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23/06/14

Los museos que nuestra sociedad requiere

Los museos que nuestra sociedad requiere

Mucho se ha hablado en torno a la creación de nuevos proyectos museográficos, que pretenden insertarse en nuestra sociedad actual. Las opiniones sobre las características que estos espacios deben poseer y ofrecer, son muchas y de muy diversas índoles, por lo que ésta no será más que una reflexión más, desde mi muy peculiar experiencia en la vida y dinámica de los museos, entrelazada con la reflexión humanística que mi propia formación profesional me han dado.

Podríamos teorizar y recurrir a los gurús de la museografía que hablan sobre las nuevas tecnologías, los espacios dinámicos, la formación de públicos y demás conceptos que se convierten en sitios comunes cuando de museos se trata. Pero en esta ocasión prefiero hablar de manera coloquial, sobre lo que día con día veo en el público dentro del proyecto en el que laboro, el cual se ha convertido con el paso del tiempo, y el esfuerzo de mucha gente, en un caso de éxito.

No es para nadie una sorpresa leer que los museos “ya no venden”. Contar con un bello edificio en el que se muestran obras de la más alta manufactura plástica ya no es suficiente para nuestros públicos. El lugar será siempre respetado como una institución que conserva el arte. Nadie se atrevería a renegar sobre la existencia de estos espacios, tanto como no se atreverían a opinar que los archivos deben desaparecer. Sin embargo, unos y otros son ajenos a la vida cotidiana. Una vez que has visitado un museo, pueden pasar muchos años para que vuelvas si no tienes un pretexto para hacerlo.

Eso es lo que el público actual necesita, un pretexto; en la medida en que las instituciones se preocupan en generar estos “pretextos”, las personas comienzan a asistir. Sin embargo, no es suficiente entregarles ofertas atractivas para que asistan de vez en vez; no basta que sea un lugar lindo para llevar a los familiares que llegan de visita a la ciudad; hace falta más que realizar conciertos y conferencias; llevar a las escuelas cada año, para que los alumnos se aprendan de memoria lo que esos viejos edificios contienen en sus muros no hace que se cumpla una misión real; nada de esto es en verdad útil, si no se logra que el museo sea parte de sus vidas.

El nivel que buscamos va más allá de la pertenencia; el lugar que buscamos es el de la apropiación. La apropiación se logra cuando la sociedad encuentra en el museo el lugar adecuado para expresarse, para identificarse, para disfrutar. La meta se cumple cuando el público no tiene que buscar a dónde ir, si no  que sabe, de antemano, que tiene la opción permanente de ir a ese lugar.

Veámoslo así de coloquial: Cuando era joven, gustaba de ir a un par de cafés, siempre los mismos. En uno encontraba a las personas con las que quería convivir y en otro el café que me gustaba, los libros que disfrutaba leer y las personas que admiraba y con las que quería relacionarme, personas mayores que me aportaban conocimiento y me hacían sentirme “importante”. ¡No había sitio mejor para estar a los 17-19 años: un lugar en donde buscaba pertenecer! Con el paso del tiempo y la frecuencia, los meseros se sabían mi nombre, lo que me gustaba tomar, y procuraban tener lo que yo pedía. De manera natural, mis iguales fueron acudiendo conmigo a ese sitio; en ese momento, el café se convirtió en mi café, porque logré apropiarme de él. ¡Un lugar como ese es el que todos buscamos a lo largo de la vida!  ¿Será posible encontrarlo en un museo?

El caso de éxito en el que laboro me dice que sí. En el momento en que las personas comenzaron a programar sus encuentros en los espacios de los museos, comenzaron a formar parte de sus vidas. Cuando una persona sabe que el lunes podrá encontrar cine, el martes cursos de apreciación, el miércoles literatura y que el jueves es el día en que se presenta música de cámara y que ahí encontrará a las personas adecuadas que disfrutan de sus mismos gustos; cuando el conocimiento y el gusto se torna en algo compartido, volvemos a ser jóvenes universitarios sin importar nuestra edad, volvemos a sentir pertenencia a un grupo social y se crea una apropiación sobre la institución. Es entonces cuando el museo ha tomado parte en su vida.

Actualmente, los usuarios de los museos no se conforman con una imagen; buscan más y más información. Las posibilidades para acceder a ella son fundamentales en los nuevos museos. En la medida en que dejan de ver a un cuadro como algo inamoviblemente bello y los dotas con información trascendente, ellos comienzan a comprender las sutilezas que rodean la vida de un artista: la sociedad que les permitió crear un cuadro o contra la cual lucharon para que éste fuese conocido. En la medida en que humanizamos el arte, esta se torna parte de nuestra aprehensión, el conocimiento sobre el objeto nos hace poseerlo de algún modo.

Si en la inauguración de una exposición se procura un ambiente amable, que supere las poses y el “blof” del mundo artístico, se convierte un lugar de convivencia; si sobrepones el lado humano del artista sobre el ego creador y lo acercas al público, estas logrando una atmósfera totalmente amigable, atractiva, y el público buscará la nueva propuesta, la fecha próxima.

Si a todo ello le sumamos un espacio de socialización y encuentro per se, como una cafetería, un bar, un pequeño restaurante, la institución habrá tomado una dimensión mayor, ya no es un museo inanimado, es un centro cultural, y más allá ha logrado ser un centro de convivencia social.

Es un hecho que cuando creamos un nuevo producto, un nuevo museo, no va a ser la población quien lo pida. Los museos no se crean por petición popular; sin embargo, cuando a la sociedad se le involucra en la vida de un museo, podemos tener por seguro que la sociedad hará permanecer a la institución.

Si esto se ha podido lograr con algo tan aparentemente ajeno como un espacio de arte, que no necesariamente pertenece a la identidad de una sociedad, ¡cuánto más se puede lograr cuando el nuevo espacio que se genera ve reflejada a la sociedad que lo utiliza! Un lugar donde lo que se preserva, estudia y comparte es el producto de la relación entre los propios individuos.

Los museos de nuestros tiempos deben ser organismos dignos de apropiación, con una dinámica permanente, donde la constancia y periodicidad sea la clave de su programación, directamente relacionados en sus productos con las exigencias de su público, capaces de generar una inercia y una cohesión social.

*Luz Adriana Ramírez Nieto es Licenciada en Historia y Maestra en Estudios Históricos Interdisciplinarios por la Universidad de Guanajuato, ha colaborado desde hace más de diez años en el Museo Iconográfico del Quijote, donde actualmente realiza investigación museológica de su acervo. Además de estar inmersa en el mundo de la gestión cultural desde hace más de quince años.