martes. 23.04.2024
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Ética y comunicación política [II]

"...un nuevo modelo [...] más alejado de la realidad objetiva y más próximo a la imagen y la percepción..."
Ética y comunicación política [II]

Ética y comunicación política [I]


La comunicación política es un campo de acción práctica, y también es una disciplina formal y académica que ha acompañado desde su origen al ejercicio del poder. El gobernante busca siempre mantener un nivel básico de intercambio comunicativo con sus gobernados, siempre con el objetivo de mantener aceptables sus niveles de legitimidad. También para garantizar su permanencia en el poder atajando amenazas, descalificando rivales o impulsando una imagen benigna que pueda arraigar en el imaginario colectivo de la comunidad gobernada. En este sentido, la comunicación política es un espacio siempre sujeto al debate y la digresión.

Las implicaciones éticas siempre han ocupado la atención de los pensadores, analistas y especialistas del campo de la comunicación. Aristóteles concebía a la felicidad como la finalidad suprema de la vida social. Su visión es idealista y normativa, pues estaba convencido de que la razón, la virtud y la prudencia podían imponerse sobre las pasiones, el equilibrio entre los extremos indeseables. La comunicación fundamenta la educación en la verdad y en la razón práctica, y apoya en la formación de hábitos para la virtud.

En los tiempos preindustriales la comunicación política se limitaba a la expresión oral de las ideas y los asertos mediante el discurso a viva voz, en el ágora, la plaza pública, los heraldos oficiales o libres, el sermón religioso, la juglaría, etcétera. La vía escrita estaba muy limitada a edictos y comunicados que debían ser leídos en los espacios públicos por heraldos profesionales. Tal vez la vía de comunicación política más efectiva y permanente entre gobernantes y gobernados era el arte, en todas sus expresiones.

La comunicación política más efectiva nacería con la revolución industrial del siglo XIX. Los medios de comunicación comenzaron a masificarse. La prensa floreció de la mano de la acelerada alfabetización en Estados Unidos y Europa, tirando cientos y miles de ejemplares de sus impresos periódicos, que llegaron a capas sociales marginadas de la información. El poder de la prensa creció enormemente, hasta convertirse en un factor de poder. El caso arquetípico de esa nueva conformación del poder de los medios fue la influencia que logró la cadena de periódicos de William R. Hearst, que a fines del siglo XIX azuzó los sentimientos nacionalistas de la opinión pública norteamericana contra el imperio español, que desembocaría en la guerra hispanoamericana de 1898.

Pero fue en el siglo XX, con el nacimiento de la radio como alternativa de comunicación, cuando la comunicación política se hizo instantánea, masiva, accesible y cotidiana. Las lides electorales transitaron a este medio electrónico, aunque la comunicación de plaza pública siguió siendo el vehículo privilegiado, aunque con un carácter cada vez más simbólico. Con la irrupción de la televisión doméstica en 1950 el proceso se aceleraría, hasta que el nuevo medio masivo se convertiría en la arena favorita de las campañas en la década de los años sesenta. El debate televisado entre los candidatos presidenciales Richard Nixon y John F. Kennedy del 26 de septiembre de 1960 marcó el nacimiento de un nuevo modelo de comunicación política, que determinaría el predominio de la forma sobre el fondo, cada vez más alejado de la realidad objetiva y más próximo a la imagen y la percepción.

Continuaré en mi siguiente entrega…

 

(*) Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato, y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío. Investigador nacional. Exconsejero electoral local del INE y del IEEG. [email protected] – @riondal

 

 

Ética y comunicación política [I]