miércoles. 17.04.2024
El Tiempo

No le hablo a mis hermanos

No le hablo a mis hermanos

Ante todo, me gustaría hacer dos aclaraciones. La primera es que este artículo se refiere a los conflictos entre
hermanos adultos (las peleas entre hermanos pequeños son normales). La segunda es que el artículo no tiene
intenciones moralistas, al menos no es suprimera intención. Solo intenta explicar un fenómeno. Si a alguien le sirve para recuperar algún vínculo fraterno, será una buena noticia; pero no es su principal objetivo.

El psicólogo austriaco Otto Rank (1884-1939), colega de Sigmund Freud por un tiempo, dice que la vida es una
sucesión de separaciones o “extrañamientos”. El primer extrañamiento lo sufrimos al abandonar el vientre materno. Aquel ambiente que era tan nuestro —todo lo que conocíamos—, de pronto desaparece. La vida sigue adelante en una sucesión de separaciones hasta llegar al extrañamiento radical, el extrañamiento de la vida, esto es, la muerte. 

La conclusión se intuye. ¿Qué hay más nuestro que un hermano? Si bien los lazos fraternos siempre estarán ahí, no son estáticos. Evolucionan. Nos “extrañamos” de ellos. Esto sucede cuando alguien se casa o cuando alguien se independiza y la casa paterna deja de ser “mi casa” y se convierte en “la casa de mis papás”. 

En México los conflictos entre hermanos pueden ser más frecuentes porque somos una cultura muy interdependiente. Esa interdependencia es la que nos da a los mexicanos ese calor humano. Pero también se presta a excesos… 

Muchas veces lo que creemos que es una “familia muy unida” en realidad es una familia de personas emocionalmente inmaduras. Se casan, pero emocionalmente siguen viviendo en la casa paterna.

Lo anterior puede acentuarse en el caso de mamás que no se entienden a sí mismas sino como mamás de niños pequeños. En Estados Unidos los papás están esperando a que sus hijos se casen o independicen para poder disfrutar de su pensión viajando. Al principio, me pareció una actitud un poco egoísta y hasta cruel; pero con el tiempo me he dado cuenta de que no es algo tan descabellado. La vida tiene sus etapas y hay que vivir de acuerdo con ellas. 

Otro comportamiento que revela esa falta de extrañamiento es el caso de los hermanos mayores que, aun siendo ya adultos —pongan ustedes, más de 50 años— actúan con los hermanos menores como si siguieran gozando de los privilegios biológicos que da la edad. Esa “tiranía fraterna” de los hermanos mayores hacia los menores, que se da en la infancia y que es hasta cierto punto comprensible, se quiere alargar hasta la edad madura. Esto genera también no pocos conflictos. 

En conclusión: los conflictos entre hermanos adultos muchas veces son causados por la falta de madurez
emocional. Los interesados no son conscientes de que la vida está hecha de etapas, de pérdidas. Simplemente es gente desubicada que no sabe cuál es la etapa que le toca vivir.