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29/11/12

Desarrollo local y empresa

En el marco de la Bienal “Territorios en Movimiento”, realizada del 21 al 23 de noviembre en las instalaciones de la Universidad de Guanajuato en el Forum Cultural Guanajuato, presentamos un libro colectivo extraordinario, que fue coordinado por investigadores de la Unidad Yuriria del Campus Irapuato-Salamanca de la UG: los doctores Lourdes Cárcamo, Luz Martín y Alejandro Ortega.
Desarrollo local y empresa

En el marco de la Bienal “Territorios en Movimiento”, realizada del 21 al 23 de noviembre en las instalaciones de la Universidad de Guanajuato en el Forum Cultural Guanajuato, presentamos un libro colectivo extraordinario, que fue coordinado por investigadores de la Unidad Yuriria del Campus Irapuato-Salamanca de la UG: los doctores Lourdes Cárcamo, Luz Martín y Alejandro Ortega. “Desarrollo Local y Empresa”, se denomina el texto de 264 páginas, que recién publican la UG y la Editorial Panorama. Está integrado por una docena de textos escritos por 23 autores de varias universidades del país y del extranjero, que abordan temas relacionados con el desarrollo local y la importancia del emprendedurismo a nivel micro.

Se ponen sobre la mesa del debate una serie de experiencias que pueden ayudar a definir estrategias imaginativas que no sólo permitan que las localidades y sus habitantes, en particular en el medio rural, emprendan o mejoren actividades productivas con viabilidad económica, sino también cómo es posible lograr que esos actores concretos del desarrollo generen sus propias alternativas, o bien que en el peor de los casos abracen como propios los proyectos exógenos.

Durante mucho tiempo, el desarrollo nacional en México y en países hermanos como Perú o Guatemala, que también son abordados en el texto, se concentró en los grandes programas que buscaban detonar el progreso mediante la inversión de enormes montos de fondos públicos, a veces acompañados por tímidos capitales privados, que teóricamente darían inicio a una economía de escala que terminaría afectando positivamente a las micro regiones marginales al “mainstream” de la prosperidad nacional. Ese paradigma desarrollista, impulsado por las grandes instancias internacionales de financiamiento al desarrollo y combate a la pobreza, imperó como dogma de fe hasta que evidenció sus severas limitaciones cuando los países sujetos a esas políticas acumularon enormes deudas públicas sin que se hayan logrado los objetivos de fondo.

Desde los años ochenta y noventa se ha experimentado un giro importante, impulsado incluso por las agencias de ayuda internacional como el Banco Mundial, la USAid, el PNUD, la FAO y otras. Es claro que el desarrollo social no puede desatarse de manera centralizada y con megaproyectos como los que caracterizaron a los años cincuenta y sesenta, la edad de oro de las obras y empresas públicas de gran alcance, como las que se emprendieron tanto en el mundo capitalista como en el socialista. En ese entonces el desarrollo se identificaba con el crecimiento económico y las grandes obras de infraestructura productiva: conjuntos hidráulicos de enormes proporciones, extensas redes de carreteras, electrificación intensiva y extensiva, los grandes emporios industriales, la expansión de la energía nuclear, etcétera.

El nuevo paradigma nos enseña que los proyectos de largo aliento no son suficientes, y que incluso pueden generar nuevas y más profundas contradicciones entre las regiones, que se traducen en nuevos tipos de marginación, con creciente insatisfacción social y focos de posible violencia criminal. Aunque a nivel mundial la pobreza ha retrocedido en términos numéricos, según el Banco Mundial, ese retroceso no ha sido homogéneo ni equilibrado entre los países y sus regiones. Hay nuevas modalidades de marginación social, que abarcan más allá de las antiguas carencias alimentarias y de salud. Hoy tenemos tipos de segregación que antes eran inexistentes o de menor trascendencia para los conjuntos sociales: la marginación por analfabetismo tecnológico, la de imposibilidad de acceso al crédito, la carencia de aptitudes y actitudes emprendedoras, la incapacidad para participar en la toma de decisiones comunitarias, el debilitamiento de las redes sociales de solidaridad, el monolingüismo, la ignorancia de sus derechos humanos y sociales, etcétera.

Los autores de esta obra colectiva exploran experiencias y proyectos muy concretos con alcances regionales o micro regionales, que buscan fortalecer las capacidades individuales y comunitarias para emprender acciones que no sólo les permiten construirse alternativas para la supervivencia, sino que también les ayudan a construirse como ciudadanos, a crecer en su autoestima y a plantarse ante el Estado, el Mercado y los capitales privados con la convicción de que la experiencia acumulada les ha abierto las puertas hacia un futuro esperanzador.

Nuestros países, los del capitalismo periférico, buscaron copiar el patrón de desarrollo de los metropolitanos, pero con más de un siglo de retraso, cuando el modelo capitalista había madurado desde el industrialismo hacia la globalización del capital, y finalmente llegar al modelo fundado en los servicios no sólo financieros sino también de orden cultural y virtual. Eso nos ha conducido a un callejón con salidas muy poco claras. Una de ellas, que está evidenciando interesantes potencialidades, es la potenciación de los niveles micro de la economía: las micro empresas familiares o comunitarias, el comercio justo con el exterior, la economía ética que se abandonó desde el feudalismo, y el modelo productivo campesino que genera productos orgánicos que son bien recompensados en el mercado global. Mucha de la cultura tradicional puede reaprovecharse para construir empresas locales sustentables, protectoras del entorno natural, empoderadoras de sectores antes apartados de la economía formal, como las mujeres o los adultos mayores. El solidarismo y la economía moral que imperaba en las áreas rurales de nuestros países pueden traducirse en actitudes de compromiso con los demás y con el auto desarrollo.

La alienación del productor de su producto a que nos ha llevado el modelo hegemónico neoliberal ha impuesto una “cosificación” del trabajador, al que se le considera un “recurso humano”: una cosa, un objeto inanimado que sólo cumple un papel subsidiario al del capital. Lo mismo sucede con el entorno natural: se de la trato de un “recurso natural”, otra cosa, otro ente inanimado. Ambos, la persona y el ambiente, son severamente castigados por el salvaje modelo de extracción y acumulación de riqueza que nos ha hundido en una espiral de deterioro planetario que aún no sabemos cuál va a ser su desenlace.

Sin embargo las y los autores de este volumen no se asumen como críticos agrios del modelo globalizador y homogeneizante del capitalismo posmoderno. Aceptan jugar dentro de las reglas establecidas, y dentro de sus márgenes buscar alternativas humanizantes a las problemáticas locales y regionales. Parten de la convicción del ambientalismo militante: los problemas globales tienen soluciones locales. A partir de la comunidad –asumiendo este concepto en su acepción amplia se pueden emprender –en el mejor sentido del emprendedurismo los proyectos específicos que podrán reflejarse en tiempos con dimensión humana –y no con los largos plazos macroeconómicos de los que se burlaba Keynes y alcances relativamente limitados, pero muy satisfactorios para los protagonistas.

Me alegra mucho que varios autores aborden la región lacustre, turística e histórica de Yuriria, mi tierra natal. Siempre me ha sorprendido que esa microcuenca no haya podido iniciar un impulso propio a partir de los grandes patrimonios con los que cuenta: una laguna de excepcional belleza, pero siempre afectado por la contaminación y la sobre explotación. Un cráter que abraza a la mancha urbana, con su “joya”, su propio lago volcánico que en sus mejores días lucía aguas sulfurosas que se teñían del rojo sangre de su cinabrio cuando se desataban los movimientos telúricos en la zona; hace años que en esa poza volcánica no se produce ya el “mosco”, el insecto que se cultivaba para ser pescado y vendido como alimento de pájaros domésticos. También las huertas frutales desaparecieron de su cráter, y cedieron el paso a las granjas de puercos, cuyos desechos apestosos contaminaron las aguas y con ello liquidaron el mosco. Una tragedia ecológica y social, ocurrida hace medio siglo, y que hoy tal vez pueda paliarse o resolverse con micro proyectos de desarrollo local.

Los doce capítulos evidencian que el trabajo de investigación científica multidisciplinar puede aportar vías de solución a los problemas que aquejan a las sociedades regionales. Nuevas alternativas, con los enfoques más actuales de las ciencias sociales, las ciencias económico-administrativas, la biología, la agronomía, y muchas otras disciplinas aquí presentes, para nuevos y viejos entuertos en los que nos hemos metido por miopía, ambición o desesperación. Son además, alimento para el necesario debate informado sobre el tipo de desarrollo que nos queremos dar los llamados países “emergentes”: con depredación y expoliación hacia nuestras generaciones futuras, o con responsabilidad y compromiso con el largo plazo planetario. Un compromiso global, pero con acción local.

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(*) Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. [email protected] – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal