El Covitario

“…rotan a todo el personal médico por el covitario, estén o no capacitados para intubar y dar atención al paciente crítico…”

El Covitario


Así le dicen en el IMSS al área donde se atienden pacientes sospechosos o contagiados de SARS-COV2. En Celaya es un área adaptada con 22 camas, las cuales al momento se encuentran llenas, por lo que se planea extender el covitario a la sala de gineco-obstetricia y reubicar esta última.

Covitario suena a obituario, y la paronimia aliterativa de ambos vocablos resulta tétrica.

Recordé cuando subí a una plataforma de Cantarell en una grúa que apodaban “La Viuda”, porque cuando el viento la mecía atestada de trabajadores, cada que volcaba dejaba decenas de huérfanos y viudas.

Ahora, en el IMSS de Celaya, rotan a todo el personal médico por el covitario, estén o no capacitados para intubar y dar atención al paciente crítico. No importa si es cirujano, ginecólogo, ortopedista o rehabilitador, especialistas que a diferencia de un urgenciólogo, internista o intensivista, no están capacitados para la atención de pacientes críticos, a pesar de haber sido médicos generales hace muchos años.

Pero la 4T ya tuvo su visaje con la correspondiente ocurrencia incluida: anunciaron que se formarán médicos y especialistas al vapor en este sexenio, lo cual veo como un despropósito. ¿No sería más fácil pagar mejores sueldos en el sector salud y mejorar el sistema de retiro de sus trabajadores? Muchos compañeros que trabajan manejando un uber o vendiendo tacos porque ganan más, regresarían a ejercer su profesión. En el IMSS, cientos de médicos especialistas renuncian a los pocos meses de cubrir una suplencia cuando no aguantan el chiste de tener que ser eventuales sólo para entrar al covitario, y lo más triste, que ya no cuentan con todas las prestaciones de quienes ingresamos al IMSS antes del 2008, y se retirarán a los 35 años de servir (aproximadamente 70 de edad cumplida), con una miserable limosna que les dará alguna de las siete afores que monopolizan los fondos de retiro.

Y sí, es cierto, a pesar de todos los riesgos, dentro del sector salud tenemos una ventaja al ser de los pocos que no hemos dejado de trabajar, aunque sea bajo la espada de Damocles. Por eso las nuevas generaciones necesitan mayor certeza laboral, ya que como siempre pasa, cuando todo esto acabe, que quiera Dios sea pronto y no cuando diga el gobierno, seremos otra vez desechables.

Meternos al covitario no es problema. Lo drástico son las condiciones en las cuales nos hacen entrar, y terminan por reevictimizarnos sin contar al covid como enfermedad de trabajo y dejando viudas, viudos y huérfanos sin sus derechos.

El problema de todo es el subregistro de pacientes por el siguiente mecanismo: como los directores tienen que hacer “estudios epidemiológicos” por cada caso sospechoso, mejor no los registran y se ahorran la molestia de hacerlo (a eso se le llama en el argot delegacional “candado”). Por eso es la alta tasa de mortalidad y también la de contagios. Si yo atiendo a un paciente sospechoso pero sin prueba positiva y yo enfermo, mi enfermedad no será considerada riesgo de trabajo, y si fallezco será por “neumonía atípica adquirida en la comunidad”. Así funciona el engranaje.

En la Secretaria de Salud de Guanajuato están mucho peor: les rescinden el contrato por pedir cubrebocas y mejores condiciones laborales al Secretario de Salud antes de entrar al “obituario”, y los casos y testimonios de maltrato se multiplican más rápido que el mismo coronavirus, sin que el gobernador ni la Comisión Estatal de Derechos Humanos intervengan. Ojalá que todos estos casos, que sería ocioso nombrarlos de uno en uno, sean pronto atraídos por la CNDH Y SCJN.