La filososofía del cisticerco II

"Por lo menos se hubiese esperado el neurocirujano a que pasaran las elecciones del Estado de México, preludio de lo que se vivirá en el 2018"

La filososofía del cisticerco II

Mi comadre Rosa, esposa del compadre Agapito López Caste (sí, aquel mismo amigo al que hace un año le extirparon un cisticerco de la cabeza y de quién ya conté su historia), antes de enfermarse era priista contumaz, americanista de hueso colorado y asidua televidente de los culebrones de Televisa; pero comenzó a delirar una noche de tormenta, luego de embucharse ella sola un kilo de carnitas michoacanas, medio kilo de chicharrón con guacamole y diez tacos de moronga.

Mi compadre me llamó alarmado para reconocerla, como médico que soy. Todo parecía normal en ella, hasta que le pregunté su opinión acerca de la situación que viven los hispanos hoy día en Estados Unidos, y quedé patidifuso del asombro. Al igual que mi compadre Agapito, a excepción del día que le dio cisticercosis, tampoco había sido nunca muy clara de pensamiento ni de reflexiones profundas, por lo que sorprendió cuando me dijo:

Si como humanos no aprendemos a controlar cosas tan elementales, a guisa de ejemplo: el amor y el odio; ni cumplimos lo primordial dentro de nuestro ámbito, como detener una guerra, terminar con el hambre, acabar con la desigualdad, con la mortalidad infantil, pero pretendemos conquistar otros planetas derrochando recursos en espejismos que no nos harán más felices, ni más morales, ni mejores hombres, sólo por esa vanidad tan caprichosa que nos enseña que la felicidad está detrás de un aparador y nos obliga a consumir cosas, sueños e ideas que tarde o temprano terminarán en el cesto de la basura, estamos perdidos irremediablemente como modelo social, y el paradigma de ese modelo era Norteamérica. Cada corriente ideológica la convertimos en religión, llámese machismo, feminismo, comunismo, capitalismo, y sin embargo, luego de tantos dogmas, no creemos en  Dios.

Por desgracia somos intolerantes por naturaleza, y hoy en Estados Unidos se da una situación llamada "tiranía de las mayorías", que se presenta en las democracias cuando un gobierno de elección popular sigue oprimiendo a algún grupo de la sociedad, y que es peor que la opresión política regular, porque se convierte en una tiranía social, forzando a todos a actuar de "forma correcta", según la visión del vencedor.  El gobierno de la mayoría no establece ningún tipo de moral universal, al contrario, es la expresión de lo que complace y no complace a la clase ascendente. En este tenor actúa Donald Trump, no muy diferente al de Hitler, quien también obtuvo el poder de manera democrática, por absurdo que parezca. En México, un país con 60 millones de almas en el umbral de la indigencia, vivimos otra tiranía de las mayorías desde el 2012, cuando esas masas humanas sin capacidad analítica ni visión a futuro, cambiaron su voto por una pantalla plana, una tarjeta de Monex o una de Soriana, y esos a quienes llevaron al poder, hoy día se enriquecen a costillas de ellos y de la clase media. Los priistas, a través de la corrupción y el cochupo, recuperaron multiplicado por mil el dinero que invirtieron en despensas y dádivas. Claro que eso lo pagamos los mismos jodidos que votamos por ellos ¿Es acaso eso democracia? Se ve como democracia, se siente como democracia, pero en un pueblo sin educación jamás será democracia.

Cuando terminó de decir esto, doña Rosa se quedó profundamente dormida

«Compadre, su mujer está delirando», le informe a Agapito López Caste. «Seguramente también es un grano de puerco el que le originó las alucinaciones.»

Acudimos al hospital para realizarle una tomografía, donde se descubrió que no era un grano de puerco, sino un pequeño coágulo del tamaño de una nuez el que le provocaba las alteraciones. A la mañana siguiente ya estaba en la sala de operaciones.

Cuando por la noche fui a visitarla en su convalecencia, la encontré recostada; tenía el coágulo dentro de una botella con formol sobre el Buró. Estaba enfrascada en la lectura del libro de Yordi Rosado, que suspendió para saludarme.

Compadre, ¿se acuerda que ayer me pidió opinión acerca de la situación de los migrantes en Estados Unidos? Creo que este coágulo me hizo decirle puras pendejadas: pinches pochos, merecido se tienen lo que les pasa. ¿Quién les manda despreciar a su país para irse al norti?, yo, bendito sea Dios, aquí con lo que me da la SEDESOL, para mi caguama y la de mi viejo no me falta, ¿qué li´hace que suba la gasolina si ni coche tengo, y que el dólar esté caro si nosotros compramos en pesos? Si pa´eso estamos acá. Yo por eso, compadre, ya saqué mi credencial de eleitor en el Estado de México, me afilié aquí cerquita, en Atlacomulco, hasta nos llevaron en camiones a todos los de la coloña para inscribirnos con domicilios de allá. Dicen que van a regalar  hartas cosas: pantallas planas, despensas, tarjetas de Soriana y hasta otra tarjeta con un dinerito para cambiar si sale champion el Feyo del Mazo jeis. De verdá, ¡qué razón tuvo el papirrín de Peña Nieto al invitar al Trump a México!, pensar que tanto lo criticaron los ardidos. Si le ayudó a ganar a Trumpas, ¿aste cree que no va a estar rete agradecido el güerejo ese con nosotros? Si lo del muro es por nuestro beneficio. Bueno compadre, nos es que lo corra pero ya lo dejo, porque casi empieza mi telenovela. ¿O usté cree que dejé de cultivarme con tan pedagógica lectura nada más porque llegó?

«Ya vio, compadre? Su comadre volvió a ser la mesma de siempre», me dijo Agapito, con una amplia sonrisa. Y tenía razón.

Me pareció ver que el pequeño coágulo se retorcía de frustración dentro del frasco.

Maldita la hora cuando le sacaron el hematoma de la mente. Un grano de puerco o cualquier cosa extraña en la cabeza tiene más instinto de conservación que el propio cerebro de muchos compatriotas, de lo contrario no estaríamos soportando lo que padecemos. Por lo menos se hubiese esperado el neurocirujano a que pasaran las elecciones del Estado de México, preludio de lo que se vivirá en el 2018.