jueves. 18.04.2024
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Juan y el surco de su hermano

Juan y el surco de su hermano

Este jueves 6 de marzo se presentó en la ciudad de Guanajuato un libro muy interesante: una colección de cuentos de la autoría de Jorge Barroso Segoviano, un guanajuatense radicado en Illinois, en los Estados Unidos. El texto tiene un nombre sugerente: Juan y el surco de su hermano, mismo título de uno de los seis cuentos que contiene esta publicación, que además tiene una particularidad: presenta sus ficciones literarias en español y en inglés, por lo que el libro va dirigido al amplio público de los anglo e hispanohablantes. La traducción fue posible gracias al esfuerzo de Louise Behal.

El libro fue coeditado por el Instituto Estatal de Cultura y el Instituto Estatal de Atención al Migrante Guanajuatense y sus Familias, que conducen respectivamente Juan Alcocer Flores y Luis Vargas Gutiérrez. Forma parte de la colección Autores de Guanajuato de la editorial La Rana, que ya acumula una buena veintena de textos literarios, que vienen a poner en evidencia que los escritores de la entidad sólo necesitan editoriales y editores, como Juan José de Giovannini, que sepan reconocer sus talentos para impulsar la tan necesaria expresión estética de nuestra sociedad.

Jorge Barroso es un líder migrante originario de Romita, emprendedor y estudioso. Hizo una maestría en ciencia política en la Universidad del Norte de Illinois, que terminó con honores en 2012. Ha participado activamente con el gobierno de Guanajuato en muchas actividades de apoyo a las comunidades de paisanos en el país del norte, y fue presidente de la Asociación Nacional de Guanajuatenses en Estados Unidos, la ANGUSA. 

Cuando la socióloga Susana Guerra, coordinadora general del Instituto Estatal de Atención al Migrante, me invitó a comentar y presentar el libro me sentí honrado, pero luego que lo recibí y comencé a leerlo me extrañó: yo nunca había comentado un libro de contenido literario; más bien han sido libros académicos de contenido ensayístico. ¿Qué decir de un texto con afanes estéticos y recreativos? Pues aquí haré el intento de compartir las sensaciones que me causó su lectura, que por cierto es ligera y divertida.

Los seis cuentos (“El sueño”, “Los huaraches de cuero”, Juan y el surco de su hermano”, “Sofía”, “Margaret” y “Contradictorio”) son muy diferentes entre sí, lo que le da una agradable variedad a la lectura. Comparten cierto aire rulfiano o yañeziano, por el lenguaje campirano y las referencias a imágenes religiosas y a situaciones de la cotidianidad agraria. Se percibe que el autor tiene fuertes añoranzas por su terruño abajeño, pero su narrativa también se desarrolla eventualmente en el extranjero. Me quedé con la impresión de que el contenido tiene referencias autobiográficas, particularmente en los cuentos “Sofía” y “Margaret”. El primero es una historia de amor que se mueve entre Malasia y los EUA, y parece formar parte de los recuerdos del autor. El segundo aborda magistralmente la crisis de la vocación sacerdotal y el celibato mediante el recurso hiperbólico epistolar. Uno puede adivinar muy bien lo que sucedió en los huecos temporales entre una carta y otra, y el lector se ve obligado a colaborar en la narrativa del texto. ¡Espléndido!

Otro, “Los huaraches de cuero”, es estrujante por su crudeza: el terrible poder del amor, que puede llegar a extremos mortales. Las buenas intenciones con que está empedrado el camino del infierno. Esta fue la historia que más me recordó a Rulfo, aunque su originalidad está fuera de duda. Por su parte el relato “Contradictorio”, tal vez el más complejo de todos, juega con las pasiones religiosas del catolicismo, las actitudes populares hacia los milagros y el poder de las imágenes e íconos para producirlos. Las reflexiones religiosas contenidas en esta narración y en otras me hicieron adivinar algún pasado del autor vinculado con la vocación sacerdotal, o al menos una cercanía con la fe practicante.

“El Sueño” es una breve historia de un crimen envuelto en la inocencia infantil. Un cuento triste, estrujante y conmovedor. Una fábula que no dudo que realmente haya ocurrido en más de una familia infortunada de nuestro país. Una pequeña obra de arte en dos páginas. Y el cuento que da nombre al libro es otro logro notable del autor: una narración plena de amor paternal y filial, incomprensión y conflicto entre hermanos, una trama de enredos familiares y un desenlace trágico, que deja una sensación agridulce en el lector. A través de un lenguaje llano, pero pletórico de imágenes campiranas, el autor nos pasea por circunstancias que fluctúan entre la realidad cruda y ruda, y la imaginación fecunda en sentimientos, reflexiones profundas, valores morales y una potente meditación sobre la levedad de esta vida. La lectura de las “letras muertas” del libro –expresión tomada de uno de los personajes– es totalmente disfrutable, pero también es ocasión para la introspección del lector, y que cavilemos sobre la aparente simpleza de la vida de los humildes, de los parroquianos que pueblan nuestros pueblos y caseríos. Todo aprovechando las narraciones de un trasterrado que aún suspira por su querencia.