miércoles. 24.04.2024
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Investigadores eméritos

"El SNI sólo cuenta con menos de doscientos eméritos, y su designación es vitalicia..."

Investigadores eméritos

 


El pasado miércoles 29, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) dio a conocer el nombramiento de ocho nuevos miembros eméritos dentro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Esa designación es la máxima distinción que otorga el SNI, un sistema de estímulos y reconocimiento que apoya a más de 27 mil 192 investigadores de todas las áreas del conocimiento, distribuidos en el país y en el extranjero. El SNI sólo cuenta con menos de doscientos eméritos, y su designación es vitalicia.

Dentro de esos ocho investidos se encuentran dos de mis más queridos profesores: los doctores Guillermo de la Peña Topete, y Jorge Durand Arp-Niesen, el primero es catedrático del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), y el segundo en la Universidad de Guadalajara (UdeG). Ambos son antropólogos sociales, de los más destacados del país. Tuve la suerte de ser formado y tutorado por ellos, y eso me llena de orgullo, como si la distinción me abarcase de alguna manera.

A Guillermo lo conocí como profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, en Iztapalapa. Yo cursé la licenciatura en esa joven casa de estudios, y me formé dentro de la tradición etnológica fundada por Ángel Palerm, uno de los mentores de Guillermo. Nuestro interés era —y es— el de los estudios campesinos, en los que incidió fuertemente De la Peña, con sus investigaciones sobre el Valle del Mezquital, el estado de Morelos, el sur de Jalisco y la zona metropolitana de Guadalajara, en los que condujo grupos de investigación que se tradujeron en numerosas generaciones de antropólogos, incluyéndome.

Guillermo fue fundador, junto con don Luis González y González, de El Colegio de Michoacán A.C., la primera institución en provincia que reproducía el modelo de investigación social de El Colegio de México. Hasta allá fui a seguirlo en 1983, y me inscribí en la tercera generación de la maestría en Antropología Social; él me aplicó la entrevista de selección, y fue muy generoso ante un joven graduado sin experiencia.

Por su parte, Jorge Durand había egresado de la primera generación del ColMich, y se desempeñaba ya como profesor. Pronto se convirtió en mi director de tesis, pues a ambos nos interesaba el estudio de la migración de trabajadores mexicanos hacia los Estados Unidos. Yo había desarrollado mi tesis de licenciatura sobre la migración en una comunidad zapoteca de Oaxaca, y en Michoacán investigué en una comunidad mestiza de la Ciénega de Zacapu. La cercana conducción de Jorge permitió que la tesis de maestría obtuviera un premio nacional del INAH y viera su publicación en 1991.

Jorge había fundado en 1982, junto con el profesor Douglas S. Massey de la Universidad de Princeton, el Mexican Migration Project, que subsiste hasta la actualidad. Ese proyecto ha sido el mayor generador de información estadística y cualitativa sobre la migración laboral a nivel comunitario y familiar en varias entidades mexicanas. Otros múltiples proyectos han convertido a Jorge en una de las referencias más calificadas para la comprensión del fenómeno migratorio desde sus orígenes hasta la actualidad.

Volví a coincidir con ambos profesores en el doctorado en Ciencias Sociales que inauguraron el CIESAS, unidad Occidente, y la Universidad de Guadalajara en 1992. Guillermo había fundado la unidad, y entonces era su director. Jorge trabajaba —como hasta hoy— en la UdeG, en su Centro de Estudios de los Movimientos Sociales. Volvieron a ser mis profesores, y me beneficié de nuevo de su enorme sapiencia y capacidad de análisis.

Guillermo trabajaba una línea de investigación sobre relaciones interétnicas en la cultura política de la zona metropolitana de Guadalajara. Es un antropólogo político, e influyó mucho sobre mi tesis de doctorado, que desarrollé sobre las transformaciones políticas que vivió Guanajuato en el siglo XX, pero en particular en el periodo del interinato de Carlos Medina. Mi directora de tesis fue la esposa de Jorge, la brillante antropóloga Patricia Arias, también de la UdeG. Ella había sido mi tutora en el ColMich, y pude así reforzar una antigua amistad con este matrimonio que no se ha debilitado, incluso después de la defensa de mi tesis en 1997.

La investigación social en las entidades de México, es decir aquélla que se hace fuera de la capital nacional, ha crecido mucho en las últimas tres décadas, y en mucho se debe al esfuerzo de líderes como Guillermo y Jorge, que han aportado notables cantidades de nuevo conocimiento sobre nuestras realidades regionales, siempre sobre la base de la metodología científica social, y el compromiso con la verdad, así como con la crítica.

Me sirvo de este medio para enviarles a cada uno un abrazo con afecto, además de mis felicitaciones más entusiastas.