jueves. 25.04.2024
El Tiempo

Asesores ineptos

Una vez que ni Televisa pudo tapar el sol con un dedo, se hizo evidente la carencia de tablas del presidente para dirigir un país. No es que el primer mandatario sea débil mental –quien piense así, seguro se equivoca-...

Asesores ineptos

Al médico de la antigüedad se le exigía saber de arte, de filosofía, de astronomía y otras ciencias, porque la medicina era una carrera humanista y el galeno estaba obligado no solamente a curar las enfermedades del cuerpo, sino también las del alma. Hoy su rango de acción se ha acotado y se les exige únicamente conocer al pie de la letra ciencias afines al organismo como la anatomía, la fisiología y la bioquímica, entre otras. Es entonces cuando me pregunto, ¿qué tanto conocimiento de su entorno está obligado a tener el primer mandatario de una nación tan diversa como México? La respuesta es más que obvia y echa en tierra muchos sofismas esgrimidos por los defensores de Peña Nieto cuando quedó al descubierto, en la FIL de Guadalajara, su carencia de instrucción.

A Donald Trump lo comparo, no con Hitler ni Mussolini, que ya son símiles muy desgastados, sino con el general Rafael Leónidas Trujillo, quien exterminó a sus vecinos haitianos que vivían en República Dominicana y a muchos dominicanos hijos de haitianos, en la tristemente célebre “masacre del perejil”, fruto de la xenofobia y el racismo desatado en la mente enferma de un dictador. Lo triste: eso mismo puede ocurrirles a muchos connacionales si Trump gana las elecciones de EU.

Pero el presidente Peña pareció no darse cuenta del trasfondo. Más preocupado por las finanzas, se enfrascó en un debate acerca de quién pagaría el muro fronterizo y metió a un toro de lidia en la vidriería, creyendo que no ocasionaría daños. Parafraseando a Carlos Marín: “vino, se vomitó en nuestra casa y el presidente no hizo nada”. Fue como concederle el sacrificio de una doncella al enemigo –si el señor con nombre de pato nos mira como enemigos, no veo por qué debamos percibirle diferente.

Una vez que ni Televisa pudo tapar el sol con un dedo, se hizo evidente la carencia de tablas del presidente para dirigir un país. No es que el primer mandatario sea débil mental –quien piense así seguro se equivoca-. Sencillamente, para conducir los destinos de una nación como México no es suficiente un puntaje de CI promedio, sino ser un sujeto fuera de serie: brillante, instruido, humano; docto en historia universal, geografía, geopolítica, sociología, salud pública, economía, pedagogía, administración, filosofía, y por qué no, arte, cultura y dominio de varias lenguas. El problema de no saber nada de esto es quedar a la venia de Dios y los asesores, quienes a veces no son bien intencionados, o de plano llegaron ahí por compadrazgo y también desconocen los temas de relevancia (un ejemplo claro es Alfredo Castillo), saboteando cualquier buena intención del presidente.

Invitar a Donald Trump y rendirle honores de estado es como si los haitianos hubiesen convidado a Leónidas Trujillo a su lado de la isla que han compartido por siglos, pues aunque son vecinos, por sobradas razones los negros no eran amigos del dictador. Tampoco imagino a ningún israelita rindiendo culto a Hitler.

Más allá del estrés propio del cargo que ostenta, el presidente está mal asesorado y no tiene tablas para la toma de decisiones propias, lo que lo expone ante México y el mundo. Y a quienes hoy se sienten traicionados por él, debo recordarles que hubo señales que hicieron evidente cuál sería su manera de gobernar (Atenco, Paulette, FIL, yo soy #132), pero en su momento fueron minimizadas por el aparato mercadológico que hoy parece también haberlo abandonado luego de no poder detener el tsunami de lo evidente, el de la realidad plausible.

El presidente ni está loco ni es tonto; es simplemente un caso de supina ignorancia mal asesorada. Jamás adquirió los conocimientos necesarios que dan las diversas disciplinas aprendidas durante la vida, algunas a través de los libros, los cuales entregan varias imágenes a escala de la realidad y éstas interactúan entre sí para sumarse, reproduciendo una predicción. El conocimiento es fundamental para obviar cualquier riesgo. Por ejemplo, para entender catástrofes humanas como “la masacre del perejil” y disminuir los riesgos de que algo similar se repita, primero se debe conocer la historia.

Así como cortó la cabeza de Luis Videgaray, el presidente debería considerar seriamente remover a Carlos Pérez Verdía, su coordinador de asesores y amigo personal, a quien le paga la nada despreciable suma de 203 mil pesos cada mes por hacerlo quedar en ridículo con cada decisión que toma, y darle la chamba a otro. A mí, por ejemplo, que aunque no soy ni su amigo, ni estudié ciencias políticas ni relaciones exteriores, es más, ni siquiera soy priísta, gracias a mi formación de médico antiguo, el sentido común no me fallará nunca a los vergonzosos niveles de sus consejeros.

Además, con esos amigos que tiene, ya no requiere de enemigos.