Un año de amores y odios
Luis Miguel Rionda
Siempre que uno intenta hacer un balance del año que se fue, duda en separar lo personal de lo comunitario, ya que se vacila sobre qué fue lo que más afectó el transcurso de la vida del sujeto en el periodo en recuento. Por eso decidí comenzar con la nota personal que más me afectó en este año: la inesperada muerte de mi padre, Isauro Rionda Arreguín (IRA), el 3 de diciembre de 2012, fecha que para mí significó el término de una etapa de mi vida y el comienzo de otra, con más incertidumbres. Este suceso me marcó durante este año que culmina porque me di cuenta de que mis hermanos y yo nos quedamos en una orfandad moral para la que nunca nos preparamos. Mi padre, siempre histriónico, supo construir todo un personaje de sí mismo, que en la ciudad y el estado de Guanajuato pudo capturar sentimientos de admiración, y no pocas veces de rechazo. Una personalidad fuerte que con frecuencia despertaba recelos entre quienes no compartían su visión de la vida, que siempre lo colocó en la heterodoxia del pensamiento social y político. Aunque historiador, IRA nunca dejó de expresar sus opiniones sobre los temas del común y la vida cotidiana de su ciudad y de su entidad, sin concesiones para la audiencia e incluso provocando rechazo. Un hombre extraordinario, que nunca supo pasar desapercibido en un entorno conservador. Ese fue un amor que se me fue, y que me hace soñar ser digno de su legado intelectual.
Ahora bien, en cuanto a los amores y odios del año que se fue, tema al que nos convocó tan atingentemente mi amigo Leopoldo Navarro para participar en este espacio, debo decir que el de 2013 fue de sentimientos encontrados. México pareció zafarse por fin de la inercia que lo definió como un país al que le cuesta mucho corregir rumbos. Por fin se rompió el inmovilismo político y la incapacidad de reformar a profundidad muchos de nuestros viejos atavismos históricos. Pero también esta fiebre de reformas ha acarreado conflictos sociales y resistencias con mayor o menor racionalidad. Como profesor, el campo que más me interesa en lo personal es el educativo, por eso lo tomaré como ejemplo. La educación parece moverse al fin en una dirección correcta, que buscará premiar el esfuerzo formativo de los maestros y limpiar este campo de la nefasta influencia del corporativismo y sus liderazgos corruptos. Se acudió, sin embargo, al viejo recurso de los poderes metaconstitucionales del presidente de la república, y se encarceló a “la maestra”, quien seguramente no verá la libertad al menos hasta que culmine esta administración federal. Formas malas; fondo bueno. Pero la resistencia al cambio no brotó del sector directamente afectado por esta medida, sino de parte de los viejos enemigos de la líder defenestrada: el sector “progresista” del magisterio, encabezado por la CNTE y la sección XXII, que se lanzaron a las calles e intentaron boicotear la reforma educativa. No les importó afectar severamente a cientos de miles de alumnos de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas, las entidades más rezagadas en cuanto a educación y desarrollo social. Entretanto, el SNTE se alineó y, aunque no comparte algunas de las estrategias definidas en el Pacto por México, está colaborando con la SEP y parece que al final saldrá ganando, pues sus afiliados recibirán diversos estímulos a cambio de su aquiescencia a la evaluación y al sistema meritocrático, al que ya estamos tan habituados los profesores de educación superior. Lo lamentable es que debemos recuperarnos de un rezago de entre cuatro y siete décadas en comparación a los países de la OCDE.
Algos especialistas calculan que el número de reformas impulsadas durante el primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN) asciende a 16 (Víctor Alejandro Espinoza, de El Colegio de la Frontera Norte), de muy diverso tipo y alcance. El número de por sí es impresionante, pero también nos habla de una evidente prisa para no incumplir los plazos definidos en el Pacto. La rapidez no es buena amiga de la calidad y la pertinencia, y esto fue especialmente evidente en el caso de la reforma política. Muchos, si no es que la mayoría de los expertos electorales, entre ellos los consejeros generales del IFE, han denunciado que esta reforma no ayuda a mejorar la confiabilidad, la transparencia y la eficacia del proceso; tampoco ayuda a disminuir los abultados costos del sistema electoral mexicano: al contrario, parece que los va a incrementar. El caso es que esta reforma se convirtió en rehén de la energética, que se cocinaba en paralelo, y los partidos políticos ejercieron sin pudor su capacidad de chantaje, a fin de obtener concesiones que desdibujaron la idea original. Sigo preguntándome por qué no se redujo el tamaño del Congreso; por qué se condicionó la reelección consecutiva de ediles y representantes a mantenerse dentro del partido que los postuló de origen; por qué no se optó por un modelo puro de centralización o descentralización de la función electoral, y se prefirió un esquema híbrido que ocasionará más problemas en las relaciones entre las autoridades electorales federales y estatales; por qué se le cambia el nombre al IFE, luego de 24 años de dificultosa construcción de identidad y de confianza institucionales, y así muchas otras dudas que nos hacen temer un difícil desarrollo del proceso electoral 2014-2015.
En cuanto a lo local, me ha parecido muy positiva la nueva redistribución política del estado de Guanajuato, luego de más de dos décadas de hegemonía monopartidista. Las alternancias siempre serán un buen oxigenante del medio político, pues renuevan las elites de gobierno, permiten que los partidos aprendan a ser gobierno pero no se olviden del espíritu opositor, que se pase a la báscula a administraciones enteras, que se desaliente la corrupción, etcétera. El gobernador Miguel Márquez, del PAN, ha sabido renovar las formas de ejercicio del poder, y aparenta tener disposición para gobernar con la oposición, en particular con la administración municipal de la priista Bárbara Botello en León. Hasta el momento, parece que la balanza del colmillo político se inclina en favor del gobernante estatal, quien entendió que el capital electoral no debe malgastarse en rencillas abiertas o soterradas con los ediles, como sucedió con su antecesor.
En el municipio de Guanajuato, la capital del estado, se recuperó la cordura política perdida en el trienio anterior. A pesar de que durante la campaña electoral de 2012 muchos observamos con preocupación la cercanía personal del actual alcalde priísta, Luis Fernando Gutiérrez, con su antecesor, y que corrían historias negras sobre los intereses del sector de la construcción al que pertenece el actual edil, en los hechos concretos nos hemos encontrado con una nueva disposición a gobernar mediante el diálogo, incluso con los más aguerridos críticos de esta administración. La oposición en el ayuntamiento ha mostrado madurez, y creo que el balance general de este año puede ser calificado de positivo: hay una eficacia administrativa que tiende a mejorar, hay obra pública, la seguridad ciudadana parece ir en buen camino –aunque es muy difícil mejorar las percepciones sobre un campo tan sensible, y muy fácil empeorarlas-, y no se han vuelto a desatar conflictos sociales como los que experimentamos en 2010. Ojalá que en el año 2014 el alcalde no ceda a las tentaciones del “chapulineo” en que cayeron varios de sus antecesores, y culmine su periodo consolidando programas tan retadores como el del “Barrio Modelo”, cuyos méritos ahora muchos se quieren colgar.
En fin, que opino que el de 2013 fue un año de cambios sociales y políticos a todos los niveles. Con luces y sombras, amores y odios que se complementan. Se abre un nuevo capítulo que espero sea de recuperación del alma nacional. México se acercó demasiado al borde de la hecatombe, y estuvimos a punto de hundirnos en la desesperación y la violencia. Todavía no hemos salido del hoyo, pero al menos ya hay más asideros para sostener nuestra salida, y eso fue gracias a la vorágine de las reformas de este año. Buenas, regulares o malas, las transformaciones normativas darán un piso mínimo para recuperar el avance; más adelante sabremos si es necesario hacer más reformas a las reformas, e incluso plantearse con seriedad la posibilidad de una refundación nacional por medio de una nueva Constitución. Ya viene el centenario de la actual, ¿por qué no celebrarlo con su renacimiento?
Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. [email protected] – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal