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Moisés Tort
10:39
19/03/14

La transformación cultural empieza en mí

Reflexión al vuelo sobre las implicaciones de conocer a Humberto Maturana, Ximena Dávila, Sebastián Gaggero y María Paz Yáñez, la Escuela Matríztica de Santiago

La transformación cultural empieza en mí

Cuando uno observa, alumbra un mundo.
Humberto Maturana

Despierto en un nuevo mundo a las 5:45 del martes, para enfrentar mi vida cotidiana de un modo radicalmente distinto al del lunes pasado. Siento cómo mi cuerpo suelta el nicho donde me arropé durante la noche mientras en mi cabeza da vueltas el concepto del Ser Vivo–Nicho, inseparables. Primero, habría que plantear la pregunta correcta sobre el Ser y reflexionar sobre la propuesta de la Escuela Matríztica sobre la transformación de la filosofía del Ser al Hacer, y no hay tiempo de reflexionar ahora porque ya son las 5:50.

Elijo seguir viviendo mi nuevo vivir y me meto bajo las moléculas del agua de la regadera. Moléculas no vivas caen sobre mis células vivas que despiertan con un cosquilleo autopoiético. En ese golpeteo constante y recursivo, quiero aceptar la invitación a reflexionar sobre el concepto de recursividad que me hicieron Humberto Maturana y Ximena Dávila hace unos días. Y, a pesar de que hablamos sobre el concepto último que han estado trabajando estas dos mentes enormes, representantes vivos del nuevo paradigma científico, cambio mi decisión, porque ya son las 6:05.

Las cosas aparecen ante mis ojos. Un algo se hace silla cuando decido sillarlo, distingo otros algos y se hacen vasos apenas voy a vasarlos; danzo la danza del acoplamiento estructural constante con mis nichos que cambian permanentemente, sin detenerse, mientras preparo el desayuno. Prefiero nicharme en mi hogar todo y todos los algos que he convertido detienen sus–mis cambios estructurales. Uno puede volverse loco si asume de pronto todo esto como el nuevo mundo con el que se ha despertado, y creo comprender ahora el concepto de la Transformación Cultural, que se plantea como un proceso a diferencia del Cambio, que es total y de repente. De cualquier forma, sé que caí feliz y para siempre en el agujero de Alicia.

Despierto a mi pareja y a mis niños y siento que ellos, apenas abren sus ojos, alumbran tres mundos absolutamente distintos a los míos. Nos decimos buenos días y nos aceptamos como legítimos otros en convivencia esta mañana, nos generamos los unos a los otros para danzar la primera conversación, la primera danza del día. Vamos acordando coordinaciones motoras y vamos aplicándolas en una coordinación de coordinaciones. Cantamos juntos una canción hecha de palabras y danzamos una delicada danza de dedos, ojos, bocas; conversamos, co-versamos, co-inspiramos y desayunamos.

Cavilo mientras conduzco a la escuela de mis hijos sobre el concepto del Amor con el que Humberto Maturana revolucionó al mundo de la ciencia, al mundo todo, esa pegajosidad biológica que hace posible Lo Social; pienso también, recursivamente, en las implicaciones que este concepto simple y poderoso tiene para la transformación cultural y voy legitimando, también recursivamente, a los demás conductores, peatones, ciclistas, que aparecen ante mí legítimos otros en convivencia conmigo, y mientras lo hago voy cambiando estructuralmente Yo. Es increíble.

Uso la voz para tender redes de conversaciones, de coordinaciones de coordinaciones conductuales con mis hijos, uso las luces de mi auto para tenderlas con los demás conductores, la mano y la cabeza para tenderlas con peatones que me piden el paso y pretendo entender el concepto de Comunidad como una red cerrada de conversaciones, pretendo entender también la multiplicidad de comunidades a las que voy perteneciendo de manera simultánea y recursiva.

La vida se pone vertiginosa, no para, pero yo debo parar de reflexionar para vivir mi vivir aquí y ahora. Nos besamos mis niños y yo y bajan del auto; allá van, a alumbrar mundos a su escuela y a ser alumbrados por otros. ¿Cómo se transformarán y llegarán siendo otros a la casa en la tarde, cuando nos veamos de vuelta los cuatro para comer? Ya quiero conversar con ellos sobre las realidades que habremos creado hoy, pero el vivir sigue su ritmo cósmico y yo esperaré a la tarde.

Veo a mis compañeros de trabajo. A partir de hoy son conscientemente para mí otros legítimos, con sus certidumbres agarradas en sus puños, los veo checar su entrada en el reloj robot que, por lo menos, dice buenos días con una voz grabada por alguien hace mucho, un sonido de electrónica fría que simula el calor humano del desear los buenos días al otro, de reconocerlo legítimo, un pésimo intento de La Matrix.

En unas horas me veré reflexionando con los 50 compañeros que tomaron el seminario de Transformación Cultural impartido por la Escuela Matríztica de Santiago en voz de sus fundadores Humberto Maturana y Ximena Dávila y de dos de sus jóvenes miembros, Sebastián Gaggero y María Paz Yáñez. Tengo curiosidad por escuchar cómo fueron impactados por los complejos–simples conceptos de biología cultural en su nuevo vivir, el del vivir como otros legitimados por otros.

Más adelante, en los siguientes días, cuando me dé el tiempo, leeré el El habitar humano de Ximena y Humberto; me reencontraré con el Árbol del conocimiento de Maturana y Varela, con Amor y juego de Maturana y Verden Zoller; exploraré de vuelta el Sentido de lo humano, De la biología a la psicología; me atreveré a entrarle a De máquinas y seres vivos; analizaré los errores conceptuales de Fritjof Capra en La Trama de la vida sobre la cognición y la autopoiesis que me comentó Maturana; buscaré más respuestas. Exploraré la información que la Escuela Matríztica tiene en red y aceptaré su invitación a conversar con ellos en facebook y twitter. Aceptaré su invitación también a explorar la profundidad de su conocimiento, en el entendido de que tres días de escucharlos son nada, apenas la pincelada de una manera distinta de comprender el mundo.

Con la vibración del ocio y del juego, con la emoción de haber tenido el privilegio de conversar por horas con estos cuatro maestros, de haber participado de su seminario y sus conversaciones con funcionarios, políticos, estudiantes, gestores sociales, periodistas, asociaciones civiles, ecologistas, empresarios, decantaré y compartiré reflexiones, documentos, libros, conversaciones con cercanos y lejanos. Recursaré, recursaré, recursaré, recursaré, stop.

Seguiré en mi búsqueda sobre las aplicaciones sociales de esta nueva teoría de la vida que ha transformado al mundo y ha hecho temblar al paradigma científico que aprendimos desde que nacimos, porque hoy es lo que escojo hacer aunque mañana todo cambie, cuando despierte de nuevo.

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