El pasado 20 de noviembre, Andrés Manuel López Obrador dio a conocer su “Proyecto Alternativo de Nación”. Sin ignorar sus puntos positivos como la preocupación por los pobres y el deseo de desarrollar el Istmo de Tehuantepec, podemos avanzar tres objeciones:

1. El proyecto no menciona en ningún momento la minería, una industria que genera inmensas ganancias y que está en buena parte en manos de extranjeros que gozan de exenciones fiscales desproporcionadas.

2. Hay en el proyecto un deseo de devolver al pueblo el poder: “nada ni nadie estará por encima de la voluntad soberana del pueblo” (lin. 9). Propone consultas ciudadanas para lograr este fin. Pregunta: ¿para que inventar el agua caliente si nuestro sistema democrático ya cuenta con un mecanismo para hacer esto? Me refiero al seguimiento que los ciudadanos deben dar a los senadores y diputados que a la fecha actúan a la sombra de una cortina de humo llamada partido político.

        Sería mejor que prometiera eliminar a los senadores y diputados plurinominales y de segunda mayoría para que los ciudadanos puedan dar seguimiento más fácilmente a sus legisladores. Reducir el número de senadores a 64, dos por estado como en Estados Unidos. Actualmente tenemos 128 senadores que nadie sabe bien quiénes son ni qué hacen.

Reducir también el número de diputados. En Estados Unidos hay 435 diputados para 324 millones de habitantes. Como México tiene 122 millones de habitantes, podríamos tener, en proporción, solo 163. Esto, además del ahorro no pequeño que significaría para el erario público, ayudaría a hacer más evidente la actuación de los legisladores, que actualmente, repito, actúan escondidos detrás de una cortina de humo.

3. El eje de todo el Proyecto Alternativo de Nación es el combate a la corrupción: “Nuestra propuesta es acabar con la corrupción, no solo reducirla, sino erradicarla por completo” (lin. 10). En realidad, la corrupción es un mal tan arraigado en nuestra cultura y en la forma de ser del mexicano, que me parece imposible que esta pueda “erradicarse por completo” con una elección presidencial.

Estoy convencido de que se puede y debe reducir mucho (muchísimo, más bien); pero no es una tarea ni fácil ni rápida. Es necesario crear una nueva cultura, un nuevo tipo de mexicano y eso, aunque plenamente posible, no sucede de la noche a la mañana. Otorgando con amplísima benevolencia el beneficio de la duda al Proyecto, todavía nos preguntamos si el dinero ahorrado gracias al combate a la corrupción sería suficiente para financiar sus, eso sí, ambiciosos planes.

En fin, si bien el Proyecto en sus primeros números resulta atractivo y hasta entusiasmante, conforme se avanza en su lectura, uno no puede no terminar con la sensación de haber estado leyendo, no un proyecto de nación, sino, más bien, una carta a los Reyes Magos.