Mónica Navarro
04:25
29/01/15

Rafael Corrales Ayala

"Cuando leo o escucho el Nombre de Rafael Corrales Ayala llegan a mi cabeza los “ jingles” de su campaña a la gubernatura de Guanajuato: Por un Guanajuato mejor, por un Guanajuato Mejor; Corrales Ayala Gobernador"

Rafael Corrales Ayala

Cuando leo o escucho el Nombre de Rafael Corrales Ayala llegan a mi cabeza los “ jingles” de su campaña a la gubernatura de Guanajuato: Por un Guanajuato mejor, por un Guanajuato Mejor; Corrales Ayala Gobernador, y su gira en busca del voto en la que traía a Lucía Méndez , la reina de las la fotonovelas, quien con su belleza encabezaba los desfiles, y también viene a mí el recuerdo uno de mis primeros empleos.

Me enteré de su muerte y los recuerdos vienen a mí en cascada. Corría el año de 1986, yo era una inquieta estudiante de Letras Españolas, más interesada en el teatro y en conocer México que en la Poética, la Lingüística y la Teoría Literaria y demás temas, pero para gozar y viajar hay que tener dinero, así que con el apoyo enorme de mi amiga Ilse García, un día me encontré frente a tres teléfonos, como flamante telefonista de la Secretaría Particular del Gobernador.

En aquel tiempo Guanajuato era gobernado por el PRI-Gobierno. Mi jefe directo era el Licenciado Luis Aveleyra Santos, un egresado de Ciencias Políticas que hacía su mayor esfuerzo para manejar la agenda del esquivo funcionario que gustaba más de la ciudad de México y sus bares que de su Guanajuato, estado del cual era Gobernador Constitucional (aunque en el chisme de pasillo circulaba el rumor que Rafael Corrales no era oriundo de Guanajuato, sino del Distrito Federal, que su hermano Salvador era sí era guanajuatense, que las actas de nacimiento habían sido falsificadas y demás chismes, como que el que aseguraba ya estaba divorciado de su esposa y le pagaba un salario como presidenta del DIF, ya que cuando él se lanzó de candidato ella vivía en Canadá, y para que soportara el estado civil, percibía honorarios como primera dama).

Durante 3 años mi trabajo transitó de telefonista a recepcionista en la secretaría particular del gobernador en paseo de la Presa, un hermoso edificio de cantera verde que me enseñó mucho más que aprender a escuchar y a responder un teléfono. Mi origen era un hogar donde la izquierda reinaba, se analizaban los discursos y se criticaba al gobierno, así que cuando informé a mi familia de mi nuevo empleo, la cara larga y desilusión fue lo menos. Pero la ganancia en conocimiento de la realidad ha sido lo más. Puedo recordar aún con asombro la cantidad de personas que acudían en busca del gobernador para solucionar sus asuntos: que si no les habían pagado la obra, que si el agua se había llevado sus pertenencias, que la invasión de sus tierras, que dinero para un colchón, ayuda para una cirugía, etc. Como recepcionista recibí las mejores y más certeras lecciones de sociología que ni mi maestro Agustín Cortés Gaviño pudo darme, y eso es decir mucho, señores.

Presencié el denigrante espectáculo del besamanos en fechas como cumpleaños y navidad: toda la clase política se formaba para adular al gobernador y regalarle desde quesos, perfumes, objetos de madera, plumas y demás. Todos los políticos: presidentes municipales, diputados, delegados y empresarios se formaban para rendir pleitesía al gobernador. Lo mejor era que al final del día al cuerpo de trabajo nos regalaban los perecederos; así conocí de buenos quesos y uno que otro vino de marca.

Supe disfrutar las mieles del poder, lugares en primera fila, entradas gratuitas y trato preferencial con la palabra mágica, más efectiva que el abracadabra, el trabajo en la oficina del gobernador. También conocí el reto de buscar a un gobernador entre bares y cantinas por teléfono, en la era cuando el celular era un objeto de ficción.

Me sorprendí del trabajo impresionante de la oficina de eventos especiales, de las claves del cuerpo de vigilancia, de cómo se transforma un lugar inhóspito en un prado verde y sitio pintoresco con cal y pintura verde, de los protocolos, las agendas, la cara sonriente y falsa de los políticos eternos (hoy he leído las condolencias de algunos que desde entonces besaban sin recato los pies y las alfombras que don Rafael pisaba)… porque aún permanecen en el poder.

Años después de una pausa, en la cual la vida me llevó a cursar una licenciatura en otro estado, regresé y encontré un estado azul. Era lo mismo, pero ahora ser del PRI-Gobierno era punto negativo.

Cuando retorné a Guanajuato como reportera en 1993 el PRI era cosa del pasado, pero presencié el mismo teatro, el mismo besamanos, al mismo gobernador esquivo, ahora, más guapo y joven, pero en esencia, lo mismo: las idénticas peticiones al gobernador, las mismas súplicas, los mismos cheques girados a nosotros mismos y otras burlas a los guanajuatenses.

Quisiera escribir que con Rafael Corrales murió una clase política y una forma de gobernar un país, pero encuentro lo mismo. La diferencia es que ya no soy joven ni me dejo sorprender; hoy estoy aburrida de la forma de hacer gobierno. En realidad deseo que descanse en paz Rafael Corrales Ayala, y me gustaría agregar: que descanse en paz la manera de no gobernar, de defraudar al pueblo, de girar cheques a los amigos, de ignorar a los guanajuatenses, pero sigue vivo, como mis recuerdos, y el jingle Por un Guanajuato mejor, por un Guanajuato Mejor… sigue siendo una promesa de campaña.