sábado. 20.04.2024
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El Tigre de Santa Julia

"Pareciera ser que el Masiosare no es tan extraño enemigo y lo tenemos en casa. Su nombre genérico: corrupción"

El Tigre de Santa Julia

Lo advertí antes de saber que Trump ganaría las elecciones de EU -posibilidad que vislumbraba catastrófica pero sumamente remota hace un año-: el equipamiento bélico del Ejército Mexicano es tan obsoleto que no seremos capaces siquiera de retrasar una ocupación, el tiempo suficiente para que la mayoría de la población civil traspase alguna de las dos fronteras a donde podríamos dirigirnos en busca de refugio. Aunque hace menos de 8 meses lo veía lejano, hoy el presidente de EU ha amenazado, según una conversación telefónica con Peña Nieto filtrada a la prensa, con mandar tropas a nuestro país, sin tener aún claro el propósito.

No quisiera ser fatalista, pero en la historia del México independiente hemos sufrido muchas intervenciones armadas por parte de la potencia del norte. En retrospectiva:

  1. En 1835 promovieron la separación de Texas para su posterior anexión.
  2. En 1846 perdimos la mitad de nuestro territorio; la historia es tan oprobiosa como conocida y ni vale la pena ahondar el ella.
  3. En 1860 el USS Saratoga cañoneó dos barcos de la Armada Conservadora Mexicana que mantenían un bloqueo a las tropas liberales acantonadas en el puerto de Veracruz, hundiendo una de sus naves y dañando seriamente a la otra, en una clara intervención en los asuntos internos del país
  4. El 21 de abril de 1914 se da la ocupación estadounidense del Puerto de Veracruz, donde fueron el pueblo, los presos de San Juan de Ulúa y los alumnos de la Escuela Naval, quienes defendieron heroicamente la plaza. El casus belli en este caso fue que México no accedió a saludar al USS Domphin con 21 salvas de cañón luego de la detención de unos marines ebrios, aunque ese fue sólo el pretexto que encontraron para debilitar al gobierno de Victoriano Huerta, a quien los mismos gringos habían puesto en la presidencia un año antes, a continuación del vergonzoso Pacto de la Embajada, promovido por Henry Lane Wilson.
  5. En 1917 se llevó a cabo la Expedición Punitiva del general Pershing contra Francisco Villa, la cual puso de nuevo al borde de la guerra total a ambas naciones. Luego de la expedición, México sufrió otras dos profanaciones de su suelo patrio.
  6. El 15 de junio de 1919, 3,600 hombres cruzaron a México por El Paso, Texas, al cobijo de la noche, para repeler las fuerzas del Centauro del Norte que habían invadido Ciudad Juárez y, según argumentaron, estaban disparando a territorio estadounidense. La operación sólo duró un día; cuando lo que quedaba de la División del Norte se retiró de Juárez, los militares estadounidenses volvieron a su cuartel, otra vez con las manos vacías.
  7. En agosto de 1919, un grupo de soldados estadounidenses al mando del capitán Matlack ingresó a lo que siempre han considerado su “patio trasero” para capturar a un forajido mexicano, incursión que únicamente duró 5 días, bajo duras protestas.

En 1927, el espía mexicano 10-B evitó otra invasión inminente de EU, al revelar a través de documentos secretos que este conflicto era promovido por las petroleras, principalmente ExxonMobil, de la cual eran accionistas el entonces secretario de Estado Frank B Kellogg y el embajador James R Sheffield, quienes urdieron el Plan Especial Green; los acorazados norteamericanos se dejaron ver en las costas del Golfo de México, muy cerca de los puertos de Tampico y Veracruz, mientras el gobierno de Calles estaba por volar los pozos petroleros y las refinerías si desembarcaban, cosa que por fortuna jamás sucedió, gracias a la información comprometedora que estaba en manos del agente 10-B. En 1938, posterior a la nacionalización del petróleo, el mismo recurso natural que recién volvió a poner a la venta este gobierno al mejor postor, se dio la última intimidación de intervención estadounidense a México, que sólo detuvo la Segunda Guerra Mundial.

Así que no es la primera vez que sufrimos amenazas y afrentas, de las cuales hemos salido siempre con el peor saldo. Aun así, seguimos dormidos en nuestros laureles, en espera de que la Providencia nos libré del siguiente lunático que habite la Casa Blanca. No es poca cosa la amenaza trumpista de desplazar tropas a México para que nos vengan a liberar de nosotros mismos.

Sin ser experto en defensa, puedo darme cuenta que Trump, el delfín de Putin para la presidencia de EU, tiene ya urdido un plan: la única potencia capaz de proveer de armamento eficaz a México es Rusia, con cuyo presidente posee Trump lazos de amistad, por si acaso (no olvidemos la tunda que le pusieron a la OTAN y a todos los aliados de Obama en Siria).

Quién crea que el mejor caza bombardero del mundo es el F 22 Raptor y que el mejor helicóptero de ataque es el Apache, se equivoca. Los rusos tienen muy discretamente aparatos aéreos superiores, como el caza PAK FA T50 y el helicóptero de doble rotor coaxial Ka-52. Además, los sistemas de defensa antiaéreos occidentales son totalmente obsoletos frente a los misiles hipersónicos balísticos intercontinentales Satán 2 de Putin, y el único sistema de defensa antiaérea que puede hacerles frente también es ruso. Por eso la estrategia de Trump fue enemistarse con el resto del mundo y hacerse amigo del chico fuerte de la cuadra de enfrente, para con eso evitar repetir la catástrofe que vivieron en Siria si los rusos decidieran intervenir en México, ya sea de manera directa o indirecta.

Mientras tanto, para renovar tecnológicamente a la Fuerza Aérea Mexicana, el gobierno federal optó por comprar unos obsoletos aviones entrenadores Texan II de hélice, sin ninguna ventaja táctica ni operativa al precio de aeronaves rusas o suecas de cuarta generación. ¿El motivo? Saque usted conclusiones en el país del moche.

Pareciera ser que el Masiosare no es tan extraño enemigo y lo tenemos en casa. Su nombre genérico: corrupción.

Lo cierto es que hoy el destino nos alcanzó y ya no es tiempo para modernizar las fuerzas armadas. Tal vez será para la próxima vez, que no nos agarren como siempre nos han cogido en esta relación de amor y odio que históricamente hemos tenido: como al Tigre de Santa Julia, con los pantalones abajo y atejonados.