La estupidez humana

"Guadalupe García de Rayos es una acambarense que, como muchos habitantes del Bajío, se fue de Guanajuato a los 14 años de edad en busca del american dream, y hace sólo unos días la deportaron por causa de las nuevas políticas migratorias del moderno Nerón..."

La estupidez humana

Guadalupe García de Rayos es una acambarense que, como muchos habitantes del Bajío, se fue de Guanajuato a los 14 años de edad en busca del american dream, y hace sólo unos días la deportaron por causa de las nuevas políticas migratorias del moderno Nerón, a quien en vez de perseguir cristianos como en la época del Imperio Romano, le ha dado por ensañarse contra los latinoamericanos, principalmente la población de origen mexicano; y aunque Guadalupe fue sólo una entre millones, hubo dos situaciones que hicieron la diferencia en ella. La primera, que se entregó de manera voluntaria a las autoridades estadounidenses, en una suerte de autoinmolación, a pesar de estar consciente que sería repatriada y separada de su familia –como dijo en una entrevista, prefirió entregarse a estar toda una vida huyendo-; y en segundo lugar, que su caso fue el punto de inflexión de las nuevas políticas xenofóbicas de Donald Trump, lo cual puso en evidencia descarada el racismo y la carencia de empatía con las minorías, que caracterizará a esta nueva administración con la cual comienzan todas nuestras pesadillas, sobre todo las de quienes intentaron huir del rulfiano destino que les esperaba en México.

Su cara entristecida tras la protección de una berlina blindada del ICE, con la mirada puesta en un horizonte incierto, se ha convertido en el rostro de los deportados. Quisiera preguntarle qué estaba viendo en ese momento: ¿a sus hijos, a sus captores, a la multitud que protestaba e intentaba encadenarse a las ruedas del coche para evitar que se la llevaran? Pero aunque habitamos la misma ciudad, no he tenido la fortuna de platicar con Guadalupe, porque el hecho de hacerlo ahora me parece oportunista. Los habitantes de ciudades pequeñas todavía nos regimos por ciertos paradigmas éticos. No niego que quienes habitan en grandes zonas metropolitanas no lo hagan, pero su empatía es menor, por eso me asombra que la ayuda brindada por el presidente municipal de Acámbaro haya molestado a muchos paisanos, y es que para conocer la estupidez humana no hace falta salir al extranjero, con sólo apoyar una causa justa en tu propio pueblo basta.

Puedo asimilar el Brexit y el no a la paz en Colombia; es más, hasta puedo aceptar a Nerón tratando de pisotear nuestra dignidad, porque tiene un trastorno psicológico llamado aplanamiento afectivo, por no llamarlo ignorancia o pendejez hiperactiva (todo el día se la pasa diciendo y haciendo pendejadas, minuto tras minuto), sólo que el dinero y la mercadotecnia, sobre todo en épocas electorales, disfrazan de competente al imbécil (si no sabremos de eso los mexicanos). Lo peligroso es que el pendejo con poder se convierte en el perfecto tirano.

Lo que no me cabe en la mente, es ver a mis paisanos en airosa protesta a través de redes sociales porque a ella se le dio y a ellos no, en lugar de sentirse satisfechos porque pocas veces la valentía es recompensada. Tal vez la crítica puede ir encaminada a que los políticos la utilicen para tomarse la foto, pero no porque le brinden ayuda. En este caso muy especial todos debemos ser Guadalupe.

Por desgracia vendrán muchos repatriados detrás de ella, y es obvio que no se les podrá brindar la misma asistencia porque los recursos son finitos e incluso logísticamente no estamos preparados para recibir una marea humana como la que se espera si no cambia Nerón sus políticas anticristianas, pero aplaudo el gesto de brindarle asistencia, por ser el ejemplo de alguien que prefirió caer de pie y no seguir viviendo de rodillas. Lo que realmente importa es que García de Rayos, la activista, pueda continuar su combate y así decirles a todos los latinos que resistan, que tienen derechos, dignidad y que aunque los gobiernos de sus países los hayan olvidado y, como en el caso específico de México, estén más preocupados por quién pagará el muro, la sociedad civil organizada luchará por ellos.

Así como los 43 de Ayotzinapa no han sido los únicos desparecidos en este valle de lágrimas, de fosas clandestinas y de crematorios a cielo raso, fue su penoso caso el que exhibió al gobierno mexicano frente al mundo, marcando un hito en lo que a derechos humanos, investigaciones policiacas y verdades históricas se refiere. El destino de los 43 pudo ser el mismo de cualquiera de nuestros hijos.

De igual manera, el final de la disputa de Guadalupe García de Rayos contra el gobierno estadounidense será seguramente el del resto de los migrantes. Por eso no debe sentir que pelea sola, aunque a veces la humanidad con su supina estupidez le haga pensar lo contrario.