jueves. 18.04.2024
El Tiempo

Por qué los millennials son tan arrogantes

“…La Generación X creció en una sociedad más vertical. La autoridad fue una parte
importante de nuestras vidas. Nuestros conocimientos y convicciones venían de nuestros
padres, profesores y, quizás también, del sacerdote…”

Por qué los millennials son tan arrogantes

Quienes pertenecemos a la Generación X, esto es, quienes nacimos entre 1965 y 1985, nos maravillamos de cuánto ha cambiado el mundo. La generación siguiente, los millennials, nacidos entre 1986 y 2000, no vivió esa revolución tecnológica de la que nosotros fuimos testigos. 

Cuando yo era niño, tenía una amiga española por correspondencia. Entre una carta y otra pasaban casi dos meses y, obviamente, recibir un trozo de papel que había sido escrito al otro lado del Atlántico, era para mí algo extraordinario. Hoy, en cambio, podemos tener comunicación inmediata con personas en cualquier parte del mundo. 

La tecnología en estos últimos 30 años ha cambiado el mundo de una manera extraordinaria. Y ese cambio se refleja, como es natural, también en las generaciones: la Generación X y los millennials son prácticamente de dos planetas distintos. Esto genera problemas de comunicación y de convivencia. 

Un rasgo que destaca en los millennials es su arrogancia e insolencia, o al menos así lo percibimos nosotros. ¿Por qué son así? ¿Por qué hablan y actúan como si todo lo supieran? Y, sobre todo, ¿por qué no nos hacen caso? 

Los adolescentes y los jóvenes son de por sí un poco arrogantes. Hay un mecanismo psicológico, culpa de la naturaleza, que les hace creer que la historia comienza con ellos y que los adultos, en realidad, no sabemos bien cómo funcionan las cosas. Ellos son “los buenos”. En realidad, si somos honestos, nosotros también pasamos por ahí… Pero en los millennials hay algo más que la normal arrogancia adolescente. 

El Dr. Nathaniel Branden en su libro How to Raise your Self-Esteem (Cómo elevar tu autoestima) explica que una persona, mientras más se fía de sus juicios y decisiones, más alta autoestima tendrá o, dicho de otra forma, más segura de sí misma será. 

La Generación X creció en una sociedad más vertical. La autoridad fue una parte importante de nuestras vidas. Nuestros conocimientos y convicciones venían de nuestros padres, profesores y, quizás también, del sacerdote. No tuvimos la experiencia del pluralismo ideológico o, si la tuvimos, fue muy limitada. 

Si teníamos alguna duda, preguntábamos a alguien mayor y él nos la resolvía. También estaba la opción —mucho más engorrosa— de ir a una biblioteca o a una librería; pero, siendo algo que exigía esfuerzo, lo hacíamos pocas veces. La otra opción era simplemente quedarnos con la duda y tampoco se acababa el mundo. 

Escuchábamos con atención y respeto a los mayores porque ellos llevaban más tiempo que nosotros acumulando conocimientos y, por lo mismo, “veían cosas que nosotros no veíamos”. Cuestionarlos era un acto de arrogancia e irreverencia, e incluso de mala educación. 

Los millennials, en cambio, cuando tienen una duda, simplemente le preguntan a internet. Internet les ofrece respuestas inmediatas y, además, no es la verdad absoluta. No es arrogancia disentir o criticar lo que leen en internet. Es más, no sólo no es arrogancia, sino que es un deber. 

En cierta forma, para los millennials no existen las autoridades en materia de conocimiento. Usan Google, navegan, comparan diversas opiniones y al final, con mayor o menor tino, sacan ellos mismos sus conclusiones. Están habituados a pensar por sí mismos y, sobre todo, a fiarse de sí mismos. 

Lo que nosotros percibimos como arrogancia en el fondo es seguridad personal, independencia de juicio. Eso es lo que nos exaspera y, hasta cierto punto, nos intranquiliza. Los papás, los profesores y la gente mayor son hasta cierto punto una voz más entre todas las fuentes de información de que disponen. 

Ahora bien, contar con gente que piensa más por sí misma, con un mayor sentido crítico y autoestima, ¿no es de hecho una buena noticia? Quienes más éxito tienen en la vida, no son los más inteligentes, sino los que más confían en sí mismos. Quizás a esa independencia y seguridad personal crecientes se debe que cada vez haya más mexicanos destacando en el deporte o en el ámbito profesional. 

Somos generaciones muy distintas. No nos indignemos de que no tomen en cuenta nuestra opinión o de que la descarten con ligereza. Nuestra opinión ahora es una más. Necesitamos aprender a argumentar, a explicar con claridad por qué decimos las cosas. La verdad tiene una fuerza invisible y, cuando se explica bien, penetra con suavidad en la mente del otro, sin estridencias ni traumas. Éste es un tiempo con menos imposiciones y más explicaciones. Afortunadamente.