Confianza y observación electoral

Una cantidad preocupante de personas se cree los dichos de la desinformación, y asume que las elecciones siguen estando precargadas. Hasta en mi propia familia me he encontrado con este prejuicio, alimentado por los nuevos bazares de chismes: las redes sociales electrónicas…

Confianza y observación electoral

El nuevo modelo electoral mexicano que se inauguró con la reforma política de 1989, significó el inicio de una fase en la que la confianza ciudadana hacia la democracia y los órganos oficiales que la administraban estaba por los suelos. No era en balde ese desánimo generalizado hacia la materia electoral: el desaseo y la intervención gubernamental en los comicios presidenciales de agosto de 1988, así como en muchos procesos locales, cargaban de negatividad el ambiente político.

El nacimiento del Instituto Federal Electoral (IFE) en 1990 estuvo marcado por la desconfianza: seguía siendo una instancia bajo el control de la Secretaría de Gobernación, diseñado por expertos electorales del oficialismo. Las elecciones federales de 1991 significaron la primera prueba de fuego del nuevo instituto, que trabajó con un padrón electoral nuevo, y un diseño institucional permanente y de alcances nacionales.

La siguiente prueba de fuego para el fortalecido IFE fueron los procesos de elección presidencial, de senadores y diputados federales de 1994. A pesar de la evidente modernización del aparato electoral nacional, la desconfianza se mantenía en el ambiente. Los actores políticos, como los gitanos, no se leían mutuamente las manos e impusieron una serie de controles y candados sobre muchos de los procedimientos de emisión, recepción y cómputo de los votos ciudadanos: insaculación doble de ciudadanos para integrar las mesas de casilla, credencial para votar con fotografía, listados nominales con fotografía, boletas con elementos de seguridad casi bancaria, urnas transparentes, marcadores de pulgar con súper tinta, y un largo etcétera. Todo para recuperar —¿o ganar por primera vez?— la confianza ciudadana en los comicios federales.

La reforma política de 1993 integró la figura de “observador electoral” en la legislación federal. Consistiría en un ciudadano interesado en testimoniar los procedimientos electorales a nivel distrital, local o incluso central. “Los observadores podrían participar ‘de los actos de preparación y desarrollo del proceso electoral, así como de los que se llevaran a cabo el día de la jornada electoral’, y que la observación podría efectuarse a título individual o de agrupaciones, y se puntualizó que las conclusiones de los observadores no tendrían ‘efectos jurídicos’” (Becerra, 2000, p. 330). La figura añadiría un componente de confianza al desarrollo de las elecciones, y fue muy bien recibida por la sociedad organizada y los ciudadanos interesados. Para ese proceso se acreditaron 251 organizaciones y un total de 86 mil 620 observadores en todo el país.

Desde entonces esta figura, junto con la de visitante internacional, ha acompañado todos los comicios federales y locales —las entidades emularon el modelo en sus legislaciones particulares—, contribuyendo fuertemente a su certeza, transparencia y vigilancia. En lo personal me inscribí como observador de las elecciones de 1994, 1997 y 2000, como parte de Alianza Cívica, que se consolidó como la organización más seria y crítica entre sus similares.

Hoy día, mucho ha cambiado. Desgraciadamente, y a la par del desgaste sufrido por los organismos electorales ante la percepción ciudadana —desgaste imputable a la complejización de la materia electoral, el encono de la competencia partidista, el encarecimiento de la democracia y el llamado “cansancio electoral”—, los ciudadanos aprovechan menos esta figura o de plano abandonan el acompañamiento de los comicios. Una cantidad preocupante de personas se cree los dichos de la desinformación, y asume que las elecciones siguen estando precargadas. Hasta en mi propia familia me he encontrado con este prejuicio, alimentado por los nuevos bazares de chismes: las redes sociales electrónicas.

Es importante que los ciudadanos acompañemos y vigilemos de cerca nuestros votos. Si nos toca ser sorteados para integrar las mesas de casilla, hay que aceptar la encomienda ciudadana, capacitarse y comprometerse. Si no nos toca esta suerte, podemos echar mano del registro como observador electoral. Sólo hay que acudir a los consejos electorales del IEEG o del INE, y recibir una hora de capacitación. Vale la pena la experiencia, y se aprende a valorar el esfuerzo que despliegan cientos de miles de personas comprometidas con la democracia y el bienestar de la Nación.

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Referencia: Becerra, R. et al. (2000) La mecánica del cambio político en México, México: Cal y Arena.

El autor es antropólogo social. Consejero electoral del Instituto Electoral del Estado de Guanajuato. Profesor ad honorem de la Universidad de Guanajuato. [email protected] – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal