León en el siglo XX [V] • Las calles angostas de la ciudad histórica • Miguel Ángel García Gómez

“…no existía entonces, como tampoco ahora, la conciencia de respeto al patrimonio construido…”
León en el siglo XX [V] • Las calles angostas de la ciudad histórica • Miguel Ángel García Gómez

 

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En la medida en que León crecía hacia la mitad del siglo XX, y se llevaban adelante las obras de pavimentación e infraestructura urbana en un proceso inacabado, se hacían también presentes nuevos problemas asociados con el crecimiento, como la necesidad de vivienda o el incremento en la movilidad vehicular y la consecuente insuficiencia de las angostas calles históricas para soportarlo. Como ciudad de destino, pero también por su posición estratégica en la geografía nacional en el tránsito con el occidente del país y sus sistemas de enlace regionales principalmente, el incremento de la circulación vehicular en las calles del centro (entonces no se le llamaba centro histórico, solo “centro”) se veía impactado por el transporte de carga y de pasajeros que cotidianamente circulaba por ellas.

Además de la necesidad de vivienda para una población que crecía y propiciaba que poco a poco las periferias de la ciudad de entonces comenzaran a llenarse de nuevos fraccionamientos, la introducción de infraestructura (agua potable, drenajes) y la pavimentación de calles eran algunos de los problemas urbanos apremiantes para la ciudad histórica.

En el inicio de los cincuentas, León llevaba casi una década de haber iniciado el proceso de urbanización de sus calles, utilizando materiales modernos como el concreto hidráulico o el concreto asfáltico. Sin embargo, muchas permanecían sin pavimento de tipo alguno, o se seguía utilizando el empedrado para aquellas que carecían de él, que en muchos casos seguían siendo de tierra. De esto hablaba el periódico La Voz de León, que el 5 de enero de 1952 publicaba: […] la administración municipal pasada, consiguió llevar a buen término el empedrado de la 2ª. Y 3ª. Calle de Juan Valle, y de la 6ª. Y 7ª. de Díaz Mirón […], y el 28 de febrero informaba: Ayer empezaron los trabajos de pavimentación de la calle Independencia que en su mayor parte carece de este beneficio. Los trabajos se iniciaron en la cuarta calle, lugar en donde quedó suspendido el pavimento que construyó la compañía «Arbide» […], o el 2 de marzo […] la calle de La Paz se pavimentará con concreto en breve […] como en el centro de la ciudad. Se puede seguir a partir de las noticias que publicaban los periódicos de la época el proceso de urbanización del siglo XX leonés, así como la forma como emergían nuevos problemas y necesidades asociadas con el crecimiento urbano.

Así comenzaron a surgir una serie de necesidades y propuestas de solución, o soluciones emergentes para resolver las contingencias. Algunos proyectos se llevaron a cabo, pero generalmente debieron pasar todavía algunas décadas para su materialización. Como ejemplo de esto, el 27 de febrero de 1952 el mismo periódico publicaba: La gran terminal de camiones será una realidad, la intención de construirla no ha sido desechada […]. La actual central camionera se inauguró el 30 de mayo de 1969, casi dos décadas después de la publicación de la nota anterior, lo que puede dar una idea de la forma como los proyectos urbanos se materializan, más en la medida de la posibilidad que de la necesidad, y que a veces deba pasar mucho tiempo para que los proyectos se hagan realidad, o bien se olviden y nunca se realicen.

El 21 de febrero del mencionado año, el mismo periódico publica la siguiente nota:

[…] Los vehículos de alto tonelaje ya no pasarán por el centro de León. La presidencia municipal ordena que se arregle la nueva ruta para camiones […] que se arregle el bordo del rio de los Gómez desde el puente de la entrada de la carretera de Silao (Calzada) -donde actualmente se localiza el llamado puente del amor-, hasta el puente del Coecillo, y una vez terminado el acondicionamiento de este lugar, el tránsito será por ahí, para seguir por la calle de Tres Guerras, Melchor Ocampo, Camelia, el Parque Hidalgo, calle Acámbaro y carretera a Lagos.

La misma ruta deberán seguir los vehículos que vengan del norte, para cuyo efecto ha sido acondicionada la calle Melchor Ocampo y también la calle Tres Guerras, pues como se recordará, estas arterias sólo tenían circulación en un sentido y ahora el sentido es doble.

Este año 1952 es el mismo en que se cambia el viejo león de la calzada para sustituirlo por el actual, de bronce. Ante la necesidad de que las calles leonesas pudieran responder al incremento vehicular, como era evidente desde principios de los cincuentas, se comienza a perfilar la idea de que la ciudad debe contar con calles más anchas y con vialidades que den fluidez al tránsito vehicular entonces en aumento. Para ello se implementó lo que sería conocido como la “política de alineamientos”, cuyo principio era que las construcciones existentes en las calles de León, en tanto “viejas”, podrían ser demolidas para dar paso a nuevas, más “modernas”, que al construirse, debían “alinearse” a un nuevo paramento (o alineación de las fachadas), cediendo a la calle algunos metros. Si se procedía de esa manera, se pensaba entonces, llegaría el día en que todas las fincas “viejas” habrían sido demolidas, y las casas y edificios construidos darían una nueva modernidad a León, con calles más amplias, anchas, modernas. El 25 de noviembre de 1958, la noticia del periódico El Sol de León daba cuenta de:

[…] la imperiosa necesidad de ampliar por lo menos tres avenidas de la ciudad que ya resultan insuficientes para dar fluidez al tránsito […] El departamento de Vía publica, anticipándose a las características del plano regulador (que entonces era un sueño para León), ha venido exigiendo que las nuevas construcciones que se levanten a lo largo de esas avenidas se sujeten a los nuevos alineamientos, pero se considera que esto no es suficiente para darles la amplitud que requieren […]

Los edificios demolidos a partir de entonces para hacer las calles más anchas eran, en muchos casos, ejemplos de la arquitectura histórica, patrimonial, que hoy estarían “protegidos” por la ley de patrimonio por ser evidencia de la forma como los leoneses construíamos en el siglo XIX o antes, pero en el país en general, y en León por extensión, no existía entonces, como tampoco ahora, la conciencia de respeto al patrimonio construido, porque lo importante era ser “modernos”, borrar la historia, y “alinear los nuevos edificios para que quedaran “más adentro” de los edificios antiguos y así tener algún día calles más anchas. Se perdió entonces un importante acervo de patrimonio construido, cuya salvaguarda aún hoy se hace muy difícil.

Por la misma época de los alineamientos comenzó un fuerte movimiento en todo el mundo para que se tomara conciencia de la importancia de considerar a los edificios históricos como referentes de la identidad, de la historia del lugar —en nuestro caso, de León, patrimonio de todos–. La Carta de Venecia, documento internacional de mayo de 1964, firmada en representación de México por el arquitecto Carlos Flores Marini, postula —entre otras cosas– algo que contradecía a las demoliciones y pérdidas de patrimonio edificado que en todo el mundo ocurría entonces con políticas como la de alineamientos de León:

Cargadas de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares […] Los lugares monumentales deben ser objeto de atenciones especiales a fin de salvaguardar su integridad y de asegurar su saneamiento, su tratamiento y su realce.

Si bien no se tenía entonces (ni aún) la plena conciencia social de que la Ciudad Histórica de León es nuestro patrimonio y que sus calles y edificios, en tanto testigos de su propia historia, son sujetos del derecho de ser respetados y presevados, la política de los alineamientos fue abandonada hacia los inicios de la década de los ochentas, al comenzar la aplicación de las disposiciones legales sobre la protección de edificios históricos que han buscado permear en la conciencia social sobre el respeto al patrimonio edificado, con resultados hasta hoy muy desiguales.

El efecto para las ciudades fue de pérdida de muchos edificios de valor patrimonial, como la lamentable demolición del convento franciscano que se encontraba entre la parroquia y la actual presidencia municipal de León, en mayo de 1953, entre muchos otros, o la permanencia a partir de entonces de perfiles urbanos desiguales, de entrantes y salientes como el que tienen muchas calles del centro histórico de León, donde algunas construcciones están más remetidas que otras, como efecto de lo que entonces se hizo. Todavía en los inicios de la década de los sesentas se mantenía la misma idea:

SE AMPLIARÁN LAS CALLES CON PERMISO DEL CONGRESO. EL PUEBLO DE LEÓN APLAUDE LA IDEA DE QUE SE AMPLÍEN LAS AVENIDAS. […] ceder a la vía pública de 3 a 4 metros […] la ampliación de la calle Diaz Mirón ofrece magníficas perspectivas, pues da lugar a que se dé acceso por ella a un abundante caudal de tránsito de coches y de camiones de carga entre la Calzada de los Héroes y la avenida Miguel Alemán y de allí a la carretera panamericana y a la de S. Fco. sin pasar por el centro.

Se necesitará no sólo darle mayor amplitud a Díaz Mirón y a parte de la Reforma, sino prolongar la primera de las citadas calles hasta la Calzada del Tepeyac, aprovechando el tramo que se está construyendo sobre el fraccionamiento Andrade, a partir del colegio La Salle […] cada día es más patente la necesidad de que nuestra ciudad cuente con vías de circulación que permitan la máxima fluidez al tránsito tanto urbano como foráneo […] (Sol de León, 14 mayo 1960).

 

La ampliación de las calles del centro nunca fue una realidad. La atención a los problemas de la circulación del tránsito vehicular se fue dando de forma también progresiva, con proyectos, planes y decisiones emergentes. El 10 de enero de 1952 aparece en el periodico La Voz de León el encabezado de ocho columnas: LEÓN NECESITA CON URGENCIA UN PLANO REGULADOR. El día 16 del mismo mes, el mismo diario apuntaba en otras ocho columnas: LA PRESIDENCIA PIENSA EN EL PLANO REGULADOR, el desarrollo de León lo está necesitando, decía la cabeza de la nota. Desde entonces, tener un plan urbano era una de las necesidades más apremiantes para enfrentar el crecimiento expansivo e intensivo de la ciudad.

En la época se llamaba plano regulador a lo que ahora conocemos como plan de ordenamiento territorial, que en otro momento se llamó plan de desarrollo urbano. León, como muchas ciudades del país, en la medida en que crecían, se volvían más difíciles de planear, de ordenar, de gestionar, como ahora decimos. El siglo XX también es el siglo de la planeación urbana.

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