martes. 23.04.2024
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Halloween vs tradiciones

"Hablar de algo “nuestro”, en un país con 60% de mestizos (incluidos indígenas castellanizados); 20% de población blanca; 10% de población indígena nativa (que aún conserva sus tradiciones e idioma); más o menos 5% de descendientes de libaneses y judíos; además de 12.5 millones de paisanos radicados en el extranjero, principalmente en EU (sin contar chicanos, hijos de emigrados ya nacidos allá), es hablar de cuatro principales ramas..."

Halloween vs tradiciones

Siempre hemos oído la arenga de que “en México no se debe festejar el Halloween por ser una celebración gringa; en vez de eso tenemos que celebrar nuestras tradiciones como el Día de Muertos”. A pesar del panegirismo que he escuchado desde niño por la noche de los Santos Difuntos, me veo en la necesidad de hacer algunas aclaraciones.

Hablar de algo “nuestro”, en un país con 60% de mestizos (incluidos indígenas castellanizados); 20% de población blanca; 10% de población indígena nativa (que aún conserva sus tradiciones e idioma); más o menos 5% de descendientes de libaneses y judíos; además de 12.5 millones de paisanos radicados en el extranjero, principalmente en EU (sin contar chicanos, hijos de emigrados ya nacidos allá), es hablar de cuatro principales ramas: la indígena, la blanca, la africana (a veces hacemos que se nos olvida nuestra negritud y el 5% de afrodescendientes que habitan el país mal llamado azteca, si a origen étnico nos referimos) y la rama migrante, quienes no dejan de ser mexicanos con cualquiera de las tres mezclas anteriores, pero que por decantación se han sincretizado con la nación a donde se fueron en busca de mejores condiciones, principalmente la potencia del norte, con quien compartimos la frontera más transitada del mundo.

A mis lectores quiero decirles que la noche de muertos sí es una tradición mexicana, con sus catrinas llevadas a la fama por Diego Rivera a partir de la Calavera Garbancera de Guadalupe Posada; sus alfeñiques; el pan de canillas; pero que, aunque tiene raíces prehispánicas, no es una festividad puramente indígena, como tampoco lo son la Semana Santa, Navidad o Reyes, creencias traídas al Nuevo Mundo por los conquistadores, situación antropológica muy propia de nuestra hispanidad, que nos debate en una relación odio-amor-negación.

Todos los que somos mestizos, hablamos castellano y profesamos la fe cristiana nos adueñamos de tradiciones autóctonas, europeas y africanas al haber nacido hijos de Cortés y la Malinche, hermanados con Gaspar Yanga. Pero fuimos más allá: les dimos nuestro toque a esas tradiciones que tomamos prestadas para mejorarlas y exportarlas a otras partes del orbe, como los tacos de genética árabe, la cumbia colombiana, el danzón cubano o el traje de charro oriundo de Castilla y León; aunque quizá el ejemplo más viejo sea el vestido de china poblana, cuando México aún era virreinato e intercambiaba semestralmente bienes, especias y cultura con las Filipinas, a través de la Nao de China que atracaba en Acapulco. Por otra parte, la cultura no es un ente estático, imperturbable; también acepta aportaciones. Basta recordar lo que dijo José ´Vasconcelos: “México es el crisol de todas las razas, tanto cultural como étnicamente”, realidad que nos ocasiona ciertas paradojas nacionalistas. Si algo implica surrealismo, lo hacemos propio por antonomasia.

Pero, ¿y el Halloween?: También que es más ibérico que gringo. La noche del Samahain era la celebración del final de la temporada de cosechas en la cultura celta, considerada como el Año Nuevo, que comenzaba con la estación oscura. Los celtas fueron pueblos que habitaron el norte de España, Escocia e Irlanda, hasta la dominación romana y su conversión al cristianismo. El All Hallows' Eve, fue traído a América en el S XIX por la oleada de inmigrantes irlandeses que inundaron Canadá, Estados Unidos, así como los estados de Sonora y Chihuahua principalmente, al huir de la gran hambruna sufrida en su país entre 1845 y 1849, en lo que se conoció como la diáspora irlandesa. En la Península Ibérica ya se celebraba el Halloween desde antes del descubrimiento de América, con todo y sus calabazas aluzadas con cera; incluso el día de Todos los Santos, que era una efeméride de mayo, fue cambiado al 1 de noviembre para hacerlo coincidir con la tradición celta.

Aunque la conmemoración del Halloween nos haya llegado del norte hace relativamente poco, es imposible parar el intercambio cultural entre ambas naciones, con más de 12 millones de residentes mexicanos que van y vienen a través de 3,185 kilómetros de frontera. Me parece doble moral quejarnos de los muros que pretende levantar Trump, mientras nosotros construimos una muralla cultural contra una fiesta propia de la idiosincrasia de los chicanos y mexicanos en la diáspora. Tal vez lo que con justa razón nos enfada, es que Hollywood haya manipulado una tradición milenaria.

El nacionalismo consiste en defender nuestros recursos no renovables, el petróleo, nuestro derecho a la salud, a la educación, a un retiro digno, a la justicia social y a la buena lectura, para no repetir como pericos los trasnochados discursos del decimonónico partido que nació después de la Revolución e intentó reinventar la mexicanidad justificando su despótica existencia a través de décadas de totalitarismo, sentando nuevas bases ideológicas para lograr convertirse en la dictadura perfecta, a costa de traicionar sus propios principios.

Decía Goebbels que si una mentira se repite lo suficiente termina por convertirse en verdad, y eso mismo pasa con nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestro nacionalismo.

El Día de Muertos en México tiene el suficiente arraigo para no desaparecer; incluso es Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad. Basta hacer un breve análisis para no tener ningún conflicto en festejar el Halloween y al día siguiente vestirnos de “catrines” para la tradicional Noche de Muertos. Entre más rulfiana más mexicana la fiesta, no importa de dónde provenga, ya que tomando para descomponer una frase de Chabela Vargas, “Los mexicanos y nuestras tradiciones nacemos donde se nos da nuestra chingada gana”.