La vara de incienso

“Así es la ‘democracia’. La vara de incienso es el partido político y el humo sólo sigue una corriente antes de dispersarse…”

La vara de incienso

Querido lector: cuando estés solo en tu casa, prende una ramita de incienso y aprecia hacia dónde se va el humo. Obsérvalo por largo rato y después de comprobar el trayecto, a veces errático, en ocasiones sin interrupciones perceptibles del hilillo dejado por la delicada combustión, cierra de pronto alguna ventana del lugar más remoto de tu sala, y verás que la dirección que llevaba el humo cambia. Y si tu compañero abre otro apartado portillo, volverá trastocarse el rumbo, tal vez en dirección opuesta, sin que tú te percates de nada, a menos que percibas con constancia e imparcialidad el humo.

Así es la “democracia”. La vara de incienso es el partido político y el humo sólo sigue una corriente antes de dispersarse.

Ése es un grave problema para cualquier filiación. Habemos quienes sin tener militancia activa, llevamos años formando la esencia de una rama aromática, y hay quienes con años de pertenencia a un proyecto, cambian de rumbo en cuanto se les cierra la tronera.

El electorado debe ser firme en su convicción para el 2018. No dejarse seducir por las decenas de candidatos independientes que saldrán como el humo de un incendio, ni decidirse sin analizar, por proyectos inviables en el terreno de la realidad; mucho menos por una despensa que seguramente les ofrecerán mientras miran el proceso con el estómago vacío.

Visto de este modo, sólo quedarán tres contendientes con proyectos medianamente serios en cuanto a la corriente que enarbolan: la narcopolitica priísta, la derecha que seguramente seguirá engendrando pobres, y una izquierda dividida, de la cual todo mundo desconfía por lo sucedido en Venezuela. No hay gran cosa para escoger, que no sea bolillo frío. Todo lo demás sólo servirá para debilitar a la democracia, ya de por sí bastante golpeada en toda América Latina.

Como dije en una columna previa: a la clase media sólo le quedará disfrutar o sufrir lo que decide la gran mayoría, con mucho poder de voto, pero con poca capacidad de análisis. Porque, aunque todo sea pan duro, no es lo mismo el que ya está hasta enmohecido, como para acompañarlo todavía con frijol con gorgojo.