Entrevista con el posible pero hipotético nuevo consejero directivo del ICL
En estos días se mencionado tu nombre como posible integrante del consejo directivo del Instituto Cultural de León. ¿Qué puede suceder si te invitan a formar parte del consejo, ahora que parece haber renunciado su consejero presidente?
No sólo no sabía. Hasta hace unos días supe que era consejero suplente, y que en las gestiones pasadas también lo fui, sin recibir notificación alguna de eso. Sólo lo supe en la administración de Vicente Guerrero. Si por alguna razón mi nombre está ahí, en ningún momento me han notificado (hasta el momento de la entrevista, el miércoles 18 de marzo, n. del e.), convocado ni nada por el estilo. ¿Qué sucedería si me nombraran? Primero deberían hablar conmigo, exponerme la situación y mis derechos y obligaciones como consejero, y entonces yo evaluaría mi potencial para participar desde ahí en la gestión y desarrollo del proyecto cultural para León.
En mi mentalidad y trayectoria personal y académica, no me gustaría formar parte de algo que sólo tuviera una función burocrática, sino una definida, clara, evidente y transparente como proyecto serio de cultura: un proyecto cultural. No sólo para justificar una serie de actividades tradicionales de la cultura.
¿Te refieres a actividades inerciales?
En algún caso; en otros, coyunturales, pero que simplemente corresponden a una actividad burocrática. Lo burocrático como base para operar con estabilidad permanente cualquier proyecto institucional. Pero si éste se limirta solamente a soportar una tradición añeja de cierto quehacer de la cultura en León, no me interesaría participar.
¿Qué debería estar haciendo el ICL? ¿Y qué haría ahí un consejero directivo?
Un instituto de la cultura debe tener legitimidad ante otras instancias del gobierno estatal y municipal. Por lo que sé, en los últimos años el instituto Cultural de León ha debido fragmentar sus acciones culturales, lo que finalmente parcializa su acción y parece dejar en manos de otras dependencias o instituciones el trabajo que le corresponde. Incluso, de esta forma parece estar desperdiciando la oportunidad de funcionar más como un ente coordinador de esfuerzos.
Pero convendría entender un poco la trayectoria del ICL, desde que fue fundado su antecesor, el Consejo para la Cultura de León (CCL), durante la presidencia municipal encabezada por Carlos Medina Plascencia en 1989. En ese momento el contexto y circunstancias eran distintos a los de ahora. Creo que aquella fundación permitió llevar la gestión municipal de cultura a un estatus diferente, pues quien hasta entonces se hacía cargo de esto era la Casa de Cultura, una dependencia menor. Al ser creado el Consejo, el área toma otro nivel.
Administraciones después, se le cambia el nombre de Consejo para la Cultura a Instituto Cultural de León, dándole otro estatus, lo que parece haberse convertido en un freno, entre otras cosas, en su capacidad para definir su proyecto y obtener recursos económicos adecuados para realizarlo. Hubo un primer momento muy ambicioso y muy vanguardista a su manera, pero después se burocratiza más.
Pongo un contexto: En 1989, el CCL sirvió para crear un espacio de concentración de actores de la cultura: pintores, poetas, teatreros, es decir, fungió como un promotor de la cultura con esta gente.
El contexto ahora es diferente. No estoy diciendo que no se requiera apoyo. Las becas que el ICL otorga son vanguardistas a nivel del estado. Pero ya hay varios centros culturales, hay iniciativas culturales, hay carreras de universidades, como la de Arte y Cultura de la UG. Una de las primeras cosas para pensar es que el centro de la ciudad ya cambió, las dinámicas de lo que ahí hay están cambiando, con casas, centros y talleres artísticos que no necesariamente están esperando la acción del ICL.
El Instituto Cultural de León no necesita crecer para coordinar a esos entes, sino para definir cuál es su labor en el tejido social. Cuando hablo de tejido social pienso también la interacción con instancias de gobierno como las de salud, turismo, educación y desarrollo urbano, entre otras.
Ya hay varias instancias cuya labor sería fortalecer el tejido social, sobre todo en momentos de crisis, de violencia, inseguridad, inestabilidad; la ciudad ya está grande, es peligrosa, es amenazante, por lo mismo está dispersa, está por momentos incomunicada y por momentos buscando nuevas vías de ser. El tráfico en la ciudad es un síntoma de ello, la delincuencia es otro; pero también la construcción de los jóvenes, la vida social de los adolescentes, de los niños, de las familias. El ICL debe entender que lo suyo no es nada más el arte.
Un primer paso para que el Instituto Cultural de León lo sea para todo el municipio, será entender que sus polos de trabajo no son sólo las bellas artes. Sería importante propiciar que el ciudadano pueda verse de otra forma, reconciliándose con su vida cotidiana y con el tejido histórico y colectivo.
Siempre que se habla del pasado, de recuperar el patrimonio histórico, el municipio sólo habla del patrimonio monumental. Por ejemplo, el tema sobre que más me han preguntado en mi papel de académico es sobre la plaza de gallos. Una forma de verlo es que es un monumento histórico, pero no está en el registro histórico de la gente; durante 70 o 80 años estuvo escondido y no necesariamente sería un patrimonio monumental por el simple hecho de volverlo a abrir. Pero puede ser otro tipo de patrimonio histórico. Y no necesariamente las personas “importantes” de la ciudad. Mientras supongamos que cultura sólo son las bellas artes o cosas del pasado, no alcanzaremos a tener más que un Instituto como el que tenemos ahora.