ENCUADRE
Equinoterapia de shock
Existen países a los que la temática de terror nomás no se les da. En México, resulta entendible debido a los exorbitantes costos que implica la utilización de efectos especiales de vanguardia o los recursos técnicos y dramáticos para la elaboración de una atmósfera lograda y que auxilie en la verosimilitud y fuerza de las historias. Gran parte de las fallidas propuestas mexicanas lo suelen ser también por el desconocimiento de las convenciones orgánicas de la narrativa genérica o la limitada imaginación de varios creadores al querer otorgar carta de naturalización y una identidad propia a sus nociones de “terror”.
Otra explicación atendible sería el temperamento de las industrias de cine, insólito para el caso de Francia, a pesar de presumir la paternidad del género fantástico con la obra de genio de Georges Méliès; pareciera que el terror no está entre sus intereses creativos, como una de las consecuencias que dejó a su paso la renovadora nueva ola.
De hecho, al cine terrorífico europeo que vale la pena ver habría que rastrearlo por el lado de Italia e Inglaterra, con creadores de la talla de Mario Bava, Darío Argento y Lucio Fulci (¡ejemp!) entre lo más selecto del carácter mediterráneo. Y la filmografía de la productora Hammer Films, revivida desde hace algunos años con películas que sin rozar la grandeza de su época de esplendor, han servido para reinsertar una presencia decorosa en el inconsciente colectivo.
Es tan magra la exhibición del cine de terror galo en nuestras salas, que la memoria sólo logra recuperar tres cintas de excepcional calidad: Martyrs (2008) de Pascal Laugier, Alta Tensión (2003) de Alexandre Aja y La Horde (2009) de Yannick Dahan y Benjamin Rocher, que hablan de una variedad temática impensada; la primera y la tercera sin estreno oficial en León.
A contracorriente del valor de la trilogía mencionada, Horsehead es un mamotreto producido el año pasado, cuya posibilidad de exhibición es de dudar en la cartelera de la ciudad; un petardo con ínfulas sólo disfrutable para el goce de los fanáticos de eso que el periodista y crítico de cine Pedro J. Berruezo llamó con sorna y malicia horror de cualité.
Si más o menos un cristiano la logra entender, la película es algo así como la unión forzada de dos “universos”; la de una “realidad” envilecida que se hace extensiva al mundo de los sueños de Jessica, en ambos casos, una representación de pasiones ocultas bajo la normalidad en un cariz católico burgués degradado. Sin duda, la cotidianeidad de la protagonista está cargada de malas vibras, falsos sentimientos, hipocresía y doble moral donde al parecer, la psicopatía en forma de enfermedad mental ha estado presente por generaciones en una familia enclaustrada en el suburbio campirano. De belleza innegable, tanto el pueblucho como la casa en sus entrañas guardan un asunto de putrefacción moral.
En la búsqueda del significado de la pesadilla recurrente donde aparece una entidad híbrida con cabeza de caballo, Jessica caerá en una vorágine de sexualidad transgresora, rituales obscenos, misterios y liturgias mágicas que rayan en lo demencial.
Críptica de a madres y rozando la incomprensión, quizá si le prestamos mayor atención al título en su idioma original, entenderíamos que no estamos ante un convencional cuento de terror. Sin duda, la ambición de sus autores fue sumergirnos en el ambiente surrealista de las alucinaciones del personaje principal, una mujer de psique tortuosa con la “complejidad” de la mentalidad rebelde de la juventud descarriada, todo eso y más en detrimento de una trama clásica.
A medio camino entre el azotado onirismo a lo David Lynch, la abigarrada atmósfera demoniaca de El Bebe de Rosemary (1969. Roman Polansky) para llegar a la advocación malsana de la religión (The Wicker Man. 1973. Robin Hardy); la única virtud comprobable que manifiesta Horsehead es su capacidad de imitación. De ahí en más, la diarrea mental del director es aletargada, excesivamente parsimoniosa y aburrida a cántaros. Ni siquiera sus recreaciones duras y directas del incesto lésbico la hacen medianamente interesante. Disponible en internet, pero sólo recomendable para fanáticos del “horror de autor” y valientes carentes de prejuicios.
Horsehead (Fiévre)/D: Romain Basset/ G: Karim Chériguène y Romain Basset/ F en C: Vincent Vieillard-Baron/ E: Frédéric Pons/ M: Benjamin Shielden/ Con: Lilly-Fleur Pointeux, Catriona McCall, Murray Head, Gala Besson, Fu’ad Aït Aattou y Vernon Dobtcheff/ P: HorseHead Pictures, Starfix Productions. Francia. 2014.