martes. 23.04.2024
El Tiempo

Flor Amargo

"Porque haber hecho lo correcto siempre me ha dado la razón, me hace caminar tranquilo por las calles de mi pequeña ciudad, a pesar de la violencia que ahí impera..."
Flor Amargo

Hoy, todavía tengo dos deudas impagables con el Instituto Mexicano del Seguro Social, que ascienden a varios cientos de miles de pesos: la primera,fue hace 12 años, cuando con un fijador Ilizarov, le salvé la pierna a una inmigrante hondureña baleada por la policía municipal de Celaya. Luego de la cirugía de emergencia se la llevaron, la repatriaron y nunca nadie devolvió el aparato ortopédico (muy caro, por cierto, como dijera doña Magda). Pero como soy un ser terco, que no entiende de razones, me metí en otro embrollo económico, ya siendo director y personal de confianza del IMSS, al salvarle la vida a un recién nacido, hijo de derechohabientes, quien aún no había sido dado de alta en el sistema “acceder unificado”. La historia la contaré en otra ocasión, pero basta resumir que fue el resultado de sobreponer el sentido común a las órdenes cuadradas de una empresa, como lo eran todas las instituciones gubernamentales en la época del neoliberalismo: impersonales, sin empatías ni corazón. Estuvo el bebé 5 días en terapia intensiva neonatal, de donde fue dado de alta ya sano como lechuga, pero con una cuenta de varios ceros que se acumuló hasta que lo pudieron ingresar al sistema, porque tuvo la mala suerte de enfermarse en un periodo vacacional.

Aunque me dejaran viviendo bajo un puente por el resto de mi existencia, no me arrepiento de haber desobedecido para rescatarle la extremidad a una joven madre migrante, que con lo único que llegó a México fue con la esperanza de una vida mejor, y estuvo a punto de regresarse derrotada y amputada, así como a un recién nacido que tuvo el infortunio de enfermar en Semana Santa, cuando todas las oficinas y las plataformas para el ingreso de derechohabientes estaban cerradas.

Porque haber hecho lo correcto siempre me ha dado la razón, me hace caminar tranquilo por las calles de mi pequeña ciudad, a pesar de la violencia que ahí impera, y me permite tomarme un café o una cerveza donde se me da la gana.

Esto viene al caso porque miré un video que me indignó por la forma en que trataron empleados municipales de Guadalajara, obviamente enviados por un superior, a una de las artistas urbanas más reconocidas por los latinoamericanos en las redes sociales. El fenómeno de Flor Amargo, una multi instrumento egresada del Conservatorio Nacional, quien renunció a las salas de concierto para tomar las calles y las estaciones del metro de México y el mundo.

Era una parda tarde del mes de enero, seca y templada como suelen serlo todas las tardes de invierno a nivel del trópico de Cáncer, donde su cercanía al Ecuador y al círculo polar ártico no le permitían ser ni fría ni cálida como en otras latitudes, donde se estaba presentado Flor Amargo, con la Catedral de Guadalajara de fondo. Se encontraba de nuevo en su patria, luego de meses de viaje, donde había dado el mismo mensaje difundido a través de su música para los que no pueden pagar una entrada a una sala de Bellas Artes, El Auditorio Nacional o el Teatro Degollado, cuando llegaron unos orangutanes y le decomisaron sus instrumentos por presentarse sin permiso del “Gran Tlatoani”.Como si el arte urbano necesitara estar subordinado o al servicio de la política.

¡Ratas!,les gritaba la muchedumbre enardecida a los empleados del ayuntamiento de Guadalajara quienes como autómatas, no dejaban de cumplir la misión que les habían dado.

Obviamente, para su jefe, el presidente municipal, ellos son unos excelentes servidores públicos: abusadores, lame botas cumpliendo órdenes, aun en contra del enojo popular y del propio sentido común. Al fin y al cabo, ¡malditos artistas, no sirven para nada!, mucho menos los independientes, que no están bajo el control gubernamental. Tienen el mismo valor para las autoridades que la pierna de una inmigrante o la vida de un recién nacido.

Después de ese vergonzoso incidente (vergonzoso para las autoridades de Jalisco, que no pueden detener el crimen en su estado pero se ensañan con una artista), y sin haber manifestado ninguna queja, Flor Amargo recuperó su equipo y volvió a tomar por asalto las calles y estaciones del metro de América, donde siempre ha sido bien recibida.

Como dice el dicho: “nadie es profeta en su tierra”.

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