Los chicos de California
Gerardo Mares
Cualquier cristiano perspicaz y que se haya reventado un buen bonche de videoclips de la banda musical The Beach Boys, se habrá dado cuenta del escaso estilo que tenía Dennis Wilson para aporrear la batería con técnica y precisión. Y es que en realidad el tipejo no tenía una mínima preparación al respecto; para suplir esta carencia se contrataba a un baterista profesional oculto tras bambalinas. Éste será el énfasis de la producción televisiva financiada por la ABC, titulada The Beach Boys: An american family (Jeff Bleckner. 2000), que se afilió a la horrible y sensacionalista moda de la corriente biográfica que tomaba abierto partido por dramatizar los aspectos escabrosos de una serie de personajes de la farándula gringa, tocando turno a una agrupación musical que abonó para la popularización de la música surf y el estilo de vida californiano como representación de cierta vigencia del american style.
A través de esta figura menor, el telefilm retrataba con harta convicción las tensiones internas y la guerra de egos que atascarían la carrera del legendario grupo estadounidense. Incluso son narrados algunos devaneos no tan saludables, emanados de la cruda contracultural posterior, la época psicodélica y el LSD, como camino a la trascendencia y las primeras manifestaciones de pudrición del sueño americano, erigida en la ocasional aparición de Charles Manson en alguna bacanal en la que participó el carilindo hermano de Brian Wilson, cerebro y productor del sonido característico de la banda.
Uno pensaría que gran parte de la historia sobre estos músicos estaría más o menos representada y casi completa con la emisión de un rockumental políticamente correcto, The Beach Boys: An american band (1985), que al menos cuenta con el elemento de la nostalgia como aliado.
Love & Mercy es la más reciente inmersión al cerebro (literal) y a los mecanismos creativos de Brian Wilson, un músico de talento comprobado, de personalidad opacada, ciertamente poco atractivo para las multitudes por sus varias lonjas adiposas, y cuya búsqueda de la aprobación paterna casi se advierte al nivel de una alegoría bíblica.
En general manipulable y poco tolerante a las críticas, en especial las proferidas con mala leche por Murry Wilson, padre del clan y un individuo caracterizado por una mezquindad metida hasta la médula, el filme abre con una vistosa secuencia en formato semi-profesional de colores deslavados, que muestran el anacrónico estilo de vida californiano y sus atléticos jóvenes wasp relajados en la playa, un cliché visual que evidencia la lejanía y la carencia de compromiso social hacia los conflictos raciales de la época. Ahí se escamotea la aparición de la raza negra, para decirlo en voz baja. Y más ajenos a la condición mental de Brian, cuya patología se representa a través de una serie de ruidos desentonados, que poco a poco adquirirán cierta lógica dentro de su personal caos.
Sin duda, la armonía y simpleza de las canciones elaboradas por Brian estaban orientadas para la complacencia de la clase media y a generar altas ventas. De ahí los constantes roces con Mike Love, más preocupado por la repercusión económica que por los intentos experimentales de un músico que buscaba la trascendencia y competir contra la todopoderosa ola inglesa, en sus propios códigos y términos.
Love & Mercy debe ser, por otra parte, la Biopic (acrónimo de Biographic Picture) más colorida y de diseño visual apantallante de la historia, lo que es normal en el soleado atardecer del género musical. Pero en su tono, sin recurrir a la estridencia y el trazo de brocha gruesa de The Doors (1991) de Oliver Stone, la película refleja con acierto la depresión y el trayecto a la locura del personaje epónimo, un compositor explotado por todo mundo, a niveles indignantes por el matarife Eugene Landy, psiquiatra, parásito y gorrón que vivió a costa de las regalías que generaba la música surf del gordito Wilson.
Caracterizado el personaje por Paul Dano en su juventud, y a nivel de espantajo demacrado por John Cusack en la edad madura, la propuesta medio exagerada del realizador parece decirnos que estamos ante un genio incomprendido, al que se debería agradecer su aportación en el ámbito de la música popular, y casi a la altura de Mozart, Chopin o Beethoven. Tampoco es para tanto.
Love & Mercy/ D: Bill Pohlad/ G: Oren Moverman, Michael A. Lerner y Brian Wilson/ F en C: Robert D. Yeoman/ E: Dino Jonsäter/ M: Atticuss Ross/ Con: Paul Dano, John Cusack, Elizabeth Banks, Kenny Wormald, Paul Giamatti y Joanna Going/ P: River Road Entertaiment, Battle Mountain Films, EUA. 2014.
www.youtube.com/watch?v=lioWzrpCtGQ
Gerardo Mares Rodríguez @geracido2011
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