lo que éste se negaba.

El poder corrompe. A los listos los marea y a los tontos los vuelve locos.

El poder de México debe ser tomado por los mexicanos y depositado en las manos de los que no lo desean pero lo toman, porque es su deber servir a la patria.

Susurremos juntos acerca del sueño que es Mexico.