viernes. 19.04.2024
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Defensa aérea

"Cada vez estoy más convencido que él solo gobierna para intereses extranjeros y, como Antonio López de Santa Anna, para los suyos"

Defensa aérea

En 2011 viajé a Caracas y me hospedé en el hotel Eurobuilding que se encuentra aledaño a una base aérea del gobierno venezolano. Ahí vi, desde la ventana de mi cuarto, cazabombarderos Su 30, F16, K-8W Hongdu, L-15 Falcon, y otras aeronaves que no identifiqué, armadas con misiles rusos, franceses e israelíes.

Entonces me di cuenta del porqué Estados Unidos no había invadido aún a la nación petrolera sudamericana, ni intervenido militarmente en ella a través de sus vecinos colombianos. Era obvio que con esa fuerza aérea los venezolanos no habrían derrotado al ejército estadounidense ni de lejos, pero sí le habrían ocasionada las suficientes bajas para pensar dos veces en tener un Vietnam o un Galípoli en su propio continente y desequilibrar la zona.

Caso contrario, la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) nunca había estado en condiciones tan adversas como ahora, que en vez de modernizar sus ya venerables piezas de museo F5 con que cuenta, adquirió en 500 millones de dólares un lote de aviones Texan II de deshecho que, más que para el combate, sirven para fumigar la milpa. He sabido de formas necias de gastar el dinero, y ésta las superaría todas, de no ser por el avión presidencial Boeing 787 dreamliner adquirido en 580 millones de dólares, lo que nos hace parecer una aerolínea comercial en vez de verdadero ejército del aire. El gasto ha sido superior a mil millones de dólares y todavía no tienen el remplazo para los diez F5 que le quedan medio operativos a la FAM.

Carezco de ansias belicistas, pero no hay que olvidar que en la historia post revolucionaria del país ya hemos estado al borde de la guerra, la última vez contra Guatemala, en el incidente de los barcos camaroneros que nos agarró con los pantalones abajo, entre 1958 y 1959.

Es más factible que sobreviva el guerrero en un jardín de flores que un jardinero en la guerra, por eso es preferible no estar totalmente desprevenidos. Tal vez nunca me he sentido tan nervioso como ahora, percibiendo a Trump tan cerca de la presidencia de los EU mientras miro en el desfile del 16 de septiembre la chatarra recién adquirida.

En primer lugar, a México no le conviene comprar equipo norteamericano, puesto que cuando los estadounidenses han querido neutralizar a un ejército únicamente dejan de venderle refacciones, y sus aparatos quedan inhabilitados al poco tiempo. Hay además opciones para el tipo de conflicto que se desarrolla en México: la guerra contra los cárteles, como son los Su25, ya que por sus características pueden efectuar vuelos subsónicos a baja altitud y atacar objetivos en tierra, al tiempo que cuentan con un blindaje que los hace resistentes a las armas antiaéreas; en caso de combate aéreo son maniobrables, alcanzando velocidades supersónicas. Otra elección más económica que el Sukoi ruso es el avión brasileño AMX International, o el módico –pero no por eso demeritable- jet Chino-Pakistaní K-8W, que también sirve como entrenador.

Para el cuidado de los litorales, plataformas petroleras, intercepción de lanchas rápidas, misiones de exclusión aérea, y localización e intercepción de aviones de transporte con contrabando de drogas que ingresan al espacio nacional, existen aeronaves con mayor autonomía de vuelo, velocidad y economía de combustible, como pueden ser el Saab 39 Gripen sueco, que es un caza de cuarta generación ligero, polivalente y con buen rendimiento. También se me ocurre el francés Dassault Mirage 2000, el caza Eurofighter Typhoon, el Panavia Tornado inglés, o el avión de superioridad aérea multirol Su 30 ruso, que puede ir y venir en una exhalación desde la Ciudad de México a cualquier punto de la república. Pero no: nuestras autoridades decidieron comprar al mismo precio anacrónicas avionetas entrenadoras de hélice, propias de la Segunda Guerra Mundial.

Esto, como lo dije, no viene al caso por un afán belicista, pero al abrirse las puertas de la Casa Blanca a un xenófobo de temperamento hitleriano, quien tendrá el poder de cumplir cualquier amenaza, no estaría de más contar con algún método de interdicción, para convertirnos en su nuevo “Carrizal” y darnos la oportunidad de desalojar el país. Si ya se iba a hacer el gasto, por lo menos debió haberse hecho en algo útil, no sólo para justificar un presupuesto y obtener moche.

La peor opción es quedarnos durmiendo el sueño de los justos, aun a sabiendas que se pueden desatar contra nosotros todas fuerzas antihumanas del universo. Hacerlo es volver a cometer la franciscana inocencia de Peña Nieto, quien invitó al gato a la mesa de los ratones, pensando que no habría efectos secundarios. Aunque al presidente con su realidad alterna, dictador de ciegos, reyezuelo de la insensatez, del fuego fatuo, de los cangrejos ermitaños, sería mucho pedirle que sopese el riesgo cuando seguramente desconoce quién fue James K. Polk, quien fue John J. Pershing, y, por lo mismo, no siente como propios los agravios a los mexicanos. Cada vez estoy más convencido que él solo gobierna para intereses extranjeros y, como Antonio López de Santa Anna, para los suyos.