Cage the Elephant, rock fuera de la caja
Con un rock de energética frescura rozando con escondidos matices punketos, atravesado por acentos pop de rutas alternativas e influenciados, según se ha señalado, por Pixies, Oasis, The White Stripes, Black Keys, Arctic Monkeys y, sobre todo, por el sello indeleble de Beck, los originarios de Bowling Green (Kentucky) se mudaron a Londres para lanzar su carrera, de notable consistencia a la fecha, con su álbum largo debut, el homónimo guitarrero Cage the Elephant (2009), partiendo de Ain't No Rest for the Wicked como canción estandarte de texturas oblicuas que invitaban a orientar las orejas en esa dirección, reforzada por la emotiva Cover Me Again, aderezada por unas cuerdas que contrastaban con el resto de las piezas, más de índole incisiva.
Antes, Matt Shultz (vocal), Brad Shultz (guitarra rítmica), Jared Champion (batería), Lincoln Parish (guitarra), Matthan Minster (teclados, guitarra) y Daniel Tichenor (bajo), sexteto ya muy bien conocido como Cage the Elephant, habían presentado el sencillo Free Love en el 2007. Conservando sus raíces estadounidenses y respirando los sonidos británicos, grabaron el inmediatamente identificable y ampliamente sacudidor Thank You Happy Birthday (2011), espolvoreado con toques de electrónica y manteniendo la tensión vocal intacta para sostener pasajes melódicos o de áspera gravedad que explotan alrededor de la cabeza; le siguió el directo Live from the Vic in Chicago (2012), capturando un par de logradas presentaciones en las que se advertía ya la sólida compenetración del quinteto.
Con la entusiasta presencia invitada de Alison Mosshart (The Kills, The Dead Weather) en el roquero corte It’s Just Forever, entregaron el espléndido Melophobia (2013), superándose a sí mismos y compartiendo composiciones de mayor alcance, como se advierte en Come a Little Closer, pegadora canción que invadió ondas radiales para solicitar cercanía, así como el sensible clasicismo puesto en la mira de Telescope, en la abridora Spiderhead, cual buscando arañas en la cabeza y en la cerradora Cigarette Daydreams, efectivamente en tesitura onírica. Su mejor disco a la fecha, aunque en el transcurso Lincoln Parish salió de la banda para emprender algunos proyectos de producción.
Volvieron al ruedo con el más reposado pero sólido Tell Me I'm Pretty (2016), bien encauzados en la producción por la mano especialista de Dan Auerbach (Black Keys), logrando diversos reconocimientos y asumiendo un enfoque orgánico y de cierta soltura; pareciera que se dejaron llevar por sus instintos pero con miras claras hacia un horizonte común, como se expresa claramente en Mess Around para acabar como Punchin’ Bag y, en otro sentido, a través de la calma paradójica de Trouble, la indefensión asumida en Too Late to Say Goodbye y el pausado reconocimiento de How Are You True.
Continuaron con el álbum en vivo de carácter intimista Unpeeled (2017), recogiendo cortes de diversas presentaciones de carácter más cercano, incluyendo versiones ajenas a la electricidad, para dar paso a Social Cues (2019), cual válvula de escape emocional y temáticamente inundado del divorcio de Matt Shultz's, como queda de manifiesto en la inicial Broken Boy, ya aceptando la propia condición, pero todavía confiando en que Love’s The Only Way y The War Is Over; en la confesional Ready to Let Go, reconociendo que hay que soltar amarras a partir de atreverse a decir Goodbye, y en Night Running donde figura Beck, uno de sus grandes ídolos como invitado especial para sumarse en esta travesía por la sensación de fracaso que implica una ruptura matrimonial y analizar en qué nos vamos convirtiendo: seguramente en algo que no quisiéramos.
Ubicando al elefante en el cuarto, visitan nuestro país en estos días.